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Una Bitácora Cubana (IX)

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1- Los noventa años de Fidel Castro, y los diez de su hermano Raúl en la jefatura del gobierno, se han recordado en medio de temores crecientes de un nuevo Periodo Especial. Comencemos esta nueva bitácora por esto último.

 

2- Para Yoani Sánchez, en una nota publicada en El Nuevo Herald y 14ymedio, un nuevo Periodo Especial equivaldría al “regreso del medioevo cubano”.

Y esos temores han sorprendido a diversos analistas, pero no a la población cubana, consciente en su día a día de que las cosas no han ido por buen camino. Como curándose en salud, Raúl Castro en diversas oportunidades no solo ha buscado reducir expectativas, sino que ha alertado ante una economía que está navegando aguas crecientemente tormentosas.

Ya están comenzando a surgir las excusas: que si la crisis venezolana, por ejemplo. Pero es que en realidad el régimen tiene más de medio siglo inventando excusas. La revolución cubana ha producido decenas de ellas, ante el notable e inevitable fracaso del modelo, del sistema, de la forma de entender la relación entre el ciudadano y un Estado todopoderoso –un ogro filántrópico, lo llamó el mexicano Octavio Paz, pero en el caso cubano ha sido más ogro que practicante de filantropía-.

Destaca la periodista que sin duda alguna todo ello agudizaría la crisis migratoria, de la cual el régimen está tratando de endilgar sus responsabilidades al gobierno norteamericano.

Una cosa queda clara: el pueblo cubano de hoy no es el mismo de hace 25, 30 años. Qué formas de acción podrán darse ante el retorno de viejas restricciones, es algo que está por verse. El posible regreso del Periodo Especial es recordado por Yoani Sánchez con palabras como las siguientes:

“Como una herida aún dolorosa que se reabre, es percibido el retorno de aquellos rigores. Otra vez, las caras lánguidas en cuyos rasgos se nota el hambre. El olor a sudor y mugre que llena el ambiente ante la falta de productos de higiene. La gente lanzándose al mar masivamente. Son como diapositivas que pasan una y otra vez frente a los ojos cuando se evoca aquella etapa.

No hay peor pesadilla para una nación que percibir que el pasado del que quiere alejarse llega una y otra vez como en un bucle sin salida. Pero a diferencia del primer momento de la desdicha, una nueva edición ya no encuentra la misma ingenuidad en sus protagonistas. Los cubanos saben muy bien lo que se avecina: se llama desesperanza.

Desde la propia escena oficial se escuchan voces que alertan sobre la posibilidad de que la población no reaccione con la misma conformidad a la vuelta de tuerca de los recortes. La subdirectora del periódico Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, Karina Marrón, auguró que ‘se está armando una tormenta perfecta” en la Isla, debido a la reducción en el suministro de combustibles al sector estatal, los apagones que aumentan y el desabastecimiento de alimentos. Una situación que podría ocasionar episodios de protesta popular como el Maleconazo de agosto de 1994, predicen también algunos.

A diferencia de aquel momento, ya no puede aflojarse la presión de la olla social despenalizando el dólar, abriendo mercados agrícolas o autorizando el trabajo por cuenta propia.

Lo más probable, sin embargo, es que la carestía eleve las cifras de quienes emigran. La repetición de un drama crea en la mente de quien lo vive la sensación de que será para siempre, sin posibilidad alguna de cambiarlo o influir en su final. Este colapso económico que se avecina, del que apenas se avizora su real envergadura, podría convertirse en el disparo de arrancada para la gran estampida.”

Convencer a los más jóvenes que se queden y planten cara aquí, se hará cada día más difícil. Para muchos de ellos, que crecieron prácticamente sin juguetes tras la implosión de la Unión Soviética, en una sociedad dividida por la dualidad monetaria y con una generación en el poder que exhibe una amenazante longevidad, no hay argumento que pese lo suficiente para aguantar en su tierra los efectos de otra profunda crisis económica.

Sin embargo, el Período Especial, medioevo cubano por su condición de época oscura de desesperación y hambre, nunca se fue. Solo se habían apaciguado sus peores síntomas con el subsidio llegado desde Caracas. Los cubanos se han mantenido en “modo sobrevivencia” todo este tiempo y la miseria les ha formado el carácter, determinado las capacidades físicas y dejado un daño irreversible en la mentalidad.”

