Imaginemos que Donald Trump fuera una mujer. Simplemente no se puede.
‘»No hay duda de que ella claramente es una candidata superior y que él es una bolsa ambulante de mentiras». Photografía: Joe Raedle/AFP/Getty Images
Hillary Clinton triunfó en el primer debate presidencial, pero se enfrenta a un oponente mucho más formidable que el absurdo candidato republicano: el sexismo
A comienzos de septiembre Hillary Clinton dio probablemente su entrevista más reveladora , – no a la CNN, no para el New York Times, sino al blog Humanos de Nueva York, que publica fotos y breves entrevistas con neoyorquinos. La entrevista a Clinton, siendo ella muy sui generis y sin poder ser descrita como representativa del neoyorquino promedio, no obstante resumió los problemas que enfrentan las mujeres con alto perfil hoy, todavía, y ninguna parte más problemática que la política.
«Lo que funciona para ellos [los hombres] no va a funcionar para uno [las mujeres]», dijo. «Las mujeres son vistas a través de una lente diferente. No está mal. Es simplemente un hecho». A continuación, detalló con precisión cómo, si no ello es malo, es sin duda escandaloso: «Voy a ciertos eventos y hay hombres que hablan antes de mí, y martillan el mensaje y gritan acerca de cómo es necesario que ganemos la elección. Y yo quiero hacer lo mismo. Me encanta agitar mis brazos, pero al parecer eso le causa algo de miedo a la gente. No puedo gritar demasiado. Porque entonces se convierte en ‘demasiado alto’ o ‘demasiado estridente «o» demasiado esto «o» demasiado aquello».
Clinton siempre ha sido cuidadosa en no quejarse de los dobles estándares absurdos impuestos a las mujeres ante la mirada pública – después de todo, como dice ella, «es sólo un hecho«. Y caramba, nada peor que una mujer irritante y quejumbrosa ¿no es verdad, muchachos? Pero en este momento, en esta elección, en la que el candidato presidencial más calificado en por lo menos una generación está cabeza a cabeza con un hombre cuya experiencia política se reduce a despedir a la gente en un reality show, ella no ha tenido más remedio que señalar lo que -siendo a menudo olvidado- es evidente. El primer debate presidencial debería ser estudiado por las futuras generaciones – que, yo sinceramente espero, tendrán una actitud más madura hacia el género que hoy – acerca de cómo el sexismo ayuda al individuo, pero perjudica a la población en general. Porque en dicho debate los votantes tuvieron la oportunidad de ver los diferentes enfoques que llevaron a Clinton y Trump exactamente al mismo punto.
Tampoco son sólo sus enfoques. Como Brit Hume, de Fox News, Brit observó sabiamente después del debate: «Creo que una buena parte se reducirá a cómo la gente reaccionó a las caras que veía, juntas, en la pantalla». Pero, por desgracia para Clinton, Hume decretó que Clinton parecía «no necesariamente atractiva» . ¡Mala suerte, señora Clinton! Es posible que tenga de su lado todos los «hechos» y la «experiencia«, pero no le produjo una erección al presentador de Fox News. ¡La elección ha concluido! (Hume no sintió la necesidad de decir lo mucho que Trump lo había excitado. Una visión diferente, etc.)
Pero antes de llegar al segmento de comparación y contraste, vamos a empezar con un juego divertido. Se ha escrito mucho acerca de cómo el ascenso de Trump es – algunos comentaristas afirman con ligereza – una reacción inevitable a la globalización, o a la corrección política, o al elitismo liberal, o a cualquier otro argumento que usted desee desarrollar.
Pero imaginemos que no fuera Trump el conducto para esta ira, sino una mujer. Procesemos la imagen de una mujer arriba en el podio vociferando sobre su rival, señalando con su dedo en el aire, negando que había dicho cosas de las que hay una amplia evidencia en la red que sí las había dicho. Imaginemos una mujer completamente inexperta, insistiendo en que posee un mejor sentido político que alguien que ha estado en la vanguardia política durante décadas. Por supuesto, no se puede: es algo, literalmente, más allá de la imaginación.
Sarah Palin, cualesquiera fueran sus defectos que al final probaron ser ciertos, tenía una real – y exitosa – experiencia política. Fue lanzada en paracaídas como candidata a la vicepresidencia, que es muy diferente a ascender vía primarias presidenciales.
Si el ascenso político de Trump es una expresión de rabia, que se trata de enfrentar a Trump – un hombre blanco, cuya existencia entera ha estado construida sobre mega-riqueza heredada – contra una mujer, hace hincapié en cómo esta rabia no tiene nada que ver con corregir errores liberales y sí con la restauración de viejas estructuras.
