Ricardo Bada: Jane Austen (1775-1817). La saga de Lizzy Bennet
Deben de ser escasos los autores de la literatura universal cuyo repertorio ha sido trasladado íntegramente al celuloide o a la pequeña pantalla. El caso se da de manera relativamente fácil con alguien como Homero, cuya parternidad abarca sólo dos obras, que en total, según los registros de www.imdb.com, la Biblia de los cinéfilos, han alcanzado 45 versiones entre el cine y la TV. Y no digamos ya cuando alguien es el autor de una sola novela, como puede ser el caso de Giuseppe Tomasi di Lampedusa y su Il Gattopardo, o de Juan Rulfo, con su Pedro Páramo, amén de que también se han filmado al menos ocho cortometrajes con otros tantos de los 17 cuentos que componen El llano en llamas (probablemente sean más, pero sus títulos no me permiten adivinar el del original y www.imd.com es parca en información al respecto).
Pero ¿y los autores de obra tan caudalosa como Balzac, Dickens, Dostoievski, Galdós? Tras un análisis de los resultados que pude rastrear en esa Biblia profana, casi puedo establecer el principio de que la respectiva filmografía se encuentra en relación directa con la producción cinematográfica o televisiva de sus países. Mientras de Dickens se ha filmado casi todo, de Galdós nada más que 22 títulos (y pensemos que tan sólo los Episodios Nacionales son 46).
Ese principio que me aventuro a formular encuentra su mejor expresión en Shakespeare, del cual se han filmado todas, absolutamente todas sus 37 obras. Y dejo constancia de que al chequearlo de la manera más escrupulosa me tropecé con al menos tres pelis mexicanas: Romeo y Julieta, con Cantinflas, dirigido por Miguel M. Delgado sobre un guion de Jaime Salvador; El charro y la dama (versión charra de La fierecilla domada), de Fernando Cortés, en 1949, sobre una historia escrita por nadie menos que Max Aub; y Huapango (la versión huasteca de Otelo), de Ivan Lipkies, en el 2004, con un guion suyo.
Otra agraciada por el favor de los modernos medios es Jane Austen, el bicentenario de cuya muerte quiero recordar con una consideración detallada de la filmografía de la más célebre de sus obras. Porque, con la sola excepción del fragmento The Watsons (y a ello volveré luego), también toda su obra quedó plasmada en imágenes vivas: Mansfield Park 3 veces, Persuasion 7, Northanger Abbey 9, Sense and Sensibility 10, Emma 12, y Pride and Prejudice [Orgullo y prejuicio] la friolera de 29 veces. Pero es que además también se han filmado dos de sus fragmentos de novela, Sanditon y Lady Susan, cada uno una vez, de manera de The Watsons está al caer si es que no cae con las celebraciones del bicentenario.
[Por cierto que a la adaptación de Lady Susan la titularon Love & Friendship, y al saberlo me pregunté si no sería por un rescoldo de moral victoriana; Lady Susan, título del fragmento, y Jane Austen, nombre de la autora, quedan peligrosamente cerca, y “Lady Jane” es uno de los muchos eufemismos very british para nombrar el coño, de manera que D.H. Lawrence supo muy bien lo que hizo al titular John Thomas y Lady Jane (=La verga y el coño) su segunda y mejor versión de Elamante de Lady Chatterley. Quien ha leído las tres, lo sabe].
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No es mi propósito llevar a cabo un inventario exhaustivo de todas y cada una de las 29 veces que Orgullo y prejuicio se filmó, pero sí destacar algún elemento. Y para ello empezaré por decir que, cosa curiosa, fue la TV y no el cine el primer medio en adaptar esa joya. Sucedió en 1938, y lo hizo naturalmente la BBC, en una versión que duró 55’ y en la que Lizzy Bennet fue protagonizada por Curigwen Lewis, actriz galesa de 33 años, de filmografía escasa y con una sola excepción toda para la pequeña pantalla.
Dos años después, y con el guión de todo un Aldous Huxley, se filma su primera adaptación al cine, en una peli de 118’ que llegó a nuestros cines con el título Más fuerte que el orgullo; una peli que falló no sólo en la concepción del guión, donde las cinco hermanas Bennet no fueron sino cuatro y Mr. Darcy [=un apuesto y joven Laurence Olivier] se enamora de Lizzy en un flechazo casi © by Corín Tellado, sino que, además, a Lizzy la interpretó Green Garson, gran actriz… pero de unos 36 años que se le notaban mucho. Demasiado.
[Dicho sea de paso, en esta versión el papel de Jane lo interpreta Maureen O’Sullivan, y me asalta la duda de si no sería porque desde 1932 estaba siendo la Jane por antonomasia, al lado de Johnny Weissmuller, el Tarzán también por antonomasia. Ocho años después, en Pride and Prejudice, en el baile de Meryton donde conoce al dueño de Netherfield, casi espera uno oírla decir: “You Bingley, I Jane!” Perdónenme el irrespeto].
