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6 expresiones latinoamericanas que a los españoles nos cuesta entender (y cómo llegué a adoptarlas)

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Me gusta pensar que para aprender español tuve que irme a Londres.

El castellano llevaba casi 30 años siendo mi lengua materna. La hablaba y la escribía a diario, pero de una forma limitada, como hacemos todos cuando tomamos nuestro entorno inmediato como única referencia.

En Londres, en ese rincón de América Latina en la capital británica que es la redacción de BBC Mundo, me topé de frente con la amplitud y diversidad del español.

Y de alguna manera aprendí de nuevo mi lengua, la ensanché a golpe de expresiones “del otro lado del Atlántico”, muchas nuevas, curiosas, algunas, directamente ininteligibles para un oriundo de la península Ibérica.

Sabía que el castellano que debía utilizar en el trabajo era el “estándar latinoamericano” porque nuestra audiencia es fundamentalmente de ese origen y porque así lo estipulaba el contrato que firmé.

“Algo fácil siempre y cuando se sigan unas reglas sencillas”, pensé.

Vosotros, no: ustedes

Pero, ¿cuáles son esas normas? Las dos más claras consisten en dejarse el pretérito perfecto compuesto en casa y desterrar el vosotros, sustituirlo por el ustedes.

Pasar -es solo un ejemplo- del “he llegado a la BBC y os he encontrado a todos vosotros” al “llegué a la BBC y los encontré a todos ustedes”.

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Para alguien acostumbrado al español europeo, el pretérito perfecto simple abre una distancia mayor que el compuesto entre el presente desde el que se habla y el hecho al que nos referimos.

Mientras que el ustedes implica un trato de respeto, frente a la familiaridad del vosotros.

No suele ser así en América Latina.

Luego, casi con cada noticia, vinieron otras “adaptaciones idiomáticas” y, poco a poco, los “seísmos” se transformaron en “sismos”, el “concienciar” en”concientizar” y el “automóvil”, antes que “coche”, empezó a ser “auto” o “carro”.

E incluso fuera de la redacción, sin darme cuenta, me empecé a “demorar” (en lugar de retrasarme) y a “extrañar a la familia” (en vez de echarla de menos).

También dejé de discutir -y esto sí, con cierto dolor- sobre qué verbos llevan “de” antes de “que” cuando me di cuenta (de) que no nos íbamos a poner de acuerdo.

Un idioma, muchas lenguas

Pero, más allá de estos cambios obvios, pronto descubrí que el famoso “estándar latinoamericano” solo existe en el papel -en el caso de BBC Mundo en la pantalla- y en el habla de los periodistas que se dirigen a una audiencia regional.

Me explico.

En nuestra redacción, como en la propia América Latina, cada persona tiene su propio estándar o jerga, derivado de su lugar de procedencia.

Y debajo de ese “español latinoamericano” encuentras un chileno, un argentino, un colombiano, un mexicano… O incluso más de una variante de cada uno de ellos.

Lo bueno de esta fragmentación es que las posibilidades de aprendizaje son prácticamente ilimitadas.

Ahí llegó una nueva remesa de palabras latinoamericanas -estas de uso no tan general- que después de la extrañeza inicial permearon mi vocabulario.

Empecé a pensar que ciertas situaciones eran “fomes” (aburridas en chileno), me dio “fiaca” (pereza, en argentino) hacer algunas cosas y me pareció normal llamar “man” a quien se cruzara en mi camino.

Y los clásicos “pijos” españoles acabaron compartiendo significado con los “fresas mexicanos”, los “chetos argentinos” y los “sifrinos venezolanos”.

En este contexto, uno acaba hablando raro.

Hasta el punto de que cuando regresaba de visita a mi ciudad, algunos amigos me miraban mal porque se me “escapaban” formas y expresiones que no comprendían o que les sonaban extrañas. Para su tranquilidad, nunca perdí la “z” de mi habla.

Y cuando me fui de la redacción de BBC Mundo y regresé a España, uno de los bienes más preciados que llevé conmigo fueron esas palabras, dichos y expresiones nuevas aprendidas.

Algunas de ellas, hasta se están extendiendo en mi entorno. Hay muchas más, pero les cuento 5 (más una) de mis favoritas:

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-Quilombo: para mí una palabra hermosa, por su significado y por su origen africano relativamente poco común en el castellano, que el español de España debería incorporar a su uso cotidiano lo antes posible. “Quilombo” deriva de las lenguas que hablaban los esclavos llevados por los españoles desde África a América. El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española cita en primer lugar su acepción como prostíbulo. Yo la aprendí como sinónimo de escándalo, lío, desorden, barullo o algarabía, otra palabra hermosa.

-Al tiro: para hacer algo “in-me-dia-ta-men-te” o “en-un-san-tia-mén” no hace falta perder el tiempo pronunciando tantas sílabas. “Al tiro” es concisa, directa y no deja dudas de que hay prisa y de que alguna relación tienes con Chile. Si la pronuncias en España lo más seguro es que te entiendan al verte con cara urgencia, pero si quieres evitar malentendidos y asociaciones con armas de fuego, mejor recurrir a los clásicos “en un periquete”, “en menos que canta un gallo” o “en un pis pas”. O a expresiones más castizas como “cagando leches” y similares.

-Jurgo: esta palabra la aprendí de una inglesa que habla español como una colombiana. Denota abundancia, gran cantidad de algo: “un jurgo de gente”. Y se podría “traducir” como “montón”, “mucho”, “gran cantidad” y “un huevo” de expresiones más.

-Qué tan…: en España, las palabras “que” y “tan” rara vez van juntas, y menos para expresar el significado con que se usan en América Latina. Si ustedes preguntan en España “qué tan lejos está una ciudad”, lo más seguro es que les entiendan, pero que les miren extrañados. Su interlocutor estará seguramente más acostumbrado a que le digan “lo lejos que está esa ciudad” o le pregunten “cuán lejos está” o “a qué distancia”. Sin embargo, el “qué tan”, que tan mal nos suena en un principio, es a mi juicio una de las expresiones más fácilmente adoptables.

Tener cola de paja: me atrevo a decir que este dicho dejaría perplejos a muchos españoles que no tengan un conocimiento del habla latinoamericana. Se usa cuando alguien sabe que ha obrado mal, tiene mala conciencia y trata de evitar una situación incómoda que lo descubra ante los demás. Me gusta por su precisión al definir un sentimiento y porque es gráfica al tiempo que sutil. Gráfica porque si uno tiene cola de paja y se acerca al fuego corre el riesgo de que se le prenda. Sutil porque no hace falta mencionar el fuego en la expresión para entenderlo…

-Vaina: si el español se tuviera que reducir a una sola palabra sería esta. “Vaina” tiene la virtud -y el gran defecto- de hacer el resto del idioma superfluo y prescindible. Con solo este sustantivo y el verbo adecuado se puede expresar todo: “dame esa vaina”, “haz esta vaina”, “ando en una vaina”… En cambio, en España, casi siempre, una vaina es una funda o, en algunas regiones, una judía verde. Para otras vainas usamos palabras más aburridas, como “cosa” o, simplemente, “algo”.

-Buena onda: ya sé que dije 5 expresiones. Pero esta va de regalo. Este modismo se entiende en España, pero pocos lo usan y, quienes lo hacen, dejan entrever que alguna relación tienen o tuvieron con América Latina. ¿Y qué mejor forma de acabar con “buen rollo”?

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Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Querétaro, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad mexicana entre el 1 y 4 de septiembre de 2016. 

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