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Editorial: La fractura del PSOE amenaza la estabilidad del Gobierno

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Foto: Gorka Sampedro

Mariano Rajoy fue investido ayer de nuevo presidente del Gobierno. Pero casi fue lo de menos porque era lo previsible. La noticia estuvo por la mañana en la renuncia de Pedro Sánchez a su acta de diputado y, después, en la manifestación Rodea el Congreso convocada por grupos afines a Unidos Podemos. La protesta transcurrió con escasa asistencia y sin incidentes y hay que alegrarse por ello. En el Hemiciclo, lo único que quedaba por conocer era la magnitud de la rebelión de los parlamentarios socialistas contra la dirección de su partido. La decisión del ex secretario general del PSOE pesó mucho en la votación y va a suponer un serio condicionante en el discurrir de la legislatura.

La renuncia al escaño era el camino más lógico que tenía Sánchez si quería seguir aspirando en un futuro a liderar el PSOE. Abstenerse habría supuesto abdicar de sus principios y el voto negativo significaba desobedecer a la dirección del partido. Le habría sido muy complicado después pedir disciplina de voto a quien la rompió en una ocasión tan trascendental como la de ayer. Ahora bien, está por ver que ese movimiento de Sánchez sea positivo para España en este momento concreto.

Asegurar la «gobernabilidad» del país fue el eje del discurso del candidato a la Presidencia del Gobierno. Rajoy afirmó que es absurdo propiciar la investidura y luego poner palos en las ruedas del Ejecutivo. Dijo que al PP no se le puede pedir que legisle contra su programa, aunque se comprometió a «trabajar día a día esa gobernabilidad». A la vez, puso tres límites que no está dispuesto a rebasar: el mantenimiento de la unidad de España, el cumplimiento de los compromisos impuestos por Bruselas y la consolidación de las reformas que han contribuido a la recuperación económica. En este sentido, el portavoz socialista, Antonio Hernando, recalcó que la abstención en la investidura no supone un cheque en blanco y que Rajoy «no tiene la confianza» de los socialistas, pero al mismo tiempo se abrió a negociar los Presupuestos: «Tendrá que convencernos» de que son buenos para España, afirmó.

Rajoy va a contar con un elemento imprevisto a la hora de buscar esos acuerdos de Gobierno con el PSOE. Se va a encontrar un partido socialista profundamente dividido, en el que en estos primeros meses de legislatura van a pugnar por el poder dos visiones políticas casi contrapuestas.

La defenestración de Sánchez, la llegada de la Comisión Gestora y el cambio de postura del no a la abstención ha supuesto un grave deterioro de la imagen del partido y ha roto muchos puentes entre la cúpula y esa parte de la militancia que está con el ex secretario general. Pero lo cierto es que el PSOE ha demostrado sentido del Estado, aunque su portavoz no pudo ocultar ayer que el partido se siente avergonzado por su giro para evitar las elecciones.

La decisión de Sánchez de intentar volver al liderazgo del PSOE tensiona enormemente al partido y, por consiguiente, al grupo parlamentario. Es significativo que ayer votaran no a Rajoy 15 diputados socialistas, con los del PSC a la cabeza como estaba previsto. Es parte de la fuerza con la que cuenta Pedro Sánchez en el Congreso -otros parlamentarios que se abstuvieron también están con él- para iniciar la reconquista del poder.

Una mención especial merece la impresentable intervención del diputado de ERC Gabriel Rufián. Un político no puede escudarse en la impunidad que le da la tribuna de oradores para dedicar su discurso a insultar a diestro y siniestro o a enfrentarse a la presidenta del Congreso cuando le quita la palabra. Es bochornoso que un diputado se comporte en el Parlamento como si estuviera en una mala taberna. Rufián debería reconsiderar su actitud.

Pero el hecho es que España cuenta de nuevo con un presidente del Gobierno con plenos poderes, que el próximo jueves por la mañana nombrará su Gabinete. Es una buenísima noticia después de más de 300 días de impasse político. Como también es positivo que ese Ejecutivo se constituya gracias a un amplio acuerdo parlamentario en el que, sea por el voto afirmativo o por la abstención, están implicados tres de los cuatro mayores partidos políticos españoles.

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