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Julio Borges: “El reto es convertir la bomba social en un hito democrático”

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Venezuela es una pequeña torre de Babel. Cada quien habla un lenguaje diferente, lo que impide cualquier entendimiento político. Pero este no es el problema, sino el síntoma de una institucionalidad hecha trizas, hecha escombros. También en la política estamos viviendo momentos de sobrevivencia. Así como hay una cola del pan, también hay una cola de la política.

Julio Borges, dirigente de Primero Justicia y presidente en funciones de la Asamblea Nacional, disecciona, como método forense, las claves de su discurso y de los problemas que enfrenta la oposición. La unidad tiene pendiente un balance de lo que ocurrió en 2016, “un corte de cuenta”, como lo llama Borges. De lo contrario, será muy difícil replantearle al país una estrategia política coherente, creíble, que convierta el drama social en una herramienta para restablecer la constitucionalidad y la vigencia del voto en Venezuela.

En su discurso caracteriza al gobierno de Nicolás Maduro como una dictadura, ¿coincidencia discursiva con el ala radical de la oposición (Vente Venezuela, Voluntad Popular y Alianza Bravo Pueblo) ¿Además de la coincidencia discursiva hay una coincidencia política?


Siempre he pensado que sobre el diagnóstico de la enfermedad que estamos viviendo como venezolanos, nadie difiere en la unidad democrática. Todo el mundo ve, claramente, la enfermedad. Donde ha habido matices ha sido en la praxis, en el accionar político. Y lo que diferencia esta etapa de otras anteriores es un tema fundamental, que nunca había estado presente. Me refiero a la negación, por parte del gobierno de Nicolás Maduro, del derecho al voto y a las elecciones. Nosotros siempre hemos sido —y hoy más que nunca— defensores del voto, porque sólo el voto pone en manos de todo el mundo la solución a los problemas del país. Esa tiene que ser la palabra sagrada. Pero nunca antes, incluso desde que Maduro está en el poder, había una decisión como la hay ahora de que en Venezuela no hay elecciones indefinidamente. Y eso tiene una historia. Es decir, no es nuevo. Aquí 14 millones de venezolanos votaron en las elecciones parlamentarias del 6-D y el gobierno nunca reconoció ese triunfo; debió realizarse la elección de gobernadores y no se hizo, se activó el referéndum revocatorio, al que sólo le faltaba un solo paso (la recolección del 20% de firmas) y también se lo robaron. Ahora, más que nunca, queda claro que el gobierno pasó del autoritarismo a la dictadura. Y queda, igualmente claro, que la lucha es por el restablecimiento del voto y de la Constitución.

Puede ser políticamente correcto hablar de ciertos “matices” alrededor del diagnóstico de lo que estamos viviendo, pero digamos que esos “matices”, que —en mi opinión— no son más que contradicciones llevaron a una serie de errores a lo largo de 2016. Esos errores se están pagando y muy caro. La pregunta es si ustedes van a coincidir en una estrategia que minimice los errores y optimices los logros, lo que se pueda alcanzar.

 


Se han cometido errores y la sabiduría está en reconocerlos y admitirlos. Pero lo que se ha vivido en el último año ha sido un naufragio. Desde el mismo momento en que se ganó la Asamblea con tanta fuerza y el gobierno desconoció ese triunfo extraordinario. O desde el momento en que el referéndum ganaba velocidad para realizarse y el gobierno, simplemente, se lo robó, así como se robó la elección de gobernadores. Esos tres choques lo que produce es que el país entero y la propia oposición queden como aturdidos, como cuando recibes un gran golpe en la cabeza y no sabes bien qué estás oyendo y dónde estás parado. Pero lo que nos corresponde actualmente es entender que esos caminos constitucionales y formales, el gobierno los clausuró y, por lo tanto, para que nosotros logremos darle vigencia nuevamente a la Constitución, no sólo en el plano político, sino también  en lo social y en lo económico, obligatoriamente toca, primero, no creer en soluciones mágicas y segundo entender que el país entero tiene que ponerse a derribar esas murallas y esos obstáculos, que en este momento impiden que tengamos libertad y democracia y que tengamos hasta lo más básico, que es una economía que funcione.