Trump también tenía un listón más bajo que escalar el lunes por la noche, a pesar de ser un hombre tan bendecido con el privilegio que se dio el lujo en el debate de de desestimar, como un «pequeño préstamo», 1,978 $ 1m que le diera su padre. Luego se felicitó a sí mismo por no haber mencionado algo «extremadamente peligroso» sobre Clinton y su familia – claramente las supuestas infidelidades de su marido, como Trump confirmó tras bastidores después – y aquello se sintió casi como un milagro de autocontrol. Después de todo, de acuerdo a un tweet de Trump reenviado el año pasado, «Si Hillary Clinton no puede satisfacer a su marido qué le hace pensar que puede satisfacer a los Estados Unidos?» (No pudo, sin embargo, resistirse a amenazar el fin de semana pasado que quizá invitaría a una presunta ex novia de Bill Clinton al debate. Su campaña suprimió a toda prisa la historia.)
Clinton, por su parte, estaba siendo juzgada como una política y por lo tanto tenía que comportarse ligeramente mejor que Charlie Sheen borracho con sangre de tigre. Su estrategia para tratar con el absurdo que significa Trump, sin ser «demasiado esto» o «demasiado aquello» fue algo que se podría llamar la Estrategia de la Mirada Lateral.
Algunos de sus seguidores ya se han quejado de que ella no reaccionó ante algunas de las afirmaciones más excéntricas de Trump, tales como la de que no pagar impuestos federales es «inteligente«. Pero es que ella no podía hacerlo – porque no está tratando de conquistar a sus seguidores, sino a los indecisos, que bien podrían considerar ese tipo de ataque como «demasiado estridente».
Ella en cambio, sabiamente, le permitió ahorcarse con sus propias palabras, y se limitó a algunas sonrisas a la cámara y a algunos avisos a los verificadores de hechos. La candidata demócrata hacía recordar el papel de Tim, interpretado por Martin Freeman, frente el papel de David Brent -interpretado por Trump- en la serie de TV «The Office», mirando fijamente a la cámara, mientras Brent producía otro absurdo. Ningún comentario es necesario. Ella, sin embargo, se permitió un contoneo de placer cuando Trump rugió que él tenía «un temperamento ganador», y ¿quién puede culparla?
Por supuesto, incluso algunos de los partidarios de Clinton ya la han descrito como «demasiado presumida», «demasiado directa», y todas esas otras cosas que la gente usa cuando quieren decir «demasiado obviamente inteligente para ser una mujer«. Chuck Todd, de NBC, una red ostensiblemente neutral, en realidad se quejó de que Clinton parecía «demasiado-preparada« . Porque a nadie le gusta una mujer que se desempeña muy bien, muchachos.
Un diputado republicano se quejó de que «Clinton simplemente se presenta como la pesada de mi esposa / madre», que sirve como un recordatorio conveniente de que las personas que son sexistas con Clinton en realidad sólo odian a las mujeres.
Pero todo esto no es más que la superficie del problema real de Clinton. Está ampliamente aceptado que ella fue muy superior a Trump en este debate, y que incluso si no te gusta Clinton no se puede negar que ella es claramente el candidato superior y él es una bolsa ambulante de mentiras. Se trata de las dos opciones que tienen los ciudadanos de Estados Unidos. Y, sin embargo Trump realmente todavía podría ganar esta elección: porque él es él, y no ella. Eso es malo, y es un hecho.
Traducción: Marcos Villasmil
NOTA ORIGINAL:
The Guardian
Imagine if Donald Trump were a woman. You simply can’t
Hillary Clinton triumphed in the first presidential debate, but she faces an opponent far more formidable than the absurdist Republican candidate – sexism
Earlier this month Hillary Clinton gave probably her most revealing interview, – not to CNN, not to the New York Times, but to the blog Humans of New York, which posts photos and short interviews with New Yorkers. Clinton’s interview, sui generis as she is, could not really be described as representative of the average New Yorker, but it did sum up the problems faced by high-profile women today, still, and nowhere more so than in politics.
“What works for them [men] won’t work for you [women],” she said. “Women are seen through a different lens. It’s not bad. It’s just a fact.” She then detailed precisely how, if it’s not bad, it’s certainly outrageous: “I’ll go to these events and there will be men speaking before me, and they’ll be pounding the message and screaming about how we need to win the election. And I want to do the same thing. I love to wave my arms, but apparently that’s a little bit scary to people. And I can’t yell too much. It comes across as ‘too loud’ or ‘too shrill’ or ‘too this’ or ‘too that’.”
