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Armando Durán / Laberintos – Venezuela: Una oposición sin rumbo (I)

 

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Dos hechos enturbian esta semana la realidad política venezolana. Una, la lección que se desprende de la crisis política generada en Ecuador por los esfuerzos del oficialismo para efectuar un fraude electoral a la venezolana. El otro, la reaparición en Caracas de José Luis Rodríguez Zapatero, visitante habitual del palacio de Miraflores, en lo que puede ser su última y desesperada gestión para devolverle la vida al “diálogo” gobierno-oposición, que parecía haber muerto definitivamente el pasado mes de diciembre.

   El desenlace de ambas situaciones obliga a la Mesa de la Unidad Democrática, ahora en supuesto proceso de reestructuración, a tomar una dramática decisión: introducir un cambio substancial en su estrategia para enfrentar al régimen, o volver a sentarse a la tramposa mesa de diálogo y seguir aferrada obsesivamente a la opción electoral, así sea fraudulenta, como única fórmula válida para no ser expulsada del juego. Un dilema que no es nuevo en absoluto.

   A mediados del año 2014, cuando las diferencias entre el pueblo opositor y la cúpula de la MUD se hizo insostenible, la MUD le encargó a un grupo de especialistas, coordinado por el ex parlamentario Arístides Hospedales, la tarea de elaborar un conjunto de recomendaciones que le permitiera a la alianza recuperar su perdido prestigio. En artículo sobre el informe, llamado Informe Hospedales, publicado en la edición del 4 de agosto de aquel año en el diario El Nacional, yo advertía que sus redactores señalaban que “la primera y más peligrosamente evidente cuestión a resolverse es el hecho de que la MUD no haya hecho una caracterización aceptable del régimen, calificado por los redactores del informe de autocrático y despótico. El otro punto es la negativa sistemática de la MUD a reconocer que la situación real del país rebasa la dimensión exclusivamente electoral.”

   En un primer momento se tuvo la impresión de que la MUD atendía estas observaciones del informe. Por una parte se designó a un nuevo secretario ejecutivo, por la otra se anunció que los partidos de la alianza acudirían a las elecciones parlamentarias programadas para el 6 de diciembre de 2015 con una tarjeta única y que participar en esa consulta electoral no constituía un fin en sí mismo, sino un medio para alcanzar el objetivo de aprobar de inmediato una ley de amnistía que dejara en libertad a todos los presos y perseguidos políticos y cambiar de presidente, gobierno y régimen en un plazo no mayor de 6 meses. Por ahora no modificaban su caracterización del régimen, pero sostener que la meta electoral era el cambio político, se ajustaba a la esencia del informe Hospedales.

   Sin embargo, tras la jornada excepcional de compromiso popular con los valores esenciales de la democracia en aquella contienda electoral, aquel inmenso poder que representaba haber conquistado dos terceras partes de la Asamblea Nacional poco a poco se fue diluyendo a manos de tres factores que resultaron decisivos: el empleo despiadado del Tribunal Supremo de Justicia y del Consejo Nacional Electoral para dejar sin efecto práctico el aplastante triunfo opositor en las urnas del 6-D, la falta de músculo político de la oposición para resistir esta ofensiva del régimen contra sus adversarios políticos y la contratación del ex presidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero para armar, con el apoyo de Unasur y de los ex presidentes latinoamericanos, Leonel Fernández (República Dominicana) y Martín Torrijos (Panamá), respaldados por el gobierno de Estados Unidos y del Vaticano, una mesa de diálogo que, con la excusa de impedir que la crisis política desembocara en un estallido social y/o un golpe militar, sirviera, como en efecto sirvió, para desmovilizar la indignación ciudadana y garantizarle a Maduro y a sus lugartenientes la continuidad del régimen.

   La filtración a finales de mayo de 2016 de que en el balneario dominicano de Punta Cana estaban reunidos en el mayor de los secretos representantes del gobierno y de la MUD, frustró la maniobra Maduro-Rodríguez Zapatero encaminada a neutralizar a la oposición, pero el hecho de que se hubieran iniciado las conversaciones entre el gobierno y la oposición impidió que Luis Almagro pudiera conseguir el respaldo del Consejo Permanente de la OEA para aplicarle al gobierno Maduro la Carta Democrática Interamericana. El entusiasmo que había invadido el ánimo del pueblo opositor también sufrió entonces un primer y serio sobresalto. ¿Volvía la MUD a sus andadas de antaño? Este temor se puso de lado, sin embargo, cuando la MUD acordó solicitar al CNE la convocatoria de un referéndum revocatorio del mandato presidencial de Maduro de acuerdo con el artículo 72 de la Constitución Nacional y movilizó a sus partidarios para recoger las firmas necesarias para validar la solicitud.