Detrás de esos errores estuvieron las posiciones políticas y las aspiraciones individuales de los líderes de la oposición, lo que a su vez contribuyó a que esos errores se precipitaran. Ante la situación que caracterizó en su discurso, ¿esas apetencias, esos cálculos, esas agendas se van a dejar de lado o, por el contrario, van a seguir gravitando, pero ahora de una manera subrepticia?


Yo sí creo, lo digo honestamente, que ha habido un aprendizaje, ¿En qué sentido? Después del triunfo del 6-D, la sensación era que había un cambio inminente en el país. Y eso despierta, como es natural y sano, que surjan diferentes opciones frente a la posibilidad de un cambio de gobierno. El error está en que de lo sano —opciones, alternativas, debate—, se pasa a otro momento que es calcular, condicionar y canibalizarse. Eso ya no es sano. Sobre esto último yo sí creo que hay un aprendizaje: El desgastarnos en ese canibalismo interno al final no lleva a ningún lado y es el mejor favor que se le hace al gobierno. Pero también esa experiencia deja un saldo positivo, porque una de las cosas buenas de la oposición es que tenemos a muchos líderes diferentes.

¿No cree que la MUD le debe al país una explicación de esos errores, sobre las propuestas que se hicieron —“en seis meses vamos a sacar a Maduro”, “vamos a Miraflores”—, todo eso que fracasó en 2016? ¿No cabe incluso una manifestación pública de contrición?


Sí hay que hacerlo y soy de los que piensa que se va hacer. Y fui de los que trabajé durante todo el mes de diciembre, tratando de que nosotros no comenzáramos este año, 2017, sin que eso se hiciera. Estuve volcado todos los días tratando de recomponer el rompecabezas para que nosotros pudiéramos partir de ese balance, de ese corte de cuenta, de ese verdadero mea culpa, que deje en claro que hubo un aprendizaje y, a partir de allí, y sólo a partir de allí, plantearle a Venezuela cuál puede ser el nuevo camino político.

 

La pregunta viene a cuento porque las encuestas señalan que el costo político para la MUD fue considerable. También hay que considerar el creciente número de venezolanos que canceló el tema de la política. Aquí están reapareciendo todos los factores de la antipolítica. La tentación del outsider. Los que sugieren la candidatura de un empresario. El revanchismo. Qué bueno que fracasó la MUD, porque nos llegó el turno a nosotros.


Yo creo que el problema va mucho más allá de lo que encierra ese planteamiento. En la medida en que la unidad pueda entender bien lo que fue el año 2016, hacer un balance honesto y sincero de lo que ocurrió ese año, replantearse lo que fueron esos errores y a partir de allí, tal como lo señalé anteriormente, relanzar lo que es su visión y su ruta es que puede otra vez reconectarse y liderar al país. Ahora, el problema, no menos grave, es pensar que estamos en un escenario similar al 92, como se vivió con Chávez. De que se podían fabricar opciones anti políticas o anti sistema. El problema, y quiero insistir en esto, es que en Venezuela no hay un tablero para el juego político, no hay un piso donde se puedan librar peleas artificiales. Por eso digo que el problema va mucho más allá. Estamos en un momento de una enorme gravedad, que se describe o se define, simplemente, como un país donde ya no hay Constitución, a la Constitución le pusieron un candado y Nicolás Maduro hace lo que le da la gana fuera de la Constitución. Y por eso la primera tarea no es pensar en quién va a ser el candidato presidencial o no, o quién tiene necesidad de figurar en este momento, sino en crear un gran movimiento de unidad nacional que permita que el país haga valer, como lo ha hecho en otras épocas, su fuerza para imponer su derecho a votar. Ese es el gran drama que tiene Venezuela en este momento.

 

Ciertamente, el problema es mucho más profundo y debería haber consonancia entre los planteamientos que hace en su discurso y lo que cabría hacer políticamente. Allí se habla de dictadura por todo el cañón, por ejemplo, y ya sabemos que las dictaduras no concilian, no dialogan, no respetan derechos constitucionales, simplemente ejercen el poder de la forma más descarnada y arbitraria posible. ¿Cómo sobreponerse al gobierno dictatorial de Nicolás Maduro?


