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La estupidez humana

Esta es una reflexión simple, lógica y profundamente racional: la humanidad no sobrevivirá sin paz

 

 

En un escrito anterior cité a Aristóteles al afirmar que la irracionalidad solo puede ser derrotada con la virtud. Hoy quiero insistir en ese mismo tema, pues considero que la irracionalidad es la raíz de lo que, sin ambages, llamo estupidez humana. Han pasado siglos y, más allá de los extraordinarios avances tecnocientíficos, la humanidad sigue estancada y rehúsa avanzar en su desarrollo intelectual y, sobre todo, cívico.

Durante la Ilustración creímos haber alcanzado la libertad plena gracias al triunfo de la razón. Pensábamos que habíamos dejado atrás siglos de oscuridad dominados por religiones y monarquías que imponían su autoridad divina como guía moral. Sin embargo, esa “realidad impuesta” resultó fallida, víctima de sus propios excesos. Con la Ilustración aprendimos a pensar y a sustituir a los dioses por el “YO/Dios”. Pero basta mirar a nuestro alrededor o leer brevemente las noticias para constatar que hemos fracasado con igual intensidad: las guerras y conflictos siguen siendo la evidencia visible de nuestra incapacidad de aprendizaje.

A esta tragedia le hemos sumado la globalización de la información. Las redes sociales y los medios digitales permiten a quienes controlan la narrativa manipular la mente y la conducta humanas. Nos invitan a pensar menos, a radicalizar posiciones y a convertirnos en instrumentos de poderes que prosperan en el conflicto. Las ideologías alimentan fanatismos, y los fanatismos generan violencia. Así, cada grupo termina comportándose como una secta, repitiendo consignas y narrativas que le son inoculadas. Solo una tragedia personal, consecuencia de esta violencia, parece despertar a algunos de este hechizo sectario y perverso.

Hoy se pretende dividirnos entre izquierdas y derechas, “woke” y “fascistas”, o cualquier otro calificativo que prolifere en este mundo saturado de desinformación y ruido. Ante esta realidad espantosa, es urgente volver a pensar. Pero pensar no desde el dogma, sino desde la duda crítica: cuestionar todo contenido, partir del escepticismo constructivo y, desde allí, edificar verdades conscientes de su carácter provisional. La verdad no es absoluta; se construye mediante el diálogo paciente, abierto, tolerante y constante. Ese diálogo debe convertirse en el muro de contención contra la irracionalidad, la intolerancia y el conflicto.

Vale la pena recuperar el concepto aristotélico de phronesis: la prudencia práctica, la sabiduría de pensar para actuar y actuar sin dejar de pensar. Nunca olvidemos que la humanidad es una sola, compuesta por seres humanos con una dignidad compartida. La competencia forma parte de nuestra naturaleza, pero también lo es la razón. Usada correctamente y educada en hábitos de convivencia, puede hacer realidad los ideales de los grandes pensadores de nuestra historia. La utopía no es una fantasía: puede ser alcanzable si decidimos que la estupidez humana no prevalezca sobre la razón, ni el conflicto y la división sobre la paz.

En última instancia, esta es una reflexión simple, lógica y profundamente racional: la humanidad no sobrevivirá sin paz. Un conflicto global nos extinguiría como especie, y sobre nuestra lápida colectiva se escribiría con justicia: “Aquí yacen los estúpidos humanos”. Seguir creyendo que el apocalipsis es inevitable equivale a asumir nuestra propia estupidez. Pensar y construir paz es, hoy más que nunca, un imperativo existencial.-

 

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