De asesinos varios y una doctrina
Fue un trabajo lento, pero concienzudo. Las autoridades españolas intentaron paliar el escarnio de las penas de prisión con las que se castigaba a delincuentes de la ETA mediante un cambio en el cálculo de los beneficios penitenciarios, esos que hacen que si estudias taichí, por ejemplo, te retiren un par de años de tu pena total. Sin ir más lejos: no pocos prisioneros etarras obtenían certificados falsos de estudios de la Universidad del País Vasco al objeto de aligerar su estancia en prisión. La doctrina Parot se ideó para evitar la salida temprana del sanguinario asesino Henry Parot, detenido en Sevilla cuando iba a colocar una bomba en un centro comercial, al objeto de emular la acción de Hipercor que ahora ha cumplido treinta años. No significaba alargar artificialmente las penas impuestas, sino impedir mediante un cálculo más racional -no es lo mismo matar a uno que matar a quince- los beneficios inmerecidos. El Gobierno de Rodríguez Zapatero andaba en negociaciones con ETA y, ya que no podía ofrecer liberar así porque sí a todos los presos, ofreció buscar caminos para derogar esa doctrina y asegurar de esa manera la salida de un buen puñado de criminales a la calle. La solución estuvo en el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, donde Luis López Guerra, el español allí colocado por el Gobierno, impulsó una sentencia -y votó a favor de la misma- mediante la cual se diese la razón a la asesina Inés del Río y se le evitaran años finales de condena. Era el instrumento que necesitaban: podían haber aplicado la misma solo a esta tipa, pero hicieron extensiva la norma a todos los encarcelados, fueran de ETA o no. Era parte del pacto. ¿Qué pasó?: que, efectivamente, salió Inés y detrás Parot y todos los demás, de forma sucesiva. Los asesinos canallas de Hipercor, Josefa Ernaga y Domingo Troitiño, fueron puestos en la calle con menos años de condena que muertos en su haber. Ni se han arrepentido ni han pedido perdón ni nada parecido. Mataron -solo en esa acción- a veintiuna personas como usted y como yo que pasaban por allí. Un tercer miembro del grupo, Caride Simón, está de permanente permiso penitenciario y se ha acogido a la Vía Nanclares, la que contempla algunos beneficios si se muestra arrepentimiento y se colabora con la Justicia. Vaya usted a saber si el arrepentimiento de estos criminales es sincero, pero, en fin, es lo que hay.
Pero, claro, con la salida de individuos que en cualquier país de nuestro entorno -con democracias más largamente asentadas que la nuestra- estarían de por vida entre rejas, también se propició la salida de asesinos indeseables etiquetados como ‘presos comunes’ en contraste con los considerados asesinos de ‘carácter político’, diferenciación indecente que durante años se ha utilizado en España. ¿Y quiénes eran esos tipos?: pues sujetos como el asesino de Alcácer o el tristemente conocido “violador del ascensor”, un delincuente que cometió dos asesinatos y no pocas violaciones en los ascensores que supuestamente reparaba. Condenado a cientos de años, el cálculo hacía que fuera a estar en torno a veinte, con suerte, en la cárcel. La Parot pudo retenerlo algo más, pero gracias al trabajo de López Guerra salió tan campante a la calle con la intención manifiesta de continuar con sus fechorías. Efectivamente, hace pocas semanas fue detenido acusado de violar mujeres después de abordarlas y maniatarlas, trasladarlas a Segovia y dejarlas de nuevo aturdidas en cualquier calle de Madrid. Todas ellas saben a quién deben agradecer ese tormentoso pasaje. Al igual que las víctimas de Hipercor -los que perdieron a sus padres, a sus hijos o hermanos-a quién deben agradecer ver la fotografía de Troitiño campante por los bares de su pueblo, en el que fue recibido por sus conmilitones con la efusividad habitual en estos casos.
ETA está en las instituciones de la mano de EH Bildu, sus representantes batasunos durante tantos años. Sostienen, por ejemplo, con Podemos, el Gobierno indecente de Uxue Barkos en Navarra, gobiernan el Ayuntamiento de Pamplona y apoyan la risible moción de censura del cantamañanas de Iglesias en el Congreso, entre otros ejemplos. Lo cual provoca, junto con lo anteriormente expuesto, una inevitable sensación de náusea de la que nunca se acaban de reponer aquellos que tratan de ser decentes.