Si lo queremos ver con ejemplos propios, de nuestra realidad, y no con experiencias lejanas, ahí encontramos que la historia venezolana ha sido la resistencia contra el poder. Desde la independencia hasta el día de hoy. Ha sido una lucha larga, difícil, enorme, donde ha habido episodios tan duros como los que estamos viviendo actualmente. Yo quise hacer una gran referencia al 23 de enero, por el significado que tiene esa fecha, pero a veces los que detentan el poder se ciegan, se convierten en esos gigantes de pies de barro y lo que parece en un momento dado todopoderoso, que lo controla todo, en cuestión de segundos se deshace y se impone la realidad y la fuerza de la gente. Incluso en los momentos más difíciles de Venezuela, no ya el 23 de enero sino en la época de Gómez, el movimiento estudiantil del año 28, el mismo movimiento de los oficiales de ese mismo año, donde estaba involucrado el hijo de (Eleazar) López Contreras. Es decir, aquí hay un ADN de libertad, presente en los venezolanos, que incluso en estos 17 años de poder, no lo han podido doblegar. La resistencia no es de unos meses, sino de 17 años, en los que no han podido doblarle la espalda al país.

 

¿Usted le apuesta a esa dosis de ADN libertario? ¿Le merece toda su confianza?


Tengo toda la confianza, porque lo ha demostrado una y otra vez: ese ADN es muy claro. Si Hugo Chávez no pudo, en casi 13 años, convertir a este país en la fotocopia cubana que él quiso, y el país resistió —y resistieron los medios, los periodistas, los estudiantes, las fuerzas políticas y el pueblo—, mucho menos va a poder Nicolás Maduro.

 

Una parte esencial de su discurso está dedicada a la Fuerza Armada, digamos, al partido armado. Sin embargo, el presidente Maduro se anticipó, porque en la remodelación del gabinete designó a más militares en funciones de gobierno. Uno podría pensar que el partido armado va a seguir apoyando a Nicolás Maduro y a la dictadura que se está instaurando en el país.


Si esa mirada se hiciera a 32.000 pies de altura, desde un avión que pasara por encima de Venezuela, tú pudieras llegar a la conclusión, quizás porque no hay una ruptura sino una inercia, una postración, de que los venezolanos están apoyando a Nicolás Maduro. Pero esa conclusión es errada. Y si esa mirada la trasladamos a la Fuerza Armada, también sería una equivocación. Yo estoy seguro de que en la Fuerza Armada, su inmensa mayoría sufre lo mismo que sufre el pueblo venezolano, en términos de carestía, de injusticia, de corrupción, de arbitrariedades, hay un anhelo de cambio, tal como lo hay en el resto del país. Me atrevo a decir que es un espejo. Pero lo que no podemos hacer es incurrir en generalizaciones. Y saber, cuando nos toque hoy, mañana o pasado mañana, ser gobierno, que quienes hayan cometido ese horror de haber llevado a la Fuerza Armada a delitos tan graves como el narcotráfico y la violación a los Derechos Humanos, caso por caso, lo van a pagar, pero repito, sería un grave error hacer generalizaciones. Creo que están tan secuestrados y sujetos a la manipulación política, y al intento de convertirlos en un partido militar, que ellos mismos lo rechazan. Más bien, como lo dije en mi discurso, la invitación es a una nueva relación entre el pueblo y la Fuerza Armada, donde ella cumpla un papel distinto en el desarrollo, en la soberanía y en la modernización del país, sin estar sujeta a manipulaciones para que se convierta en el partido verde, en el partido militar.

 

La tentación de invitar a los militares, no a la mesa de negociación, como lo hizo Henrique Capriles, sino a que diriman este conflicto, a que se conviertan en el último elector, podría plantear el escenario de lo que hizo Pinochet en Chile. <Señores, la Fuerza Armada toma el gobierno y envía a los políticos a unas largas vacaciones>. Creo que Venezuela está corriendo ese riesgo. Los militares podrían decir, <¿por qué vamos a acompañar a Maduro en este sistema fracasado, y también, por qué vamos a renunciar a los privilegios que nos ha dado, por qué no agarramos el coroto?>


