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Breve e impreciso boceto de un partidario

congregados-salen-discurso-oficial-twitter_cymima20170103_0003_13Las imágenes del desfile y la marcha del pueblo combatiente de este 2 de enero provocaron en muchos algunas preguntas: ¿Quiénes son estos cubanos que asistieron a la Plaza de la Revolución? ¿Qué características definen a quienes se despertaron de madrugada, gritaron consignas frente a la tribuna o marcharon diligentes portando un cartel progubernamental?

La prensa oficial los define con adjetivos positivos ‒agradecidos, fieles, combativos‒ y los incluye en el lema de moda, ese que cada uno de ellos repitió durante este lunes: «Yo soy Fidel». Pero cabe también dibujar los contornos de su naturaleza a partir de lo que no son, o al menos de lo que no deberían ser…

Está claro que en la amplia explanada, a la sombra del Ministerio del Interior, no estaban aquellos que mantienen divergencias políticas con el Gobierno o los que no tuvieron el ánimo de simular un desbordante entusiasmo revolucionario. Quienes aún padecían la resaca de fin de año y no pudieron despegarse temprano de la cama también se cuentan en esa lista.

Si se cree a pie juntillas la descripción que hace el oficialismo de fieles allí congregados, tampoco debieron concurrir los que conforman esa «lacra antisocial que no estudia ni trabaja»

Sin embargo, si se cree a pie juntillas la descripción que hace el oficialismo de fieles allí congregados, tampoco debieron concurrir los que conforman esa «lacra antisocial que no estudia ni trabaja», un grupo cuya principal ideología es la sobrevivencia y que llama izquierda a todo aquello que se hace fuera de la ley para sortear los rigores de la cotidianidad.

Se supone que a la Plaza no asistió ninguno de los tantos que trafican con el combustible de tractores y ómnibus del servicio público. No estaban siquiera los negociantes de gasolina o petróleo extraídos de los equipos de generación eléctrica, transporte de carga y vehículos estatales, que revenden el producto a los conductores de vehículos privados.

En esa masa enardecida se deduce que no asomaba el rostro de nadie que comercializa alimentos o productos para la higiene personal extraídos de círculos infantiles, hospitales, escuelas, comedores obreros e incluso prisiones y unidades militares. Porque ese tipo de gente tampoco tenía cabida en una marcha convocada para intachables.

Bajo esa lógica, entre los combativos trabajadores de la construcción no marcharon los que alimentan el mercado negro con cemento, arena, bloques, cabillas, muebles sanitarios, cables, tomacorrientes y tantas cosas extraídas de las obras estatales. Ni hablar de aquellos que incurren en el delito de receptación y compran recursos «desviados» para reparar sus viviendas.

Entre las personas de la tercera edad que representaron a alfabetizadores, antiguos milicianos o combatientes internacionalistas, ninguno debió ser de los ancianos que compran periódicos en los estanquillos al precio de 0,20 centavos y luego los revenden a un peso. Ni de esos jubilados que, a las puertas de los mercados, ofrecen cigarros al menudeo, bolsas plásticas, café o espaguetis del racionamiento para completar su pensión.

Entre los miles de jóvenes y adolescentes que agitaban banderas, portaban pancartas y coreaban lemas no había espacio para los que venden su cuerpo a los turistas ni los que sueñan con largarse del país

La lista de los que –bajo ningún concepto– debieron formar parte de la concentración organizada por el Gobierno este lunes podría alargarse indefinidamente. En esas apretadas filas no tenían cabida los improductivos, los negligentes en el servicio, los que manipulan la pesa en un mercado ni los administradores que maquillan los números antes de que llegue la auditoría.

Entre los miles de jóvenes y adolescentes que agitaban banderas, portaban pancartas y coreaban lemas no había espacio para los que venden su cuerpo a los turistas ni los que sueñan con largarse del país, ya sea cruzando el Estrecho de Florida, atravesando las selvas de Centroamérica o pactando un matrimonio sin amor.

Tampoco estaba previsto que participaran en la concentración los que compran una prueba de ingreso a la educación superior o falsifican un certificado médico para esquivar el servicio militar.

Debieron faltar también los que protagonizan ese fenómeno al que los medios oficiales llaman «crisis de valores» y ejemplifican con el uso de «símbolos ajenos a nuestra cultura» como celebrar el día de Halloween, preferir el fútbol al béisbol o llevar una camiseta con la bandera de Estados Unidos.

Si ninguno de esos excluidos del discurso oficial, estigmatizados por la propaganda y condenados por el sistema, marchó este lunes… entonces, ¿quiénes llenaron la Plaza?

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