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Ricardo Bada: El profético Sinclair Lewis

trump_it_cant_happen_hereAquel cuyo nombre no digo para no mancillar mi columna, no sólo es un elefante en una tienda de porcelana sino que, además, vino acompañado por todo su rebaño.

Pero al menos en la elección de su consejera Kellyanne Conway le ha hecho un favor a la buena literatura.

Desde que Mrs. Conway aseguró que las mentiras del portavoz del macho alfa del rebaño eran “hechos alternativos”, se han disparado las ventas del libro de Orwell Mil novecientos ochenta y cuatro (la gente suele escribir, y yo también, si me despisto, 1984, pero Orwell lo tituló Nineteen Eighty-Four, y quién soy yo para enmendarle la plana…). Pues casi todo lo que estamos viviendo desde la elección —y sobre todo la asunción— del que les dije es algo que recuerda, pero en grotesco, como visto en un espejo cóncavo o convexo, el Estado que Orwell preveía y temía para el 1984. Muy en especial en materia de lenguaje. El metalenguaje de Orwell se hace realidad en la lengua que está usando el Washington oficial. Nada de extraño tiene que los profesionales del State Department hayan dimitido en bloque.

Ahora bien, Mrs. Conway no sólo le ha asegurado unas buenas ventas a la distopía de Orwell sino también a otra casi más apocalíptica todavía, Brave New World (Un mundo feliz), de Aldous Huxley, y a una tercera, esta de Sinclair Lewis, primer autor USAno en recibir el Nobel de Literatura, en 1930, a sus 45 años.

Cinco después del Nobel, Lewis escribe y publica una visión de lo que sucedería si en 1936 Franklin Delano Roosevelt perdiese su reelección frente a un político nazi, el senador Buzz Windrip, quien haciendo uso de una retórica demagógica y populista consigue arrastrar a las masas empobrecidas de la población, todavía no repuesta de la brutal depresión de 1929. Y nomás llegar a la Casa Blanca pone manos a la obra. Sus chivos expiatorios son el judaísmo internacional y los grandes industriales (lo que hoy serían el islam y el establishment), nombra un gabinete poblado de millonarios, se hace con el control exclusivo de los mass media e interna en campos de concentración a sus enemigos políticos, organiza una fuerza paramilitar (los Minute Men) copiada de las SS de Hitler, y no contento con ello le declara la guerra a México. Esa es la gota que colma el vaso de una resistencia civil no organizada, la cual acaba con su régimen después de que sus propios partidarios le infligen una muerte violenta.

Lewis concibió su profética distopía como profilaxis, que funcionó en 1936 (FDR fue reelegido), pero 80 años después no sirvió para nada. Y ah, se me estaba olvidando: su obra se titula, ¿irónicamente?, It Can’t Happen Here, o lo que es lo mismo, Eso no puede pasar aquí.

  • Ricardo Bada | Elespectador.com

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