Gehard Cartay: Vigencia del 23 de enero de 1958
La Venezuela de hoy se parece bastante a la Venezuela que produjo el 23 de enero de 1958.
Aquella fecha fue el punto culminante de la insurrección popular que derrocó la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez y abrió paso al sistema democrático venezolano que tuvimos hasta l999. Lo sucedido entonces no fue -al contrario de lo que algunos piensan- un simple golpe de Estado. Era imposible que lo fuera. La dictadura tenía su único sostén, al igual que ahora, en las Fuerzas Armadas. Sin embargo, tal circunstancia no impidió su derrocamiento el 23 de enero de 1958, entre otras cosas, porque el apoyo militar no siempre significa que un régimen no se caiga.
Aunque ya se sabe que -como lo dijo socarronamente el ex presidente Herrera Campíns- “los militares son leales hasta que se alzan”, no es cierto que su sólo respaldo, con prescindencia de la sociedad civil, sea suficiente. Ha habido casos de regímenes con sólido apoyo militar -la que mencionamos antes- que, al final, fueron derrocados por vigorosas insurrecciones populares a las cuales, como casi siempre sucede, las Fuerzas Armadas resolvieron no enfrentarse. Eso fue, en efecto, lo que sucedió aquí el 23 de enero de 1958.
Vale la pena detenerse en este aspecto: es probable que la historia militar siempre pretenda ocultar el firme apoyo que la institución brindó -como tal- a aquella tiranía. La historia, sin embargo, es terca, y difícilmente pueda reescribirse. La verdad no es otra sino esta: Pérez Jiménez (PJ) se ufanó siempre de que su régimen tenía su mejor sostén en las Fuerzas Armadas. Dio a estas, en consecuencia, una importantísima cuota de poder, sólo comparable a la actual gestión de nuestros días. Hubo así una militarización creciente en todos los aspectos.
Aquella circunstancia se hizo repugnante a los ojos de los venezolanos, pues se tenía la sensación de que los crímenes, desmanes y arbitrariedades de la dictadura habían contado con el apoyo de los militares o, cuando menos, se habían cometido con su silencio cómplice. Desde luego que tal apoyo no fue unánime: hubo oficiales jóvenes que estuvieron en contra de la tiranía.
En todo caso, al final, la actitud de la cúpula militar que apoyaba al tirano produjo luego una casi unánime desconfianza frente a las Fuerzas Armadas a partir de 1958, situación que sólo fue superada cuando se convirtió en una institución ajena a la diatriba política y partidista, uno de los logros más sobresalientes de la Constitución de 1961. Tal principio era, por lo demás, un ideal bolivariano: la sujeción de los militares al Poder Civil. Por desgracia, a partir de 1999, las cosas han vuelto al lugar donde estuvieron durante la dictadura perezjimenista.
El 23 de enero de 1958 hubo, además, una circunstancia de la mayor trascendencia: nunca antes en la historia venezolana se había registrado un ambiente de auténtica unidad nacional. El país se sobrepuso a sus divergencias históricas de entonces con una facilidad pasmosa. La razón de tal proceder estribaba en el deseo común e indiscutible de marchar hacia adelante, sin detenerse en razones ideológicas o doctrinarias, muchísimo menos de orden partidista.
El 23 de enero de 1958 significa, ni más ni menos, la irrupción del pueblo venezolano contra una dictadura y la posterior implantación de la democracia moderna que conocimos hasta 1999. Ni más, ni menos. Y vaya que son bastantes tales logros desde el punto de vista histórico.
El actor fundamental, por tanto, fue el pueblo. La Junta Patriótica -cuyo papel fue importantísimo- no tuvo empacho en reconocerlo en uno de sus primeros comunicados. Esa rebelión popular fue acompañada por la Iglesia Católica, los estudiantes y todos los gremios actuantes, incluyendo los militares jóvenes de entonces. Acaso el 23 de enero de 1958 sea una de las muy pocas veces donde el pueblo venezolano asumió su propio protagonismo. En otras ocasiones, la falsedad de historiadores inescrupulosos y fabuladores, le asignaron roles que nunca tuvo en verdad.
Hoy pudiéramos aproximarnos a otro 23 de enero como en 1958 y conste que entonces el país no estaba tan mal como hoy. La verdad es que si tuviéramos un liderazgo inteligente y corajudo, capaz de convocar al pueblo a la rebelión que el momento exige frente a un régimen inepto, corrupto e indeseable que ha arruinado a Venezuela como nunca antes, otro 23 de Enero de 1958 sí sería posible. Pero ese liderazgo aún no termina de cuajar y tampoco la firme decisión de los venezolanos de volver a ser el Bravo Pueblo al que canta el Himno Nacional.
¿Qué esperamos entonces para cumplir esta nueva cita con nuestro destino, en nombre los venezolanos de hoy y de mañana?
@gehardcartay