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Oswaldo Álvarez Paz: El drama demócrata cristiano

 

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Imposible agotar el tema en un artículo ocasional, pero se trata de algo que nos ahoga por dentro y de alguna manera debemos expresarlo. La democracia cristiana está en crisis en el mundo entero. Esto es válido tanto desde el punto de vista estrictamente político como desde la perspectiva ideológica y doctrinal en la cual fuimos formados desde muy jóvenes.

Quienes ingresamos a los partidos que con diferentes nombres se identificaban con los valores y principios básicos de la DC, no lo hicimos buscando posiciones de poder, al menos inmediatas. Algunos estaban muy lejos de ser significativamente importantes electoralmente hablando. Sin embargo, los dirigentes fundadores eran ejemplo de virtudes a seguir. Así lo hicimos. Lamentablemente el crecimiento en todos los terrenos los fue llevando hacia el camino del cálculo oportunista para obtener ventajas personales y de grupo en la lucha abierta por el poder. Buena parte de nuestros partidos fueron abandonando progresivamente la vocación de servicio a terceros para convertirse en instrumentos al servicio de quienes circunstancialmente los dirigían. Se cerraron sobre sí mismos. Las consecuencias están a la vista, tanto en la Europa inspiradora del pensamiento que nos anima, como en Latinoamérica vista globalmente.

Las luchas internas generaron divisiones y subdivisiones abiertas y encubiertas imposibles de disimular. No sentimos nostalgia por un pasado que no volverá. Más bien se trata de una extraña mezcla de rabia e indignación con relación a quienes desviaron hasta inconscientemente los movimientos y de eterno y agradecido reconocimiento hacia los que hasta el final de sus días se hicieron acreedores de nuestra admiración y respeto.

Resulta que los jóvenes de ayer, quienes crecimos en medio de duras luchas estudiantiles y universitarias, quienes tuvimos que enfrentar a los apóstoles del comunismo castrista que pretendía expandirse, ahora somos los “viejos” en los partidos que van quedando en medio de una enorme dispersión hacia otras estructuras políticas de nuevo cuño, pero quizás con mayor dosis de demagogia atractiva para los inmediatistas que nunca faltan.

Para quienes estamos próximos a cumplir sesenta años en las filas de la democracia cristiana no es fácil hacer objetivos repasos de las distintas etapas de nuestras luchas. Pero tenemos la obligación de hacerlo alejados de toda intención especulativa. Hasta para cumplir con el deber histórico de dejar testimonios existenciales que ayuden al perfeccionamiento de la democracia, tan maltratada en estos tiempos.

De acuerdo a Pio XXII, Pablo VI y Juan Pablo 2°, para sólo mencionar algunos pontífices, la política es una de las formas más excelsas de apostolado. Y como bien nos enseñaron, tenemos la doble responsabilidad de ser demócratas y de ser cristianos. Algunos no lo olvidaremos jamás.

Viernes, 9 de diciembre de 2016

oalvarezpaz@gmail.com

@osalpaz

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