Cuba: economía y subdesarrollo
Es difícil imaginar, y más aún lograr, fuera de las hojas de ruta del Gobierno cubano, progreso económico sin libertad económica, eficiencia económica sin ingenio individual
Un ruso, un americano y un cubano debatían cual era el país más poderoso del mundo. El ruso gritaba que con dos bombas atómicas acababan con Estados Unidos; el americano que con una granada neutrónica arrasarían con la URSS. El cubano, en silencio, sacaba unas cuentas. Los otros lo miraban intrigados. “A nosotros no nos hacen falta bombas —dijo—, les mandamos dos economistas cubanos en paracaídas y acabamos con ustedes”.
La burla no era muy justa porque por la época del chiste los ausentes en la realidad nacional eran precisamente los economistas. Habían devenido una casta profesional inútil, opacada por el ideal de un hombre nuevo y el voluntarismo político. La Revolución Cubana en su misión de ser incesante, no solo había acabado con el capitalismo, sino que ansiaba llegar al comunismo antes que la propia Unión Soviética. Ah, el fervor de la batalla. Fueron los tiempos sucesivos del sistema presupuestario, el cálculo económico, el sistema de dirección y planificación de la economía, la Ofensiva Revolucionaria y así. Eran los tiempos de la ayuda desinteresada de la Unión Soviética, cuando la solidaridad moral y la ética guevarista eran verdades de estricto cumplimiento en las relaciones de producción para que el hombre dejara de ser el lobo del hombre. La senda materialista para crear el Cielo en la Tierra.
Y así muchísimos años han pasado, llegamos al día de hoy, cuando el Estado cubano apuesta con el Perfeccionamiento Económico y la Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano de Desarrollo para alcanzar un “socialismo próspero y sostenible” en el país, “sin prisa, pero sin pausa”.
Todas palabras muy bien estructuradas en oraciones sólidas, párrafos contundentes en los documentos aprobados, aunque también arduos de entender en cómo y cuándo se harán al fin las cosas. Son como una hoja de ruta, un mapa de buenas intenciones que señalarían la salida de la nación cubana en el año 2030 —al fin— del subdesarrollo. Que traducido en palabras simples significa mejor alimentación, vivienda, y aun mejor educación, atención médica y libertades individuales para los que ya habitan en el planeta Cuba, además de certezas para un mejor desarrollo de las próximas generaciones.
Pero lo que pasa en estos días es que varios economistas cubanos de dentro y fuera de la Isla —y no de los que se alegrarían del fracaso económico del Gobierno—expresan dudas sobre la exitosa marcha de esa hoja de ruta. Faltarían solo 13 años para ese gran “salto adelante” de 2030 y ni la economía cubana crece anualmente al ritmo adecuado, ni las inversiones extranjeras alcanzan el monto necesario, ni la burocracia político-económica cubana facilita la inversión, ni el sistema bancario es eficaz, ni el sistema monetario es apropiado, entre otros renglones que estorban el posible, necesario y apremiante desarrollo de las fuerzas productivas dentro de Cuba para que en síntesis y sencillamente, el cubano viva mejor.
Pequeños nudos a resolver que dependen del real nudo gordiano que han teñido las relaciones político-económicas entre el Gobierno y la población cubana. El conflictivo nudo entre los derechos del Estado y los derechos del individuo. Entre lo colectivo o lo falsamente colectivo y lo personal o lo falsamente personal. Detrás de muchas de las pausas se encuentra dicho dilema Estado-individuo y por qué no, también detrás de algunas de las prisas.
Es un asunto que el Estado cubano debería de solucionar, porque es difícil imaginar fuera de las hojas de ruta, —y menos lograr— progreso económico sin libertad económica; eficiencia económica sin ingenio individual y responsabilidad individual sin progreso económico. Porque de cierta manera, ¿no es la felicidad de un pueblo la felicidad de sus individuos?
Y si Trump revierte la política de Obama hacia la Isla, qué le vamos a hacer. Otro presidente de la conga. Aunque también, tal vez, podamos aprender de las consecutivas esperanzas blancas de los últimos cincuenta y ocho años: la URSS, el campo socialista, el ALBA, la Revolución Bolivariana con buen precio del petróleo y últimamente los americanos. Levanten el embargo y entonces puedo construir el socialismo. Sean mis amigos y solo entonces puedo fortalecer mi economía. Eso, de estar reaccionando siempre a lo que hace o no hace Washington, ¿no es también una especie de plattismo? Con perdón de los talibanes.