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Juan José Monsant: La marabunta

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Describir lo que es una Marabunta en sentido figurado es desolador, si miramos el entorno de algunos de nuestros países y algunas de nuestras instituciones públicas y privadas.

     Pero antes, es imposible no hacer referencia a lo ocurrido en las Olimpiadas de Río en los 400 metros libres entre las corredoras Allyson Felix de los Estados Unidos y Shaunae Miller de Bahamas. A pocos metros de la meta Felix aventajaba a Miller por centímetros, y el último paso le otorgaría el primer puesto. Pero el último paso Miller no lo llegó a dar, decidió lanzarse como en piscina y sus manos pasaron la meta sin que sus pies la tocaran. Y se le concedió la medalla de oro.

     Nada que hacer, el reglamento (art 64) dice: ”Los atletas serán colocados en orden según cualquier parte del cuerpo (torso, cabeza, nuca, brazos piernas, manos, pies) alcance la línea de la meta”. Pero quedó un amargo sabor de “viveza”, trampa, deslealtad, acción contraria al espíritu deportivo y razón de ser de las Olimpiadas. Mal ejemplo para nuestros niños, un punto a favor del nihilismo materialista de que “el fin justifica los medios”. Dura lex, sed lex, pero hay que cambiarla.

   Cuando pequeño en edad vi una película que poco entendí en su alcance, pero que se grabaron en mi mente algunas escenas impresionantes, aterradoras para aquel entonces por sus efectos especiales, y la sensación que producía en el espectador la posibilidad de una muerte dolorosa e inevitable que, por supuesto no se produjo, a lo menos para los protagonistas principales Charlton Heston y Eleanor Parker.

Poster - Naked Jungle, The_05

   Se trató del filme The Naked Jungle (traducida al español como “Cuando ruge la Marabunta”) de Paramount Pictures, ambientada en una hacienda productora de cacao de un país suramericano, que uno intuía se trataba del Amazonas o del sertão brasileño. Ya los coloridos carteles colocados en las esquinas más transitadas de mi pueblo anunciando el filme, el horario y la censura despertaba nuestra imaginación. Un Heston revólver al cincho levantando una tea ardiente en su mano derecha, mientras tomaba en sus brazos a la bellísima Parker, en tanto que a lo lejos se observaban indígenas huyendo en desbandada luego de cavar canales profundos, donde se había derramado kerosene para producir gigantescas llamas en un intento por detener el avance de centenares de miles de hormigas gigantes, la marabunta, que devoraba todo a su paso: hombres, ganado, árboles, cosechas;  dejando  tras de sí una tierra yerma, con esparcidos restos de esqueletos humanos y de animales.

Esa sensación de aquella marabunta arrasando con todo, sin dejar nada en pie, es la que produce el régimen venezolano que se instaló hace 17 años para dejar el país más yermo que la Yerma llorada de García Lorca. No existe en la historia del continente americano desde los aztecas para acá, una experiencia de tal magnitud destructiva de la riqueza material y espiritual de una nación, como la sufrida por Venezuela desde que se instaló en el poder bañado de ignorancia y perturbación mental, a quien otros perturbados dieron en llamar Comandante Eterno, emulando al Presidente Eterno, como denominan los coreanos del Norte a su extinto presidente dictador Kim Il-Sung.

Lo cierto es que una vez destruido todo lo que había que destruir en lo moral y material, los herederos del guía de la marabunta criolla les ha dado por desconocer el principio de la soberanía, que es la voluntad popular libremente expresada en el acto electoral. Sin pudor alguno pero desbordante de cinismo, sus curiosos personeros declaran que la revolución está por encima de la ley, del soberano, la verdad y la civilización. Por lo que por medio del hambre, la morbidez, inseguridad y la represión implantan la esclavitud, a pesar de estar de espalda a la Asamblea Nacional, la OEA, Mercosur, ONU, Comunidad Europea y la realidad.

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