Pride and Prejudice (1940). Maureen O’Sullivan, Marsha Hunt, Greer Carson, Heather Angel y Ann Rutherford
Este tema de la edad de las actrices que alguna vez fueron Lizzy Bennet es de a deveras muy interesante, porque pone en tela de juicio la capacidad histriónica de interpretar a una joven de 21 primaveras. Cierto que la legendaria Sarah Bernhardt hizo Hamlet a los 55 años, y hasta la Melisande de Maeterlinck con 60, pero en una actriz de esa categoría la coherencia entre la cronología propia y la del papel que se lleva a las tablas se pasa por alto. Lo que no puede ser el caso en el cine ni en la tele.
Por ello es de rigor hacer, aquí sí, un sucinto inventario de las edades que han tenido las intérpretes de Lizzy Bennet, y que van desde los 40 años de Madge Evans (1949, en una versión para la TV gringa Showcase Productions) hasta los 20 —¡incluso un año más joven que Lizzy!— de Keira Knightley (2005, la peli producida por Universal Pictures). Tan sólo una actriz hizo Lizzy a sus propios 21 años, la italiana Virna Lisi, en una adaptación de la RAI, Orgoglio e pregiudizio, de 1957.
Por mor del inventario hago constar asimismo que hay siete actrices intérpretes de Lizzy Bennet de las que ni siquiera www.imdb.com tiene datos cronológicos fehacientes:
Dee Hennigan en una producción TV inglesa de 1995 titulada Furst [sic, en vez de First]Impressions, el primitivo título de Pride and Prejudice;
Ashley Clements en las 5 temporadas, 27 episodios, de TheLizzie [sic, en vez de Lizzy]Bennet Diaries, del 2012 a 2014;
Taryn Hoffman, en el cortometraje del 2013 Pride and Prejudice and Zombies, de la productora gringa I’m Not Finished Films;
Elizabeth Hopper en Austenland, Part Two (2013), episodio 118 de la 15.ª temporada de la serie inglesa Doctors;
Jolie Stanford en la miniserie del 2014, por McGibney Productions;
Jennifer Teska en la serie gringa The Jane Games, donde se reúnen las seis protagonistas de las seis novelas de doña Austen, esto es, Anne Elliot (Persuasion), Cat Moreland (Northanger Abbey), Marianne Dashwood (Sense and Sensibility), Emma Woodhouse (Emma) y Mary Crawford (Mansfield Park), además de, claro está, Lizzy Bennet;
y finalmente Elise Groves, en los 10 episodios de la serie inglesa Austentatious, del 2015.
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En el gabinete de curiosidades de las diversas filmaciones de Pride and Prejudice encontré no pocas sorpresas:
1952, en la serie de 180’ producida por la BBC, Mr. Darcy es Peter Cushing, a quien tan sólo podemos recordar en papeles tan alejados del de Mr. Darcy como son los del Dr. Frankenstein o Sherlock Holmes;
1959, el episodio de la 2.ª temporada de la serie Caravana titulado The Steele Family Story, aunque no se le da el crédito correspondiente a Jane Austen, es una traslación al escenario de los western de la familia Bennet, sólo que la mamá es viuda y no tiene nada más que cuatro hijas;
1961/62, en los 6 episodios de la serie De vier dochters Bennet, de la productora neerlandesa NCRV, las hermanas Bennet, como reza el título, también son cuatro y no cinco;
1980, en la nueva producción de la BBC, esta vez de 265’ repartidos en 5 episodios, el guion es de Fay Weldon, la autora de Vida y amores de una maligna —de un humor negro como sólo los ingleses son capaces de generar—, con un sagaz empleo de la voz en off para seguir el hilo de los pensamientos de Lizzy;
2003, una buena peli de Bestboy Pictures, ambientada en nuestros días y en un campus gringo, incluyendo la deliciosa interpretación de la argentina Lucila Solá en el papel correspondiente a Jane Bennet;
2004, la novela inmortal llega fatalmente a Bollywood con el título Bride and Prejudice[Bodas y prejuicios], también ambientada en nuestros días, en la India y California, y con un fallo grande en el reparto, pues a Lizzy (a) Lalita Bakshi, que no es la más guapa de las cinco hermanas (la guapa es Jane), la interpreta Aishwarya Rai, de una belleza tan deslumbrante que después de ganar el título de Miss India en 1994, se convirtió en Miss World;
2008 es el año de Lost in Austen [Persiguiendo a Jane Austen], una miniserie producida por Mammoth Screen y que sucede a caballo entre la época de Jane Austen y la nuestra, un tour de force guionístico, en el cual la protagonista contemporánea termina yéndose por el túnel del tiempo a vivir con Mr. Darcy, mientras Lizzy se queda a vivir entre nosotros, era ya una adelantada a su época cuando la concibió Jane Austen;
2011, A Modern Pride and Prejudice, otra versión de la novela ambientada hoy y que tampoco está nada mal;
2013, Pride and Prejudice: Having A Ball, producción de la BBC en cuyo reparto no aparece Lizzy Bennet y se registra como documental;
2013, los tres episodios (180’) de Death Comes to Pemberley [La muerte llega a Pemberley], asimismo de la BBC, adaptación de la novela homónima de P.D. James, austenita convicta y confesa que de este modo dejó documentada su devoción a la novela;
y 2016, otra vez Pride and Prejudice and Zombis, ahora un largometraje abominable de 108‘, de Cross Creek Productions et alia, en el que su Lizzy desacraliza la inolvidable frase inicial de la novela («Es una verdad universalmente reconocida que un soltero poseedor de una considerable fortuna tiene que andar necesitado de una esposa») convirtiéndola en algo tan deplorable como «It is a truth universally acknowledged that a zombie in possession of brains must be in want of more brains». Vomitivo.
