4 lecciones de Polonia para Venezuela sobre la transición (y otras quimeras)
Puerto de Gdansk, en Polonia durante la transición económica. Fotografía de Witold Krassowski, parte de la serie Polonia durante el Período de Transición 1989 – 1997
transición
Del lat. transitio, –ōnis.
1.- Acción y efecto de pasar de un modo de ser o estar a otro distinto.
quimera
Del gr. Khimaira
1.- Monstruo fantástico de la mitología griega con tres cabezas que escupían fuego, cuerpo de cabra y cola de dragón.
I
La palabra “transición” debe ser el término del momento en la esfera pública venezolana. Los demócratas presionan por ella. El aparato chavista se resiste a ella. Los economistas hablan sobre ella. El pueblo aspira a ella. Sin embargo, en este punto, nadie sabe con certeza cómo llegar hasta ella. En este punto, es comprensible que muchos pongan el foco en la descripción del calamitoso estadio actual, mientras otros se aventuran a delinear las características deseables del estadio futuro cuando, en el sentido estricto, la propia definición de la palabra sugiere que el elemento central y lo realmente importante es el tránsito: cómo pasamos de una forma de ser o estar a otra distinta.
El 4 de junio de 1989, el Partido Comunista Chino ordenó aplastar brutalmente las protestas en la plaza Tiananmén. En Berlín Oriental, algún guardia de la Stasi terminaba su guardia somnolienta vigilando que nadie cruzara una pared, aunque faltaran apenas cinco largos meses para que se precipitaran los acontecimientos que terminaron en la caída del muro. También aquel día, en otro lugar del mundo, una coalición de fuerzas democráticas de oposición obtenían una categórica victoria en unas elecciones sin garantías y plagadas de trampas y abusos. Sin saberlo, en aquel momento se abrían las compuertas de la caída del comunismo en Europa Central y la antigua Unión Soviética. Ese día también se inició el primer experimento detránsito desde una economía socialista hacia una economía de mercado.
II
“El Gobierno que asumió el poder encontró una economía al borde de la hiperinflación, con capacidades productivas minadas por la escasez y un sistema de incentivos y precios completamente distorsionado”.
“El año anterior al inicio de las reformas económicas, se observó una alarmante caída en el desempeño económico, con una inflación que alcanzó 700%; una escasez que, ya siendo crónica, se intensificó a niveles nunca vistos; una crisis fiscal que llevó el déficit a niveles nunca antes experimentados; y, una triplicación del déficit de la cuenta corriente”.
Al leer los párrafos anteriores, se concluye que no hay nada excepcional en el estruendoso fracaso que es la economía venezolana de 2016. Siempre, en todas partes, el mismo conjunto de políticas produjo el mismo conjunto de resultados.
El chavismo no es original ni fracasando.
Ambos párrafos con citas textuales de un diagnóstico temprano elaborado por una institución multilateral de crédito, pero el país al cual hacen referencia es Polonia. La fecha del reporte es octubre de 1989. Y hago referencia al texto porque lleva a un punto que vale la pena destacar y que ya sugerí en un artículo anterior: la economía venezolana, en su estado actual, se está pareciendo mucho más (y en más de un sentido) a las economías de la Europa Oriental durante la transición post-soviética que a los programas de estabilización y ajuste estructural que en esa misma época se dieron en Latinoamérica.
Aunque, macroeconómicamente hablando, en Venezuela confluyen todas las condiciones que condujeron a las crisis latinoamericanas de los años ochenta, desde el punto de vista de la estructura económica que deja el chavismo, el país presenta lo más típico de las economías de planificación centralizada del Pacto de Varsovia: un entramado perverso de distorsiones que han derivado en el cese parcial de los mecanismos de mercado, la derogación parcial del sistema de precios como mecanismo de información y asignación económica, junto con la obliteración (en aquel caso inexistencia) del sector privado.
III
Volviendo al cuento de Polonia, lo primero que hay que decir es que su mención no es casual. Aquella Polonia reformada por Mazowiecki, Bielecki y Wałęsa resultó ser, por mucho, la economía más exitosa de la transición post-soviética. Si la transición es el tránsito hacia un nuevo estadio, Polonia es un buen ejemplo de cómo debe lucir el punto de llegada. Polonia logró el tránsito desde una economía centralmente planificada, controlada en todos sus ámbitos, sin libertades públicas ni individuales, hacia una economía de mercado funcional y competitiva, abierta al mundo, con una democracia vibrante.
Desde los despojos de este experimento económico fallido que es el chavismo, el caso de Polonia ejerce obvia atracción.
