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Castrismo y economía, o del Che Guevara al «Homo Cubanus»

 

 

El castrismo no tuvo teoría económica, sino una rudimentaria praxis al servicio del objetivo político esencial: el mantenimiento del poder a todo costo, aplicando en forma cruda y dura las lecciones del estalinismo.

Nadie puede negar el histórico fracaso del esfuerzo económico de un régimen socialista dispuesto y deseoso de crear en tierras caribeñas un hombre nuevo. La realidad es que, comparando números y resultados, la sociedad del hombre viejo pre-castrista derrota con creces todos los esfuerzos revolucionarios, que incluyeron en sus inicios el nombramiento de uno de sus íconos, hoy especialmente convertido en t-shirt por el mundo capitalista, Che Guevara, como presidente del Banco Nacional, director del Departamento de Industrialización del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) y Ministro de Industria. El Che tenía una varita mágica negativa: todo lo que impulsaba en asuntos económicos quedaba destruido en poco tiempo.

¿Cómo era el antes pre-revolucionario? En 1958, con una población de seis millones de habitantes, Cuba tenía un producto interno bruto per cápita de 374 dólares, según el Atlas of Economic Development (1961) de Norton Ginsburg, o de 520 dólares, según otros autores (H. T. Oshima, Felipe Pazos, José F. Álvarez Díaz, Leví Marrero, José M. Illán). Ese mismo año, el ingreso nacional por habitante de España fue de 180 dólares, menos de la mitad del de Cuba en cualquiera de los dos cálculos.

La verdad es que no puede culparse de los entuertos posteriores, de los fracasos económicos del castrismo, al Homo Cubanus”, cuya capacidad de emprendimiento, su disposición al trabajo y su creatividad en diversos campos se han podido ver en muchos países donde la diáspora cubana se asentó: Venezuela, México, España, son buenos ejemplos, pero sin duda alguna el arquetipo histórico de tales esfuerzos, el modelo del único milagro económico generado por el castrismo, es Miami.

Miami es hoy el emporio de negocios que es, en buena medida por el impulso de su ciudadanía cubana. Los resultados recientes están allí:

El crecimiento del ingreso personal en el estado de Florida, que vio un impulso en 2015, lo tendrá aún mayor en los años siguientes -de hecho, Florida tuvo las mayores ganancias en el crecimiento del ingreso personal de los 50 estados del país, entre el cuarto trimestre de 2014 al primer trimestre del 2015 (según “Florida Economic Estimating Conference”. Florida Office of Economic & Demographic Research, 2015.)

En materia de servicios fundamentales para la calidad de vida, el condado de Miami-Dade es el 4to distrito con mejores colegios de EE.UU.: más de 30 colegios con bachillerato internacional y más de 20 prestigiosas universidades (doce en Miami, cuatro en Broward, cuatro en Palm Beach). Tiene 33 Hospitales de reconocimiento mundial como el Jackson Memorial y el Hospital de Niños de Miami, clasificado como el mejor hospital pediátrico del país.

El aporte a todo ello del “Homo Cubanus” es innegable; la combinación del “Homo Cubanus” con la tierra de oportunidades que ha sido siempre Estados Unidos produjo que miles de ciudadanos de la Isla, a lo largo de décadas, pudieran lograr el sueño de vivir en un orden social donde los seres humanos pueden alcanzar el máximo de lo que son innatamente capaces, y obtener reconocimiento social por lo que son y han logrado.

Pero volvamos a la Isla: luego del fracaso espectacular de los “planes de industrialización”, en los primeros años del castrismo, se intentó volver a la producción de caña de azúcar, con otro fracaso notorio: “la zafra de las 10 millones de toneladas”, supuestas a producirse en 1970. A pesar de poner a toda la sociedad al servicio del objetivo, apenas se alcanzaron 8 millones. Considerada en otros tiempos como la locomotora económica del país, la industria cubana del azúcar tocó fondo en la cosecha 2009-2010 cuando registró una producción de 1,1 millones de toneladas, la peor en 105 años.

En realidad, el castrismo lo único que ha producido en materia económica es una eterna dependencia: primero de la ayuda soviética (hasta la caída del Muro de Berlín), luego de la venezolana. Por muchos años fue una base militar soviética, y en ese entonces lo que más exportaba Cuba eran soldados –en gran medida afro-americanos- para las guerras que el imperialismo soviético libraba en África. Era una forma de alquiler de fuerza de trabajo esclava, que sería sustituida posteriormente -por ejemplo desde que se inicia la dependencia del petróleo venezolano- por médicos cubanos, maestros y entrenadores deportivos, sometidos también a una relación de neo-esclavitud, y que han generado importantes ingresos a la isla.

Una característica esencial es fácilmente reconocible después de medio siglo de destrucción: la exportación de las excusas. Para el castrismo fue el embargo gringo (que ellos y sus amigos llamaron siempre “bloqueo”, con toda una narrativa victimista a la que bastante provecho le sacaron). Para el chavismo la frase actual es “guerra económica”, la cual no se la cree ni la familia de Nicolás Maduro.

Con la llegada al poder de Raúl Castro hubo esperanzas que se han visto frustradas; que si vendría el modelo chino, que si el hombre siempre había sido un pragmático. En realidad incluso las promesas y planes hechos una y otra vez nunca se cumplieron en su totalidad. A la mano tendida de Barack Obama el castrismo ya senil en lo biológico –siempre lo fue en lo ideológico- respondió como el cuento del escorpión: creyó que podía mantener el aguijón activo, sacar todo el provecho sin ceder nada a cambio.

La verdad es que la dependencia ante la ayuda –soviética, primero, venezolana después- no fue nunca una causa de la falta de emprendimiento y del déficit de resultados positivos a través del tiempo; en realidad ella ha sido consecuencia de un régimen con una visión del mundo totalitaria, con un desprecio de la economía como desarrollo y crecimiento autónomo del ser humano, y cuyo único interés fue mantenerse en el poder a sangre y fuego, y para ello el apoyo financiero es esencial. La economía nunca les ha importado, más allá de producir un lamentable escenario de subsistencia para los muchos, mientras los pocos bien conectados han vivido de forma groseramente opulenta. 

Para colmo, podría darse la posibilidad de que una nueva dependencia se dé nada menos que con el enemigo eterno, Estados Unidos. El régimen no deja de salivar anunciando nuevas y mayores metas en materia de turismo gringo, por ejemplo. 

La conclusión inevitable es que el “Homo Cubanus” isleño merece tener las mismas oportunidades e incentivos que tanto han beneficiado a sus hermanos repartidos en todo el mundo.

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