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Antonio Vélez: El esquivo oficio de la profecía

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El primer computador 

Definitivamente, no hay en este mundo nadie más propenso a los errores imperdonables en los pronósticos que los expertos. Y es que la lista de pronósticos fallidos emitidos por personajes considerados grandes conocedores en sus respectivos campos es bien extensa y, con seguridad, seguirá creciendo a medida que pasen los años. Con razón dicen que la única predicción segura es que en el futuro los futurólogos de hoy parecerán tontos.

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Primer radio, de Marconi

Lord Kelvin, prestigioso físico inglés, decía en 1899: “La radio no tiene ningún futuro, las máquinas voladoras más pesadas que el aire son imposibles y se demostrará que los rayos X son un engaño”. Otro físico aún más prestigioso, Albert Einstein, profetizó en 1932 que la energía del átomo nunca podría liberarse; es decir, que consideraba imposible fisionar el átomo. No habían pasado quince años y ya la humanidad lamentaba las tragedias de Hiroshima y Nagasaki. El padre de Einstein también mostró la misma miopía cuando recriminaba de esta manera a su hijo: “Lo único que te interesa es la caza, los perros y atrapar ratas; serás una vergüenza para ti mismo y para tu familia”. Y a propósito de la bomba atómica, el almirante William Leahy, miembro del comité para su construcción, aseguró que “la bomba nunca se construirá; hablo como un experto en explosivos”.

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Primer teléfono, de Bell

En un memorando de la Wester Union se afirmaba que “el teléfono tiene tantos inconvenientes que no puede tomárselo en serio como medio de comunicación”. Y sobre la radio, un gran inversionista norteamericano decía en 1920: “No creo que la radio tenga valor comercial alguno. ¿Quién pagaría por un mensaje enviado a nadie en particular?”. Un poco más tarde, en 1927, Harry M. Warner, uno de los fundadores de Warner Brothers, empresa que introdujo el cine parlante, preguntaba con escepticismo: “¿Quién desearía oír a los actores?”.

El vuelo de objetos más pesados que el aire se consideró durante siglos un imposible, de ahí que tantos personajes importantes le apostaran en contra. Pero aún después de verlos volar, el francés Marechal Ferdinand Fock, profesor de estrategia de la Escuela Superior de Guerra, llegó a afirmar que los aeroplanos eran juguetes interesantes, pero que no tenían valor militar alguno. Un ingeniero de la Boeing, después del primer vuelo del modelo 247, pequeño avión de dos motores y con capacidad para apenas diez pasajeros, aseguró que “jamás se construirá un avión más grande”.

“No importa lo que pase, a la armada naval de Estados Unidos nunca la cogerán durmiendo”, dijo el 4 de diciembre de 1941 el secretario de la Oficina Naval de Estados Unidos. Pero la cogieron durmiendo: apenas tres días después del pronóstico se registró el ataque sorpresivo de la aviación japonesa a la Flota de Pacífico atracada en Pearl Harbor. Margaret Thatcher tampoco lo hizo bien como profeta: “Tardará años –y no será durante mi vida– que una mujer llegue a ser primer ministro”. Profecía autoincumplida. Un alto ejecutivo de la Decca, en 1962, después de rechazar a los Beatles, afirmó: “No nos gusta su sonido. Los grupos de guitarra están pasados de moda”. En agosto de 1968, el analista económico de la revista Business Week comentaba con suma confianza: “Con más de 50 marcas de carros extranjeros en el mercado, es imposible que la industria japonesa se apodere de una tajada importante del mercado norteamericano”. Pero la tajada fue grande.

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Uno de los primeros computadores personales

El vertiginoso avance de la tecnología de los computadores ha tirado por la borda todos los pronósticos. En 1949, la revista Mecánica Popular vaticinó que los computadores digitales estaban condenados a ser unos monstruos de más de una tonelada de peso. Quizá por eso, Thomas J. Watson, en ese entonces presidente de la junta directiva de la IBM, pronosticó muy serio: “Creo que habrá apenas mercado para cinco computadores en todo el mundo”. Y sobre los computadores personales, el más moderno de los electrodomésticos, el presidente de la Digital Equipment Corporation alegaba en 1977 que no existían razones para que alguien deseara tener uno en su casa. Varios años después, un alto ejecutivo de la Hewlett Packard rechazó la solicitud de trabajo de Steve Jobs, creador de la exitosa Apple Computers, con esta explicación: “No lo necesitamos. Usted ni siquiera ha pasado por la escuela”.

 

Con la autorización de Legis

 

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