¿Dónde mueren los pájaros?

¿Por qué no vemos cadáveres de palomas pese a haber miles? ¿Tienen las aves, como los elefantes, un cementerio al que van a morir? ¿Migran para hacerlo fuera de las ciudades?

Vivimos rodeados por ellas: en los parques, sobre los monumentos, sobrevolando plazas o colonizando incluso nuestro balcón. Las palomas se han hecho con las ciudades y son ya parte del paisaje de toda grande urbe, hasta convertirse en un problema para el patrimonio artístico de las mismas porque sus excrementos ácidos deterioran fachadas y esculturas. Pero, curiosamente, son muchos los que se preguntan cómo es que no encuentran sus cadáveres cuando pasean por calles, parques y jardines. Parece extraño que con su número no haya aquí y allá el cadáver de alguna paloma. ¿Es que ellas y los demás pájaros van a morir a algún lugar, como el legendario cementerio de los elefantes pero en versión avícola? ¿Migran para morir fuera de las ciudades?

Los pájaros no mueren lejos de nuestra mirada, pero sí de donde solemos mirar

La realidad, como suele pasar, es mucho menos romántica. Las palomas urbanas y otros pájaros pasan la mayor parte del día cerca del suelo, en el que encuentran comida, en gran parte debido a los regalos que les hacen las personas. Pero para criar o para refugiarse al caer el sol, buscan lugares más apartados, cornisas y árboles donde ponerse fuera del alcance de los cazadores de la noche. Porque sí, en las ciudades, hay todo un ejército de ratas, gatos, perros, aves de presa e incluso zorros -las cámaras de seguridad de muchos barrios de diferentes ciudades los captan con frecuencia- que darán cuenta de la paloma herida por el choque con un vehículo o enferma e incapaz de volar que no haya conseguido un posadero seguro.

Antes de morir, estas palomas buscan como cada noche refugio, sabiendo que su debilidad las pone al alcance de los predadores. Como comenta Lee Hollingsworth, asesor de la Real Sociedad para la Protección de las Aves: «Cuando se notan enfermas, se sienten muy vulnerables y buscan refugio en lugares aislados». En esos lugares alejados de nuestra mirada mueren sin dejar rastro aparente. Y, momentos después, un verdadero ‘ejército de limpieza’ hace desaparecer el cadáver. Las ratas, los gatos y un sinfín de insectos necrófagos dan cuenta en poco tiempo del frágil cuerpo de palomas y demás pájaros muertos, haciéndolos desaparecer por completo.

Aun con todos estos componentes, hay otro motivo por el cual no vemos nunca los cadáveres de palomas, gorriones, urracas y golondrinas que viven por millares en nuestras ciudades. Nuestro andar por el casco urbano es un caminar ciego a la naturaleza que nos rodea. Vemos palomas, sí, cuando cientos de ellas levantan el vuelo a nuestro paso sobresaltándonos, pero no nos fijamos en la singularidad de un cadáver ceniciento en el ángulo de una acera, a la sombra de un arbusto o en el dintel de una puerta. Nuestra vista se reparte entre el tráfico y el móvil dejando escapar mil detalles, ya no de cadáveres alados, sino de una vida pequeña y fascinante que medra a nuestro alrededor sin que nos demos cuenta.

TRES PÁJAROS EN EL PUNTO DE MIRA

El gorrión

Era el ave urbana más numerosa. En España, más de 25 millones de gorriones han desaparecido en los últimos 18 años. Y en Europa hay un 63 por ciento menos desde 1980. Las causas son (se cree) la contaminación, la pérdida de espacios verdes, el incremento del ruido y las antenas.

El vencejo

Muy numerosos en primavera, pocos los han visto de cerca. casi nunca tocan el suelo. La adaptación al planeo les ha acortado las patas y aumentado la superficie alar. Pueden así comer, copular y dormir en el aire. Si se posan en el suelo, no logran volver a despegar.

La cotorra

Hay dos nuevas aves (y plagas) en nuestras ciudades. la cotorra de Kramer (de África y Asia) y la cotorra argentina. Llegaron como mascotas y, por sueltas voluntarias o fugas, han desplazado a otras aves autóctonas. Gran problema ecológico.

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