El Periodo Especial nunca se fue, y prácticamente llegó junto con las decisiones de convertir la isla en un nuevo parque jurásico comunista.

 

En una nota publicada en Cubanet (“Raúl Castro y sus diez años de gobierno”), Miriam Celaya menciona que Raúl Castro enfrenta una situación económica, política y social muy compleja, que no se resuelve con el enroque de dirigentes, ni con llamados a trabajar y liberar las fuerzas productivas sin tener en cuenta que el cubano libre y motivado es la fuerza productiva creadora.”

 

3- Fue muy variada la forma en que la prensa analizó el 90 cumpleaños de Fidel Castro. Norberto Fuentes (en una nota en el diario italiano “La Repubblica”) lo llama “el último comunista”; para Rafael Rojas, es “un ídolo kitsch”.

Recuerda Rojas que “en el verano de 2006, cuando el líder cumplió 80 años, en medio de la convalecencia por una enfermedad intestinal que lo apartó del poder, los medios oficiales armaron una miscelánea patética de poemas, apologías y alabanzas de cientos de celebridades del planeta. Bajo el título de Absuelto por la Historia, los asesores de imagen del castrismo compilaron elogios de Juan Domingo Perón, Naomi Campbell, David Rockefeller, Arthur Schlesinger Jr., Robert Redford y otras estrellas de Hollywood, además de agasajos literarios de Carilda Oliver, Ángel Augier, Miguel Barnet, Nancy Morejón, Eusebio Leal y lo peor de la literatura oficial.

Los Gobiernos de la “alianza bolivariana”, en aquellos años de delicada recuperación médica de Castro, especialmente el venezolano de Hugo Chávez, el boliviano de Evo Morales y el ecuatoriano de Rafael Correa, jugaron un papel clave en la vulgarización del culto. Un culto casi funerario, ligado al duelo por la enfermedad de Castro, y que entre 2012 y 2013 se mezcló, a su vez, con el duelo por la enfermedad y la muerte de Hugo Chávez en Venezuela.

Medio en broma y medio en serio, Raúl Castro dijo en el pasado congreso del Partido Comunista que si en Cuba hubiera dos partidos, Fidel dirigía uno y él el otro. El fidelismo kitsch se ubica en el centro de una política cultural que intenta amortiguar el golpe de la precaria capitalización de Cuba. Una capitalización que es más excluyente y desigual que otras por lo poco que se reparte entre un puñado de privilegiados. Es cierto que el raulismo ha desmontado el fidelismo, pero las diferencias entre uno y otro son las mismas que existen entre el socialismo y el capitalismo de Estado. Las dos facciones del mismo partido comunista comparten una idéntica estructura institucional y jurídica de poder.”

 

Para Alejandro Armengol, recordando en Cuba Encuentro (“Preludio triste y sin muerte de Fidel Castro”) lo que fue Castro para su generación, los niños del 1 de enero de 1959, “por capricho o necesidad de la que nos enseñaron era nuestra segunda madre —la tan traída y llevada patria cubana— fuimos entregados a un padre putativo, dominante y despótico, también sobreprotector y por momentos generoso, al que tratamos no solo de complacer sino de obedecer siempre. No nos quedaba otra alternativa, fue siempre nuestra justificación.

Lo primero que nos quitó la revolución de Castro fue el derecho a la adolescencia. Mientras los jóvenes en todo el mundo quemaban banderas norteamericanas, desafiaban el poder establecido y fumaban mariguana, nosotros —pelados y obedientes— marchábamos bajo el sol ardiente y fingíamos una moral estoica y una entrega absoluta a unos ideales que nos habían impuesto sin nuestro consentimiento.

A mi generación le fue imposible ver en Fidel al joven rebelde, apoyado o rechazado por decisión propia, sino admitirlo como un dios natural, impuesto por la historia convertida en religión de las masas. (…) Fuimos maestros de la espera. Nos enseñaron a dominar el arte de la paciencia: un futuro mejor, un cambio gradual de las condiciones de vida, un viaje providencial al extranjero. Nos enseñaron también a no arriesgarnos, a no creer en el azar, a resignarnos a la pasividad.

Si Fidel Castro muere mañana, dentro de uno o dos meses, cinco o diez años, más allá de la pompa y circunstancia luego solo quedará uno o muchos recuerdos amargos.”