Haré notar que en el archivo dedicado a las adaptaciones de obras de Jane Austen al cine y la TV, esa Biblia del cinéfilo que es www.imdb.com, he echado de menos la versión de Orgullo y prejuicio en 1966, por RTVE, con una Elena María Tejeiro de 27 años en la adaptación de 50’ llevada a cabo por alguien tan ducho en la materia como Alberto González Vergel.
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He dejado expresamente para el final aquella que pienso que es la mejor versión de Orgullo y prejuicio, la serie de 1995, en 6 episodios que duran en total 327’ y en la cual la BBC echó la casa por la ventana, con Jennifer Ehle y Colin Firth —pareja que estuvo en estado de gracia durante toda la filmación— desempeñándose como Lizzy y Mr. Darcy. Y es de lejos la mejor, aunque en la versión para el cine de 2005, donde Lizzy es encarnada por Keira Knightley, un año más joven que ella («¡y un apellido tan mío!», diría Miss Austen, y tanto que tan suyo, como que es el del protagonista de su Emma), son superiores las actuaciones del matrimonio Bennet, interpretado por una pareja asimismo excepcional: Donald Sutherland y Brenda Blethyn, la entrañable Cynthia de Secretos y mentiras.
Estoy completamente convencido de que esta versión 1995 de la BBC sería la favorita de la propia Jane Austen: Lizzy y Mr. Darcy no se tocan físicamente sino las manos, y aún así unos escasos segundos, en el baile en Netherfield durante la danza del “Mr. Beveridge’s Maggot”, y en Pemberley cuando él la ayuda a subir al landó: amén de ello él la toma una vez del codo y le aprieta levemente el brazo en la hospedería de Lambton al llevarla a sentarse, con ella llorando tras leer la carta donde Jane le cuenta la huída de Lydia con el infame Wickham.
Pero todas y cada una de las demás veces en que los dos están juntos, la pantalla chisporrotea por la intensa electricidad estática de que sus cuerpos se cargan con la recíproca presencia. Muy en especial durante la escena de la rectoría, cuando Mr. Darcy le declara su amor y le pide que sea su esposa, y ella lo rechaza con lo que el exégeta David Shapard, de la edición comentada que manejo, califica como “truly devastating words”: “Se equivoca usted, Mr. Darcy, si supone que la forma de hacer su declaración me hubiese podido influir de otra manera que ahorrándome el pesar que habría sentido al rechazarlo, de haberme tratado usted de una manera más delicada. Usted no me hubiera podido ofrecer su mano de ninguna forma que me hubiese tentado a aceptársela. Desde el mero comienzo, casi podría decir desde el primer momento de conocerlo, me impresionaron de sus maneras el grado de su prepotencia, su arrogancia y su desprecio egoista de los sentimientos de los demás, lo que fundamentó mi antipatía, reforzando irreversiblemente mi aversión los acontecimientos que siguieron, y no lo conocía a usted más allá de un mes, cuando ya sabía que es el último hombre en la tierra con quien quisiera casarme”. Pues sí: palabras verdaderamente devastadoras y que nos dejan con el alma en vilo, sí, porque no importa cuántas veces hayamos leído la novela, al llegar a este punto, y a pesar de saber lo que sigue, no podemos dejar de temer que la relación entre ellos jamás llegue a terminar en un happy end. Es irracional, ya lo sé, pero pregúntenle a un amigo austenita que tengan, y sabrán que lo irracional está más extendido de lo que parece.
Last but not least: Acaso no sea ajeno a ese chisporroteo de que hablo el que Jennifer Ehle y Colin Firth hayan mantenido un idilio durante el rodaje —“they had a relationship”, diría Miss Austen—: pocas veces se ha visto un tan denso y significativo intercambio de miradas como cuando Lizzy va pasando las hojas de la partitura que toca Georgiana al piano mientras Mr. Darcy la contempla embelesado, o mejor dicho: embelizzydo. Es todo un madrigal de las más altas torres.
(Claro está que en la imagen final de la serie se besan, claro que sí, como mandan los cánones: pero ya casados, no se alarme, Miss Austen).
Ricardo Bada
Escritor y periodista, residente en Alemania desde 1963. Editor en ese país de la obra periodística de García Márquez y los libros de viaje de Cela, y autor de Don Enrique, la única antología integral en castellano de la obra de Heinrich Böll.