Fillon ante el abismo
El reformador Macron se abre camino frente a la crisis de la derecha francesa
La derecha francesa encarnada por el partido de Los Republicanos se asoma al abismo. La formación política, columna vertebral de la V República, tenía de nuevo el Elíseo al alcance de la mano hace solo mes y medio. Ahora, en cambio, puede ser eliminada en la primera vuelta de las elecciones presidenciales. Sería un revés inédito. Dos son las causas de su alarmante situación: el escándalo del supuesto empleo ficticio de la esposa de su candidato, François Fillon, y la consolidación del liderazgo de Emmanuel Macron, que le aventaja de largo en los sondeos y que incluso se perfila como el más votado en primera vuelta por delante de la ultraderechista Marine Le Pen.
La obstinación de Fillon de continuar en la carrera a pesar de la masiva deserción en sus filas y la hemorragia de apoyos electorales alarma al partido. Su gestión errática y torpe de la crisis está agravando la situación. Pese a la anunciada imputación por parte de la justicia, ha incumplido su palabra de retirarse, ha criticado a los jueces y la prensa y ha terminado por fiar su candidatura a una demostración de fuerza en la calle, algo impropio en quien aspira a convertirse en el presidente de la República.
El comité político de Los Republicanos ha adelantado a hoy su reunión para evaluar la situación, lo que augura el probable golpe de timón que los dirigentes reclaman. Los barones del partido, como Alain Juppé (su posible sustituto) y el expresidente Nicolas Sarkozy, buscan una salida. El problema es que el tiempo juega en contra de los conservadores y que la numantina resistencia de Fillon podría abrir una guerra interna que aún debilitaría más al partido y podría empeorar el descalabro electoral.
Mientras tanto, a 50 días de las presidenciales, el exministro de Economía de François Hollande Emmanuel Macron se abre paso como el candidato favorito de los franceses. Su mensaje socioliberal y reformista ha conectado con la sociedad. Frente a los populismos, su programa promete una realista y sostenida modernización de la economía, apuesta por un profundo europeísmo y hace suya la transición energética iniciada por Hollande, una de las políticas de mayor calado transformador de su mandato.
Macron defiende que su movimiento, En Marche!, no es de izquierdas ni de derechas. Esa idea fuerza que generó escepticismo respecto a sus posibilidades de éxito le conduce ahora en volandas hacia el Elíseo con votos de todo el arco ideológico. Los centristas, tradicional apoyo para la derecha, ya están emigrando a su campo. La sospecha que pesa sobre Fillon de malversación de caudales públicos ha puesto en primera línea la necesidad de regeneración de la política francesa. Es justamente otro de los principios que enarbola Macron, que, al tiempo, pertenece a una nueva generación dispuesta a romper con la endogamia y los privilegios de la vida pública.
Esta volátil campaña está desembocando en resultados inesperados. Los dos grandes partidos (el socialista de Hollande y el conservador) se arriesgan a no estar en la segunda vuelta. Ambos estarán obligados a reinventarse de cumplirse los sondeos. La buena noticia es que Francia, cuya fortaleza es esencial para España y para Europa, cuenta pese a todo con un candidato, el más europeísta, capaz de devolver la confianza en el país y frenar la amenaza xenófoba y nacionalista del Frente Nacional.