 

Mientras, según Yoani Sánchez (“Receta para olvidar a Fidel Castro”, nota publicada en “O Globo” y “14ymedio”), “todo este exceso de homenajes y recordatorios es, sin dudas, un desesperado intento de recuperar del olvido al expresidente cubano, sacarlo de esa zona de abandono mediático en que cayó desde que anunció su salida del poder, hace ya una década.

Al hombre que nació en el poblado oriental de Birán, en 1926, lo hemos ido dejando en el pasado, condenándolo al siglo XX, enterrándolo en vida.

La propaganda oficial sabe que los pueblos muchas veces apelan a la memoria a corto plazo como una forma de protegerse. Para muchos jóvenes, Fidel Castro resulta ya tan remoto como un día lo fue para mi madre el dictador Gerardo Machado, que a principios del siglo pasado marcó tan negativamente la vida de la generación de mi abuela. Ningún país puede vivir con la vista fija hacia un solo hombre, así que el desenfoque y la distracción se ha interpuesto entre el ex primer secretario del Partido Comunista y la población de la Isla.

Los seguidores de su figura aprovechan las celebraciones por sus nueve décadas de vida para tratar de erigirle la estatua de la inmortalidad en el corazón de la nación. Lo endiosan, le perdonan sus sistemáticos errores y lo convierten en la cabeza más visible de un credo. La nueva religión lleva como premisas la tozudez, la intolerancia al diferente y un odio visceral –casi como una batalla personal– contra Estados Unidos.

Los detractores de “Él”, como lo llaman simplemente muchos cubanos, preparan los argumentos para desmontar su mito. Aguardan el momento en que los libros de historia lo dejen de homologar con José Martí y hagan sobre su trayectoria un análisis descarnado, frío, objetivo. Son esos que sueñan con la era post Castro, con el fin del fidelismo y con la diatriba que caerá sobre su controvertida figura.

Los más, sin embargo, simplemente pasan la página y encogen los hombros en señal de hastío cuando escuchan su nombre. Son los que, por estos días, apagan la televisión y fijan la vista en una cotidianidad que niega cada palabra que Fidel Castro dijera en sus encendidas alocuciones, en aquellos tiempos en que planificaba construir la utopía y hacernos hombres nuevos.

Ellos, los cansados de su omnipresencia, son los que le darán el puntillazo final al mito. Lo harán sin algarabía ni actos heroicos. Simplemente dejaran de hablar de él a los hijos, no colgará las fotos en que se le ve con fusil y charretera en las salas de sus casas, ni nombrarán a sus nietos con las cinco letras de su nombre.

La celebración por el 90 cumpleaños de Fidel Castro es en realidad su despedida: desmesurada y agobiante como fue su vida política.”

 

Finalmente destacamos un artículo de Carlos Alberto Montaner (“El gran entierro”) en el cual se recuerda que al lado de estos 90 años, durante los diez en que ha ejercido el poder, Raúl Castro ha asumido como uno de sus objetivos esenciales deshacerse de todos los burócratas y mandarines fieles a su hermano mayor, como Carlos Lage o Felipe Pérez Roque. Montaner se hace entonces las siguientes y pertinentes preguntas:

“¿Qué peso tiene Fidel en el gobierno? Bastante, pero de una extraña manera. Raúl se acostumbró a ser un apéndice de Fidel. Le debe, literalmente, la vida. Cuando Raúl era un adolescente se lo entregaron a Fidel en La Habana para que consiguiera educarlo. La familia, en el otro extremo del país, quería que fuera médico o abogado. Fidel lo hizo matarife.

Lo convirtió en su hombre de confianza, en su guardaespaldas, en su segundo de a bordo. Lo inició en los tiroteos y en un marxismo rudimentario hecho de consignas. Luego lo arrastró al ataque al Moncada, al presidio, a México, donde enterró clandestinamente a un compañero insubordinado asesinado por Fidel. Lo llevó a la Sierra Maestra y, finalmente, al poder. Lo convirtió en Ministro de Defensa. El Comandante no confiaba en nadie, salvo en su hermano, para entregarle la llave de los rayos. Ahí estuvo Raúl agazapado, casi medio siglo, hasta que, colgado de los intestinos de su hermano, llegó al poder. (…)

