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Venezuela – Otra fecha histórica

 

Junto al 19 de abril, el 5 de julio, el 23 de enero o el 6 de diciembre, el 16 de julio quedará para siempre en el recuerdo de lo mejor de nuestro ser como sociedad. Una vez más, nuestras ilusiones y nuestras convicciones más profundas salen a la luz, y derrotan a la ausencia de liderazgo moral, la ética genocida, la mentira, la corrupción e inhumanidad desatadas por las tinieblas de la peor tiranía que hemos sufrido en nuestra historia.

Un egregio luchador contra las injusticias del poder despótico, Albert Camus, afirmó que “mientras la verdad sea aceptada en lo que es y tal como es, aunque sea por un solo ser, habrá un lugar para la esperanza”. El domingo 16 de julio de 2017 la verdad democrática y republicana fue reafirmada por más de siete millones y medio de venezolanos.

El domingo 16 de julio fue una de las más masivas demostraciones democráticas de desobediencia civil y de rebelión anti-dictatorial en la historia de América Latina.

Es el momento de recordar que fue una consulta popular organizada en menos de 15 días por la única institución pública hoy legitimada democráticamente, la Asamblea Nacional, prohibida por el régimen toda publicidad, frente a una auténtica campaña diaria de amenazas –en especial a los empleados gubernamentales- y sin recursos ni apoyos públicos –solo donaciones y apoyos voluntarios ciudadanos-, que incluyó, POR PRIMERA VEZ, a todos los venezolanos residentes en el exterior (su aumento se convirtió en una verdadera espada de Damocles para el chavismo), perennemente despreciados por un Consejo Nacional Electoral (CNE) pletórico de sinvergüenzas y pillos (o pillas, como las actuales rectoras-brujas-de-Macbeth).

El resultado final fue impresionante: 7.676.894 votantes; más que suficientes para haber revocado a Nicolás Maduro cuando se propuso el referendo y el gobierno lo impidió. Para todos los efectos, el tirano debe considerarse revocado.

Además, votamos con alegría y esperanza, sin las improvisaciones, las cóleras y los delirios con los que se está tratando de montar la farsa constituyente.

Como han señalado varios medios: se votó sin CNE (y su creciente imposición de normas ilegales, como su saboteo al voto de los ciudadanos en el exterior), sin Plan República (ya es hora de que el acto republicano por excelencia, la elección, deje de ser tutelado por las Fuerzas Armadas; el 16 de julio la sociedad civil demostró que el proceso está en buenas manos, sin uniformes verdes en los centros de votación); sin las sospechosas máquinas electorales o captahuellas; sin Ley Seca.

El 16 de julio fue prueba de que el CNE no puede seguir siendo secuestrado y controlado por intereses distintos a los de la sociedad civil; que la única presencia de los grupos partidistas debe ser mediante sus representantes, dejando las rectorías fuera de los cálculos políticos (2+2+1, fórmula muchas veces mencionada), con cinco venezolanos auténticamente independientes en su dirección.

El 16 de julio se demostró que si los venezolanos residentes en el exterior hubieran podido participar en la última elección presidencial, en diciembre de 2013, Nicolás Maduro hubiera perdido esas elecciones sin lugar a dudas, más allá de las múltiples irregularidades y ventajismos que sin duda empañaron el resultado. 

En este terrible 2017 la voz del pueblo antes del 16 de julio ya era rotunda, pero se expresaba en marchas, protestas, trancazos, encuestas. Era necesario dar una muestra contundente, sin ambages a Venezuela y al mundo, que sirviera asimismo para moldear el espíritu opositor y devolver al país su voz más auténtica y clara, que desea conciliar justicia con libertad, ante la cercanía de las luchas definitivas contra la dictadura. Era necesario, por ello, apoyar aún más a la Asamblea Nacional, promotora del evento, y vaya si se logró. El nuevo mandato otorgado por la sociedad mediante la consulta es incuestionable.

Tomando las palabras de Michael Penfold, en Prodavinci: “Lo que vimos este domingo en la consulta popular fue una sociedad autónoma, con una capacidad organizativa enorme, desplegada globalmente y dispuesta a utilizar esa misma cultura democrática, herencia de un país que en su historia contemporánea siempre ha resuelto sus conflictos por la vía electoral, y que lo único que solicita es restaurar pacíficamente el orden constitucional (…) detrás de este evento cívico no hay sólo votos y la manifestación de una mayoría, sino hay, sobre todo, un enorme compromiso de lucha ciudadana”.

El domingo 16 de julio nuestras razones para continuar la lucha se fortalecieron como nunca; las del régimen se hunden cada vez más en la confusión. El antiguo Titanic chavista es hoy un peñero haciendo aguas por todas partes. Como afirmara el ex-presidente mexicano Vicente Fox, observador en la consulta: “Qué día de fiesta, de fiesta democrática; este arroz ya se coció. El régimen será vencido; llegó la hora de la libertad, la hora de Venezuela, la hora de los ciudadanos”.

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