A diferencia de otros países de Europa Central y Oriental, Polonia no experimentó los rigores de una depresión económica en su camino hacia la estabilización. Luego del impacto inicial sobre los precios y el producto, Polonia logró derrotar en corto tiempo la escasez, inició una progresiva reducción de la tasa de inflación y emprendió una senda de crecimiento económico sostenido que no se ha interrumpido hasta nuestros días.
Durante los últimos 25 años, el PIB per cápita polaco ha hecho más que duplicarse: hoy excede los 24.000 dólares, cifra que equivale a dos terceras partes del nivel de Europa Occidental, su nivel más alto desde su “Edad de Oro” en el siglo XVI.
A lo largo del proceso, Polonia adoptó instituciones que habilitaron el desarrollo económico: el estado de derecho, un régimen de libertades públicas y privadas, una política monetaria independiente, regulación para una competencia fuerte, libertad de prensa, etcétera.
Después de 25 años de la transición polaca (y parcialmente gracias a ella), hoy se tiene más y mejor conocimiento sobre qué es lo que funciona.
IV
La experiencia polaca se convirtió en el arquetipo de lo que desde entonces se llamó terapia de shock y debe revisitarse con ojo crítico, sin que ello signifique endosar automáticamente el ritmo y la secuencia de ese programa de reformas.
Con sus aciertos y errores, para no entrar en los detalles técnicos de la etapa inicial de estabilización y ajuste, creo que la experiencia polaca ofrece lecciones que pueden ayudarnos a orientar los esfuerzos por repensar los nuevos rumbos que debe tomar la economía venezolana:
Lección 1. Sobre ritmo y secuencia de la desregulación económica y la privatización. Polonia, desde un inicio, privilegió y dio un gran impulso al traspaso de empresas de pequeña y mediana envergadura al sector privado. La idea fue poner énfasis en la reactivación de mercados competitivos en las áreas de comercio minorista, la construcción, la industria ligera y la agricultura. Así fue como Polonia logró crear, en relativamente poco tiempo, más de dos millones de empresarios que sentaron las bases del crecimiento de la producción y la creación de empleo. Por otro lado, Polonia se tomó un tiempo más largo para montar un proceso transparente y eficiente de privatización de las empresas grandes y estratégicas. La apuesta fue por maximizar el valor de los activos públicos que iban a ser vendidos y, a la vez, crear regulaciones para evitar que los cleptócratas comunistas del ancien regime se hicieran con esos activos, pues además eran ellos quienes financiaban la oposición a las reformas democráticas y los únicos con el músculo financiero suficiente. No es fortuito que en Polonia no existan oligarcas al estilo de Rusia, por ejemplo. Aquí las lecciones para nuestro país no necesitan mayor explicación.
Lección 2. Sobre el énfasis en los flujos de inversión extrajera directa. El rápido crecimiento económico experimentado por Polonia, además de su desarrollo industrial y exportador y el cierre de la brecha tecnológica y de infraestructura con Europa Occidental se debe, en gran medida, a su disposición a recibir robustos flujos de inversión extranjera directa. La apuesta estratégica y de política económica fue privilegiar inversiones de largo plazo por encima de flujos de corto plazo e inversiones financieras de cartera. Esto, visto en retrospectiva, le otorgó fortaleza a su sistema financiero y aisló a la economía polaca de las crisis internacionales de 1998 y 2008, por ejemplo. He ahí otra lección para Venezuela.
Lección 3. Sobre el rol de la integración económica. Las ambiciones de Polonia por acceder a la membresía plena de la Unión Europea, algo que lograron en 2004, otorgó incentivos para mantener políticas macroeconómicas y estructurales adecuadas. Y más importante aún: la integración fue una fuerza importante en la reconfiguración del aparato productivo local y permitió la aparición de nuevos sectores económicos que fueron la base del crecimiento económico y la creación de empleos.
Lección 4. Una diferencia sustantiva. Con todas las semejanzas que pudieran existir entre el caso venezolano y las transiciones de las economías post-comunistas, existe una diferencia que juega a nuestro favor: cuando un lee los documentos de la época, se observa el reto monumental que significaba crear una economía de mercado funcional en países donde no existían mercados, sector privado ni empresarios. La última generación de empresarios polacos, por ejemplo, probablemente ya estaba retirada o muerta después de 45 años de comunismo. A diferencia de Polonia, aún cuando los mecanismos del mercado estén parcialmente paralizados, en Venezuela existe un sector privado que ha sobrevivido a la aplanadora chavista y una generación de empresarios, dentro y fuera del país, que bajo un conjunto de reglas e incentivos claros puede ser la piedra angular de la recuperación de una economía de mercado, la producción y el empleo en la Venezuela del futuro. No hay que crear una clase empresarial, porque ésta ya existe. No somos la Polonia de 1989, pero en todos los demás sentidos quisiéramos ser la Polonia de 2016.