¿Cómo manda Fidel en la situación tan precaria en la que se encuentra? Sencillo: lo hace a través de su hermano, casi sin proponérselo. Raúl no se atreve a moverse de los límites establecidos por Fidel. Está y estará paralizado tratando de averiguar la opinión del Comandante ante cualquier cambio sustantivo. Se acostumbró a obedecerlo y a declararlo genio, y ahora se devana los sesos tratando de complacerlo. Los “lineamientos” o reformas raulistas no son otra cosa que la codificación de los cambios desordenadamente autorizados por Fidel en los noventa, tras la desaparición de la URSS. El propósito de Raúl no es enterrar el sistema, sino tratar de apuntalarlo.

¿En qué parará esta larga dictadura cuando los dos hermanos hayan pasado a peor vida? Probablemente comenzará el desguace. La fuga acelerada de cubanos jóvenes demuestra el dato clave que legitima el vaticinio: casi nadie tiene esperanzas de que ese régimen mejore, mientras los comunistas carecen de energía y cohesión para prolongarlo. Vendrá la desbandada final. Empezará en el velorio cuando alguien, en voz baja, pregunte qué hacemos, y alguien, en el mismo tono, responda: hay que enterrar el sistema. No funciona.”

 

4- Fidel Castro es un hombre convertido en su interminable vejez en un enigma ahíto de un pasado cada día más deshilachado por los resultados finales de un proyecto que siempre se concentró en hacer todo, absolutamente todo lo posible por mantenerse en el poder, sin reparar en valores éticos de ninguna clase, como fieles discípulos que son los Castro del tirano soviético, Josef Stalin. Ha sido dicho muchas veces: Fidel nunca se preocupó por construir una ideología propia que se asimilara a lo que hoy es sobre todo un cementerio de ideas fracasadas; su único aporte es un manual práctico sobre como convertir un país en una inmensa prisión bajo su dirección.

Porque Fidel Castro, más que un jefe de Estado, o primer secretario de un partido, fue siempre un desvelado y atento director de una prisión llamada Cuba.

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5- Por último, la oposición cubana celebró su Segundo Encuentro Nacional en San Juan, Puerto Rico del 12 al 15 de Agosto, bajo el auspicio/coordinación y financiamiento de Cubanos Unidos de Puerto Rico. “La aparición de una nueva concertación opositora denominada Congreso del Encuentro Nacional Cubano es el más notable resultado del evento en el que participaron 65 “organizaciones de la Isla y del exilio” en la opinión de Reinaldo Escobar, de 14 y Medio. Se llegó al acuerdo de “forjar una estructura integradora que tiene una Mesa de Coordinación compuesta por 22 representantes democráticamente elegidos”, 11 por el exilio y 11 por cubanos dentro de Cuba. Se nombraron 11 comisiones de trabajo que cada tres meses rendirán informe. Entre las comisiones se encuentran: informática y prensa, derechos humanos, consulta popular, presos políticos, relaciones internacionales, finanzas, asuntos jurídicos, comisión contra la impunidad, etc. Tuvimos el honor de participar en este Segundo Encuentro Nacional Cubano (también en el primero en el 2015) bajo la bandera de América Nuestra/Democracia Cristiana, y aplaudimos a Cubanos Unidos de Puerto Rico y a todos los participantes por el esfuerzo en desarrollar un frente común opositor. El régimen cubano niega que exista una oposición al mismo. El Segundo Encuentro Nacional Cubano es una respuesta y testimonio firmes frente a tal negación. Otra respuesta es la concertación MUAD (Mesa de Unidad de Acción Democrática) que tuvo su segundo encuentro en Quintana Roo, México, en Junio de este año, bajo el patrocinio de la Fundación Konrad Adenauer. El principal dirigente de la MUAD es Manuel Cuesta Morua, del Arco Progresista. También durante 12 años ha dado testimonio opositor Consenso Cubano, concertación formada por 25 organizaciones del exilio y Cuba. Sí existen muchos frentes opositores al gobierno cubano dentro y fuera de Cuba. El que escribe ha sido opositor con las armas en Bahía de Cochinos y después de ésta con las ideas hasta la fecha y hasta la victoria final que finalmente se nos acerca junto con la transición en Venezuela.

 

Marcelino Miyares – Miami, 23 de agosto de 2016.

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