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Cuba no levanta cabeza tras un cuarto de siglo de la desaparición de la URSS

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Firma del Tratado de Belavezha que puso fin a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. (Archivo)

En pleno corazón nevado y boscoso de Bielorrusia, una reunión entre los líderes de las tres repúblicas eslavas de la URSS, Rusia, Bielorrusia y Ucrania, propinó hace 25 años el tiro de gracia al sistema soviético. A miles de kilómetros de distancia, Cuba no estaba preparada para un golpe de tal magnitud, cuyos efectos perduran hasta hoy.

«La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas como sujeto de derecho internacional y realidad geopolítica ya no existe», decía el documento del Tratado de Belavezha firmado el 8 de diciembre de 1991.

Para Cuba, significó la pérdida no solo de su principal referente ideológico -Moscú era visto como el epicentro de la ortodoxia comunista- sino la fuente de enormes subsidios. Valorados en 65.000 millones de dólares en 30 años, desde que la Isla se aliara al Kremlin tras la llegada al poder de Fidel Castro.

“Hasta el día de hoy el poder adquisitivo del cubano no se ha recuperado de la crisis”, sostiene Jorge Salazar Carrillo, profesor de economía en la Universidad Internacional de Florida (FIU).

Economistas han demostrado que el poder adquisitivo del cubano en 2015 es el 28% de lo que tenía en 1989

Las estadísticas le dan la razón. Economistas han demostrado que el poder adquisitivo del cubano en 2015 es el 28% de lo que tenía en 1989. Un trabajador necesita en la actualidad todo su salario para comprar la misma cantidad de productos por la que hace tres décadas pagaba la cuarta parte de un sueldo.

En el caso de las pensiones, la cifra resulta igual de alarmante, reduciéndose el poder adquisitivo en un 50%, comparado con la precrisis.

Maria, de 59 años y técnica de transporte jubilada, recuerda que a mediados de la década de los ochenta su salario de 181 pesos cubanos le servía para “dos veces al mes ir al Mercado Centro, cerca del Parque de la Fraternidad y comprar comida para la casa. Nada de lujos, pero eran alimentos de calidad”, reflexiona.

Hoy, María recibe una pensión que supera en un 10% aquel sueldo. “Una ristra de cebollas me cuesta la mitad de la jubilación”, reflexiona la mujer. También añora el transporte en los años del subsidio soviético. “Tomaba con frecuencia la guagua que iba para Guanabacoa y todo el mundo iba sentado, nadie de pie, porque venía una detrás de la otra”.

Sin embargo, su mayor nostalgia se centra en algunas prebendas que recibían los trabajadores del sector estatal. “De vez en cuando me tocaba una casa en la playa y todo lo pagaba en moneda nacional, a un precio muy asequible”. La mujer dice sentir “nostalgia por aquella época”, aunque también reconoce que “todo estaba más controlado, el CDR no le perdía ni pie ni pisada a nadie”.

“Es muy difícil comparar los ritmos de crecimiento de Cuba en los años ochenta con las cifras de este siglo, porque el sistema de mediciones era distinto”, explica un economista cubano que prefiere el anonimato.

El país utilizaba el mismo sistema para medir su PIB que la Unión Soviética, algo que cambió a mitad de la década del noventa. A esa limitación se le agrega que el Gobierno nunca ha facilitado la metodología que utiliza para la estimación de su crecimiento ni datos como por ejemplo la canasta de precios para ajustar la tasa de crecimiento a la inflación.

“Desde que Raúl Castro tomó el poder, el PIB cubano ha ido decreciendo año tras año y alejándose bastante de las previsiones que hacía el sistema”, argumenta el experto

“Desde que Raúl Castro tomó el poder, el PIB cubano ha ido decreciendo año tras año y alejándose bastante de las previsiones que hacía el sistema”, argumenta el experto.

El pasado año Cuba reportó un crecimiento de 4,4% en su PIB, una cifra cuestionada por varios economistas. La previsión para 2016 se ubicaba en el orden de un 2%, pero fue corregida a menos del 1%. Se espera que en 2017 la economía cubana no crezca o incluso se contraiga. Los problemas tienen causas externas, pero también endémicas, algunas de ellas vinculadas a los efectos del fin del comunismo en Europa.  

“La disminución del envío de crudo venezolano y la grave crisis de liquidez que padeció el país, junto a los problemas crónicos arrastrados de años anteriores han mermado la recuperación”, explica el experto.

El economista cubano Omar Everleny también cree que el efecto de la crisis venezolana se sentirá menos que el fin de la URSS.

“A pesar de que existe una concentración del comercio exterior con ese país, es menos del 40% del intercambio comercial, es decir, mucho menos que lo que se tuvo con la URSS”, sostiene.

Para tener una idea de la importancia que el fenecido aliado tuvo para el Gobierno cubano, basta señalar que en 1989 el 83,2% del comercio de la Isla provenía de los países socialistas agrupados en el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) y de ello más del 60% de la URSS.

Desde las latas de carne en conserva hasta las faraónicas construcciones industriales en Cuba eran subsidiadas por la Unión Soviética. La Isla era vista por el Kremlin como un emplazamiento estratégico en el mundo de la Guerra Fría.

Durante decenios, la URSS apuntaló la nada eficiente economía caribeña mediante tres modalidades: créditos para cubrir el déficit comercial, préstamos para el desarrollo y subsidios de precios.

El apoyo económico del “gran hermano” permitió que el Gobierno de Fidel Castro mantuviera un mercado racionado de productos industriales, que distribuía desde ropa y calzado, hasta juguetes para niños. Un mecanismo que se desplomó con la caída de la URSS. Con la posterior dolarización de la economía, los cubanos se vieron obligados a adquirir aquella mercancía con la “moneda del enemigo”.

A pesar de los elevados volúmenes de ayuda que recibió, Cuba nunca logró establecer una base sólida para la producción. Sin la chequera de los camaradas soviéticos, el colapso económico llegó en poco tiempo.

En 1992 el presidente ruso Boris Yeltsin puso fin a todos los subsidios. La deuda con Rusia se elevó hasta los 35.200 millones de dólares que fueron renegociados en 2014. Moscú, como legataria oficial de la URSS, condonó el 90% de la deuda y se comprometió a invertir el otro 10% en proyectos dentro de la Isla.

Para finales de la década del ochenta Cuba era el país con la mayor deuda externa per cápita en América Latina. Eso sin contar los 13.400 millones de dólares que la URSS regaló a Cuba en concepto de armamento, según el actual gobernante Raúl Castro; una cifra que muchos especialistas consideran reducida.

Según aseveró Raúl Castro, su hermano y expresidente Fidel había “vaticinado” dos años antes el colapso soviético. Sin embargo, el año 1993 sorprendió a La Habana con una disminución de al menos el 50% de la producción industrial que no ha podido ser recuperada.

En el caso de la agroindustria, las cifras son más alarmantes. Cálculos indican que Cuba ha disminuido su rendimiento hasta en un 80% en determinadas áreas. Las zafras azucareras, por ejemplo, apenas llegan al millón y medio de toneladas, cifras solo comparables a los inicios del siglo XX.  

Según una opinión calificada que no quiso ser identificada, “es cierto que el turismo ha crecido y tal vez este año se logre llegar a los cuatro millones de visitantes, pero veinticinco años después del fin de la URSS, conseguir algo tan básico como un plato de comida sigue siendo uno de los principales problemas del cubano”.  

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