   La activación del mecanismo del referéndum tuvo su punto culminante el primero de septiembre, con la convocatoria a lo que la MUD llamó la Toma de Caracas. Ese día, centenares de miles de venezolanos tomaron las avenidas y autopistas de Caracas para expresar su rotundo rechazo a la permanencia de Maduro en la Presidencia de la República y para exigir la legítima celebración del referéndum revocatorio de su mandato. Poco importaron las acciones del régimen por amedrentar a los ciudadanos. La determinación de un pueblo opositor que desde el 6 de diciembre al fin se sentía sólida y ya invencible mayoría democrática, pudo más que las penalidades físicas y el miedo. Los venezolanos, hartos de “revolución bolivariana”, demostraron ese día que nada ni nadie les impediría seguir manifestando su indignación, donde y como sea, con la contundencia que exigían las condiciones asfixiantes impuestas desde 1999 por un régimen cuyo único propósito político era reproducir en Venezuela la terrible experiencia cubana. 

   Poco duró la esperanza de los venezolanos. En un escueto comunicado divulgado al caer la noche del miércoles 21 de septiembre, el CNE anunció que por razones técnicas el revocatorio no podría celebrarse antes de febrero o marzo del año siguiente, es decir, cuando una derrota de Maduro no significaría la convocatoria de una nueva elección presidencial, sino su sustitución en la Presidencia por su vicepresidente hasta la celebración de las próximas elecciones generales, programadas para diciembre de 2018. De esta manera el régimen ponía al fin sus verdaderas cartas sobre la mesa: las revoluciones no se cuentan en las urnas electorales, a no ser que se tenga garantizada la victoria.

   Días después, en rueda de prensa convocada para responderle al régimen, Torrealba declaró que el objetivo inmediato de la MUD “es lograr que una marejada de pueblo imponga, pacífica pero contundentemente, la necesaria convocatoria a referéndum este mismo año. Por su parte, el dos veces candidato presidencial de la oposición, Henrique Capriles, afirmó que la decisión del CNE “representa un golpe de Estado.” Luego añadió que “llegó la hora de restituir el orden constitucional y anunció que el miércoles 26 de octubre se realizaría la Toma de Venezuela, que no será de 8 de la mañana hasta la una de la tarde, como fue la Toma de Caracas, sino que el pueblo se movilizará hasta cuando y donde tenga que movilizarse.”

   Y así ocurrió, hasta cierto punto. En efecto, esta nueva concentración fue también extraordinaria. Sobre todo, porque en su momento culminante, Torrealba anunció que la agenda de los próximos días incluiría debatir en la Asamblea Nacional la responsabilidad de Maduro en la gestación y desarrollo de la crisis, y su condena por haber abandonado su cargo. En segundo lugar informó que se mantendría la lucha del pueblo en las calles de toda Venezuela, incluyendo una marcha a Miraflores para poner en manos de Maduro su carta de despido. Por último, sin embargo, admitió que si bien la MUD no se reuniría con los representantes del gobierno, sí lo haría con el enviado del papa y el grupo de ex presidentes facilitadores de un eventual diálogo para plantearles que un diálogo con el gobierno sólo sería posible si su finalidad era discutir una agenda electoral concreta.

   Lo cierto era que la MUD ya había accedido a la petición de Rodríguez Zapatero de desmovilizar la protesta popular en las calles y sentarse a dialogar con el gobierno, sin condiciones previas. Una gestión que había contado con dos respaldos invalorables, el del subsecretario del Departamento de Estado norteamericano Thomas Shannon y el del Vaticano. Por esta razón, cuando Torrealba terminó de hacer sus anuncios, Henry Ramos Allup, secretario general del partido Acción Democrática y presidente de la Asamblea Nacional, hizo un llamado a la calma de los ciudadanos, porque ya, sostuvo, “tenemos la partida ganada.” Sólo que al día siguiente una voz disidente se escuchó en Venezuela. “El diálogo”, sostuvo para sorpresa de todos monseñor Diego Padrón, presidente de la Conferencia Episcopal de Venezuela, “no le puede robar al pueblo su derecho a votar.”

   No obstante el anuncio formulado por Torrealba al finalizar la Toma de Venezuela de que los representantes de la MUD sólo se reunirían con el enviado del papa y los ex presidentes, el diálogo estaba a punto de despojar a los venezolanos de ese derecho constitucional. El domingo 30 de octubre, a las 6:32 de la tarde, para vergüenza del espíritu democrático del país, en un escenario cuidadosamente montado por el régimen para destacar la verdadera significación del acto que estaba por comenzar en un salón del museo Alejandro Otero, y ante las cámaras de televisión que lo trasmitieron en vivo y en directo por cadena nacional, se produjo la primera reunión de esta nueva etapa de conversaciones entre el gobierno y la oposición. Con un doble y dramático agravante, la cordialidad con que se saludaban y cambiaban impresiones los representantes del gobierno y la oposición, y la llegada imprevista al escenario de un Nicolás Maduro, efusivamente amistoso con sus adversarios, quien no sólo asumió la responsabilidad de instalar la mesa, sino que lo hizo con una frase sorprendente: “Aquí vengo a tenderle la mano a la MUD.”

   Comenzaba así el último capítulo de lo que puede terminar siendo muy pronto, ya lo examinaremos la próxima semana, el fin de la MUD como esperanza ciudadana.

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