Ramón Peña / En pocas palabras: Cuento chino
Escalofriante noticia en un diario francés, la de una madre china en la provincia rural de Gansu que, desesperada, dio muerte a sus cuatro hijos de 3 a 6 años antes de suicidarse por no poder mantener a su familia. Antes había sufrido una fuerte multa por haber parido luego del nacimiento de gemelos. No obstante la indigencia en que vivía, el Comité Local le había retirado la ayuda social por haber sobrepasado el número del grupo familiar y el umbral de la pobreza, establecido en 25 dólares al mes para cada ciudadano por el Partido Comunista Chino.
Ciertamente, la apertura de la economía china iniciada hace treinta años por Deng Xiaoping ha permitido rescatar de la pobreza a unos cuantos millones de indigentes. En su inmensa mayoría, han sido campesinos emigrados a las megalópolis para trabajar bajo condiciones inseguras e insalubres de explotación, sin el resguardo de sindicatos, prohibidos por el llamado partido del proletariado
Hoy, en la segunda economía más grande del planeta, unos 400 millones de chinos viven con menos de dos dólares al día, pero en contraste, el país encabeza la lista mundial de millardarios con 568, unos cuantos de ellos provenientes de las filas del Partido Comunista Chino. Según un estudio de la Universidad de Pekin, el 1% más afortunado controla un tercio de la riqueza del país, mientras el 25% más pobre solo posee 1%.
Es curioso cómo el Partido Comunista Chino, luego de reconocer que su modelo marxista-leninista solo acumulaba hambruna y miseria, concibió su sobrevivencia en el poder, reinando en una de las sociedades capitalistas más desiguales del mundo y con explotación salvaje del proletariado, remembranza de aquellas inicuas condiciones de la Inglaterra de la Revolución Industrial, que inspiraron a Marx a condenar el capitalismo.
Históricamente, la mentira, no ha encontrado terreno mejor abonado que el comunismo.