Fíjate que mi planteamiento es muy distinto y lo digo muy claro. Mi planteamiento no es ni a la rebelión ni al golpe de Estado, sino a que los militares venezolanos, que votan y que históricamente han cumplido un papel crucial en la construcción de la República, entiendan, como decía Andrés Eloy Blanco, que ellos también son guardianes de la Constitución. Más bien el llamado es a que la Fuerza Armada ayude a que los derechos que establece la Constitución, hoy secuestrada, se cumplan y, fundamentalmente, el voto. Eso para mí es lo más importante. Llamar a los militares para que sean los salvadores de la patria, no lo quiere nadie, ni siquiera ellos mismos. Aquí lo que estamos diciendo es a que el árbitro final, el verdadero sujeto histórico que dirima este conflicto, tiene que ser, obligatoriamente, el pueblo venezolano, porque mi gran angustia y también lo dije en el discurso, es que yo siento que Nicolás Maduro tomó la decisión de que en Venezuela no habrá más elecciones. El gobierno va a hacer todo lo posible para que no haya elecciones de gobernadores y alcaldes. Y así como no hubo referéndum, que no haya ningún tipo de consulta popular. Ahí es donde está el nudo más importante que tiene el país entero, incluyendo a la Fuerza Armada.

 

Maduro ha dicho, de manera reiterada, que la propia Asamblea Nacional se “auto disolvió”. Y ya sabemos que el TJS podría emitir una sentencia en ese sentido.


Sí, pero toma cuenta una cosa muy importante: Nosotros tenemos que ver que el único poder que fue electo por 14 millones de venezolanos, en los años recientes, fue la Asamblea Nacional. No la eligió ni Nicolás Maduro ni un puñito de magistrados. De manera que el desafío nuestro, como líderes, es hacer valer la voluntad de ese pueblo que está por encima de Maduro, por encima de ese TSJ y que, ejerciendo su derecho constitucional, masivamente votó por esa Asamblea. Ese es, realmente, el tablero en el cual estamos ahora.

 

Advierto una contradicción en su discurso, por un lado habla de pensamiento mágico y por otro lado habla de un país rico, que —en mi opinión— podría ser parte de ese pensamiento mágico, porque si algo ha demostrado la historia del siglo XX, es que los venezolanos, al menos, no supimos que hacer con la riqueza petrolera. No es que seamos un país rico, es que no sabemos qué hacer con la riqueza del país.


Lo que yo quise subrayar en esa visión no es simplemente el país que espera que caiga el maná del cielo, sino la inmensa contradicción de que este país, que realmente tiene las mayores reservas de oro, de gas, de petróleo, de minerales del mundo entero, su pueblo está comiendo basura en la calle y, quizás, esa es la demostración de que no es un país rico. Pero si es la demostración de un gobierno rico y de un pueblo pobre. Se calcula que de cada 100 venezolanos ocho hurgan en la basura buscando comida. Obviamente, no somos un país rico. Eso no es un lugar común, no es una excepción, se está convirtiendo en la regla. Aquí realmente el país fue saqueado y todo se convirtió en un enorme sistema de corrupción que ha dejado a los más pobres más empobrecidos, más desamparados, sin ningún tipo de protección. A eso es lo que apunta mi visión en el discurso.

 

Veamos un poco lo que pasó en Ciudad Bolívar. Por una parte, uno no le encuentra explicación lógica a esta medida que tomó el gobierno (la eliminación del billete de 100, sin tener a mano el nuevo cono monetario), después de los puntos, digamos, que se anotó con el resultado de la mesa de diálogo. Sin embargo, esa medida fue tan improvisada y resultó tan perversa, que esos puntos se esfumaron. Y por la otra, vimos el preámbulo de lo que sin ninguna duda es la bomba social que hay en Venezuela. Hubo una reacción tardía de los militares, aunque el gobernador de Bolívar es un militar (Francisco Rangel Gómez). Lo cierto es que el caos social está a la vuelta de la esquina. ¿Cómo convertir en malestar de la población en una poderosa herramienta política?