Clinton has always been careful not to complain about the absurd double standards imposed on women in the public eye – after all, as she says, “it’s just a fact”. And heck, nothing worse than a nagging, whining woman, right, guys? But at this point, in this election, where she, the most qualified presidential candidate in at least a generation, is running near even with a man whose political experience amounts to firing people on a reality TV show, she had little choice but to state the oft-forgotten obvious. The first presidential debate should be studied by future generations – who, I dearly hope, will have a more evolved attitude towards gender than we do – about how sexism helps the individual but hurts the populace. For here voters had a chance to watch the different approaches that got Clinton and Donald Trump to precisely the same point.
Not just their approaches either. As Fox News’s Brit Hume sagely noted afterwards: “I think a lot will turn on how people reacted to the faces they saw side by side on the screen tonight.” And, unfortunately for Clinton, Hume decreed that Clinton looked “not necessarily attractive”. Bad luck, Clinton! You might have all the “facts” and “experience” but you didn’t give a Fox News host a hard-on. Election over! (Hume felt no need to say how much Trump had turned him on. Different lens and all that.)
But before we get to the compare-and-contrast segment, let’s start with a fun game. Much has been written about how Trump’s rise is – some commentators airily claim – an inevitable reaction to globalisation, or political correctness, or liberal elitism, or whatever argument you want to make.
But imagine it wasn’t Trump who was the conduit for this anger. Imagine it was a woman. Picture a woman up there on the podium last night shouting over her rival, jabbing her finger in the air, denying she’d said things there was ample evidence of online that she had said. Imagine a completely inexperienced woman insisting she had better political nous than someone who had been at the forefront of politics for decades. And, of course, you can’t: it is, literally, beyond imagination.
Sarah Palin, whatever her flaws later proved to be, had actual – and successful – political experience. She also was parachuted in as a vice-presidential candidate, which is very different from making it through the presidential primaries.
If Trump’s political rise is an expression of rage, that it is Trump – a white man whose entire existence is built on inherited mega-wealth – up against a woman emphasises how this rage has nothing to do with righting liberal mistakes and everything to do with restoring the old structures.
Trump also had a far lower bar to scale on Monday night, even though this is a man so blessed with privilege he was able to dismiss a 1978 $1m gift from his father as “a small loan” in the debate.At one point he congratulated himself for not bringing up something “extremely rough” about Clinton and her family – clearly her husband’s alleged infidelities, as Trump confirmed backstage afterwards – and it did feel like a miracle of self-control that he didn’t. After all, according to a tweet Trump retweeted last year, “If Hillary Clinton can’t satisfy her husband what makes her think she can satisfy America?” (He couldn’t, however, resist threatening last weekend to bring one of Bill Clinton’s alleged former girlfriends to the debate. His campaign hastily shut down that story.)
Clinton, on the other hand, was being judged as a politician and therefore had to behave marginally better than Charlie Sheen drunk on tiger blood. Her strategy for dealing with Trump’s absurdism without being “too this” or “too that” was something we can call the Side-Eye Strategy.
Some of her supporters have already complained that she didn’t jump on some of Trump’s more deranged statements, such as that not paying federal income tax is “smart”. But she couldn’t – because she’s not trying to appeal now to her supporters but to the undecideds who might well find that kind of attack “too shrill”.
She instead, wisely, let him hang himself with his words, and restricted herself to some side-eye smiles to the camera and nudges to the fact-checkers. She was Martin Freeman’s Tim to Trump’s David Brent in The Office, staring straight into the camera while Brent comes out with another absurdity. No comment necessary. She did, however, allow herself a wiggle of delight when Trump roared that he had “a winning temperament”, and who can blame her?
Of course, even some of Clinton supporters have already described her as “too smug”, “too straight”, and all those other things people say when they mean “too obviously smart for a woman”. Chuck Todd, from the ostensibly neutral network NBC, actually complained that Clinton seemed “over-prepared”. Because nobody likes a woman who performs too well, guys.
A Republican congressman griped that “she just comes across as my bitchy wife/mother”, which serves as a convenient reminder that people who are sexist about Clinton actually just hate women.
But all of this is merely the surface of Clinton’s real problem. It is widely agreed that she wiped the floor with Trump in this debate, and that even if you don’t like Clinton there is no denying that she is clearly the superior candidate and he is a walking bag of lies. Those are America’s two options now. And yet Trump really could still win this election: because he is he, and not she. That is bad, and that’s just a fact.