Antonio Vélez: El déjà vu
El fenómeno llamado por los franceses déjà vu (ya visto), es algo que casi todos los humanos hemos experimentado alguna vez, y que ha servido para que los amigos del misterio encuentren apoyo a sus elucubraciones. Se presenta de repente. A veces, justo en el momento de entrar en un lugar por primera vez o cuando disfrutamos de una situación familiar que no posee ninguna característica especial, nos llega de súbito la sensación de que el sitio en el que nos encontramos ya lo hemos visitado con anterioridad, o que ya hemos vivido ese instante. La sensación es tan nítida, tan difícil de pasar por alto, que por un instante quedamos perplejos, tratando de arrancar de la memoria la vivencia gemela.
Se han hecho numerosos intentos para explicar tan curiosas experiencias, y existen varias conjeturas, sin que ninguna de ellas haya logrado hasta el momento el consenso de la comunidad científica. Algunos neurólogos afirman que son alteraciones momentáneas en el funcionamiento normal de la memoria; otros se lo atribuyen a fallas intermitentes de la percepción, especie de tartamudeo perceptivo. Se sabe que mediante estimulación eléctrica de los lóbulos temporales puede producirse el fenómeno, y que también se presenta en algunas personas como preámbulo a un ataque de migraña.
Los adictos al misterio también han lanzado sus teorías. Quienes creen en la reencarnación, en particular, encuentran muy natural el fenómeno: el chispazo de memoria no es más que la revelación de un instante fugaz vivido en un tiempo pasado, vivencia que guarda cierta semejanza con la presente. Algunos parapsicólogos creen que el déjà vu corresponde a una precognición inconsciente: nuestras facultades parapsicológicas se anticipan a la situación que habremos de vivir más adelante, y ese momento queda grabado en la memoria subconsciente; luego, en el momento de vivirlo realmente, el recuerdo asciende a la conciencia y genera la sensación de duplicidad. No es que hayamos tenido antes una experiencia similar, dicen, sino que nuestra mente ha sabido adelantársele al reloj.
Para ciertos psicoanalistas, el fenómeno del déjà vu corresponde a un falso reconocimiento: la vivencia presente se parece de tal modo a un acontecimiento pasado, que nuestra memoria los confunde. Y lo hace porque censuramos el recuerdo pasado. Por alguna razón desconocida, el contenido de memoria está reprimido y no puede aflorar con plenitud al nivel del yo consciente. La represión impide que los recuerdos se presenten con nitidez, razón por la cual poseen ese carácter nebuloso y tenue. Freud creía que el déjà vu se presenta cuando una persona recuerda espontáneamente una fantasía inconsciente.
Pero existen razones más simples y menos misteriosas que explican el déjà vu como consecuencia del funcionamiento normal del cerebro. Si la situación que se está experimentando presenta algún rasgo que concuerda o resuena con otra vivida anteriormente, ese rasgo nos conduce de la mano y al instante al suceso pretérito. De forma análoga, la escena vivida en un momento dado puede generar un encadenamiento mnemónico con otra ya vivida en el pasado –quizá porque comparten ciertos rasgos destacados–, sumergida hasta entonces en las profundidades abisales de nuestra memoria. El mecanismo de búsqueda recupera la escena y la eleva al plano consciente, aunque conserva cierta bruma, característica de casi todos los recuerdos añejos.
En ocasiones tenemos la sensación, acertada en este caso, de haber visto ya un sitio en apariencia nuevo, debido a que el viejo recuerdo se encuentra empolvado por los años. De allí la vaguedad del déjà vu experimentado. El neurólogo Oliver Sacks narra un hecho que le sucedió mientras cruzaba por una pequeña población norteamericana. Justo al cruzar por ella, sintió con intensidad el déjà vu. Al reflexionar con cuidado sobre el curioso acontecimiento, recordó que años atrás tuvo que haber pasado por ese mismo pueblo cuando visitó las Montañas Rocosas. En otras palabras, hay oportunidades en las que lo déjà vu ha sido en realidad ya visto.
Con la autorización de Legis.
La fotografía de la montaña entre nubes es de Marta Lucía Restrepo Bravo.