Hay varias cosas allí. En primer lugar, ese episodio habla de un gobierno que lo único que le interesa es la política y aferrarse al poder. Que toma medidas en otros temas, con una improvisación, con una indiferencia, en la cual no le importa si eso vale la vida de la gente, el hambre de la gente o las navidades de la gente. De ahí la soberbia que termina volviendo ciegos a los que se creen todopoderosos y se llevan más de unas sorpresa histórica que nunca se imaginaron.  Maduro debería tener en cuenta lo que ha sido esa realidad histórica. En segundo lugar, para nosotros, los dirigentes políticos, entender que los problemas del país están allí y que nosotros, en la actualidad, tenemos que salirnos del tablero gobierno oposición, para ir al único tablero, que es pueblo unido, pueblo único, pueblo sufriente, pueblo doliente, versus Maduro y su sistema de pobreza. Esto no es un problema de un gobierno luchando contra la oposición. El tablero es otro, es el pueblo venezolano, en su totalidad, que está sometido a un nivel de indignidad, de sometimiento, de subordinación y casi que de esclavitud en lo más básico, en su comida, en su trabajo, en su día a día, que aquí el único tablero es pueblo versus Maduro. Y ahí los dirigentes políticos tenemos que entender que no hay solución política, si nosotros no transformamos la grave crisis social en una propuesta que desencadene una solución a la crisis del país. En ese sentido, la pregunta es muy lógica. No es que lo social va por un lado y lo político por el otro. Si nosotros no logramos ser los intérpretes de esa crisis social y transformarla en una crisis política que nos lleve al voto, no estamos haciendo las cosas bien. En segundo lugar, si nos quedamos esperando que se produzca un estallido social para que haya un cambio político, también estamos equivocados. Nuestro deber es darle cauce a esa energía que está allí para que no termine siendo un volcán, sino la expresión de una ciudadanía, que quiere cambio. Ese es el reto. Convertir una bomba social en un hito democrático.

 

Usted es dirigente de Primero Justicia y actualmente es el presidente de la Asamblea Nacional, no le voy a preguntar cuál es la agenda, cuáles son las estaciones del recorrido que nos va a llevar al hito democrático, pero sí le voy a preguntar cuándo se va a reunir la Mesa de la Unidad Democrática para definir cuáles son los pasos a seguir. No todos,  porque guerra avisada no mata a soldado, para que alrededor de ese punto no escuchemos la posición de Julio Borges, de Freddy Guevara o de María Corina Machado, sino la posición consensuada de la unidad democrática.


Puedo decirte con suficiente moral, que Henrique (Capriles) y yo, estuvimos todo el mes de diciembre convocando la necesidad de hacer la reflexión, durara lo que durara esa reunión, para la toma de decisiones, de replanteamiento de las cosas, de mea culpa, y fueron muy parciales. Un día hubo una falta y al siguiente otra. Pero le dedicamos todo el mes de diciembre a amasar esa realidad. Ahora, que se activa la Asamblea, yo no me atrevo, entre otras cosas, porque me llevé tantos fiascos, de ponerle un día. Pero si te puedo decir que esa preocupación que planteabas, de entender bien, de explicar bien, qué pasó, que errores hubo, que no se hizo, que sí se hizo, para que con esa visión clara, le puedas replantear la estrategia política al país, debería estar decidida y expuesta en cuestión de días.

 

¿De días? ¿No debió haber sido, digamos, la salutación del año 2017?


Te confieso que la presión que pusimos nosotros es que antes del 20 de diciembre, antes de Navidad, pudiéramos hacer ese corte de cuenta, y plantearle los resultados al país, luego lo propusimos para el 31 y actualmente estamos en este proceso. Pero la parte importante y positiva de este relato es que yo creo que hay una comprensión de los errores y de los aciertos y que a pesar de que pudieran parecer visiones contradictorias, tal como lo sugeriste, se comparte a plenitud el diagnóstico y lo que nos toca es amasar eso en una visión compartida.

 

Va a ser muy difícil que la gente asuma los sacrificios que la situación plantea, si esa unidad de criterios no está expuesta con la coherencia y con la claridad que hace falta.


Absolutamente. Si no la gente va a creer que se trata de una campaña electoral, de nuevas promesas, sin que haya una reflexión.

 

Sin que haya verdadera disposición a enfrentar el gobierno dictatorial de Maduro en otros términos.


Exactamente.

 

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