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El empate Argentina-Venezuela y la geopolítica del fútbol

El venezolano John Murillo y el argentino Ever Banega compiten por el balón durante el partido por las eliminatorias para el Campeonato Mundial 2018. Murillo fue autor del gol de Venezuela. CreditEitan Abramovich/Agence France-Presse — Getty Images

El fútbol, dicen, suele ser una versión diferente del mundo. ¿Qué otro negocio, sino, dejaría otra vez a China afuera de un Mundial? ¿Y qué negocio haría sufrir tanto a Estados Unidos? ¿Y eliminaría al Qatar del petrodólar y abriría en cambio chances a una Siria que juega en estadio ajeno y tiene jugadores exiliados?

El fútbol, sabemos, tiene su propia geopolítica. Brasil es Estados Unidos. Es el único país que jamás faltó a un Mundial. Y también el único que lo ganó cinco veces. Liderado por Neymar, aseguró hace meses su presencia en Rusia. Otras siete selecciones sudamericanas deberán esperar en cambio la última doble fecha de octubre próximo. Incluida la Argentina de Lionel Messi, que sigue en un quinto puesto agónico, esperanzada al menos con una eliminatoria casi humillante contra Nueva Zelanda.

El martes por la noche, en el Estadio Monumental de River Plate, había anuncio de fiesta. “¿Te duele la dictadura en Venezuela?”, preguntaban pequeños volantes entregados a metros del Estadio por venezolanos enojados con el gobierno de Nicolás Maduro, como ya dijo que lo está también Rafael Dudamel, DT de la Vinotinto. “¿Dónde está Santiago Maldonado?”, interrogaba a su vez una bandera en plena tribuna. La desaparición del joven artesano en el sur del país, hace ya más de un mes, en medio de la represión de Gendarmería a una protesta mapuche, complica al gobierno de Mauricio Macri. El fútbol acoge casi todo en Latinoamérica. Pero Jorge Sampaoli, que había apoyado el reclamo una semana atrás, estaba el martes enfocado en el juego. Se presentaba por primera vez en su país como DT de la selección. La Albiceleste jugaba su boleto a Rusia. Y en Argentina, ironizó una vez el escritor Alejandro Dolina, hay dos escenarios sin espacio para sutilezas: el fútbol y el tango.

El ambiente previo era de fiesta porque los resultados de los otros partidos jugaban a favor. Y porque Venezuela, último en la serie y con un equipo juvenil, jamás había sumado siquiera un punto en sus seis presentaciones previas en Eliminatorias en Argentina. Sampaoli, tercer DT en 16 fechas, símbolo del caos, entusiasmaba con cinco atacantes plenos en la formación titular. Había que ganar y el equipo salió como una tromba. Cuatro ocasiones claras de gol en apenas 21 minutos. Pero en las cuatro no pudo definir Mauro Icardi, el joven atacante de Inter al que Sampaoli había convocado para acabar con la maldición del gol.

Lionel Messi suma casi 600 goles en una década. El Kun Agüero (suplente contra Venezuela) casi 300. Gonzalo Higuaín (ni siquiera fue convocado) 258. Paulo Dybala, la nueva joya de 23 años, 86. Son más de mil goles. Pero Argentina sufría una sequía goleadora de 255 minutos. Tiene apenas 16 goles en toda la eliminatoria. Hasta Venezuela marcó más. Messi, presente en sólo 8 de los 16 partidos, lidera con cuatro. Pero dos fueron de penal, otro de tiro libre y el restante favorecido por el desvío en un rival. Todo debía terminar con Venezuela. Hasta que también Icardi, 24 años, 93 goles, comenzó a fallar. Lo bloqueó Wilker Fariñez, arquero del futuro.

Apenas iniciado el segundo tiempo, Ever Banega, otra vez, perdió un balón en ataque. Contragolpe, primer remate directo de Venezuela en todo el partido, gol de Jhon Murillo y el Monumental enmudecido. Algunos recordaron que era 5 de setiembre. La misma fecha de 1993 que marcó una de las páginas más negras en la historia de la selección argentina: la catastrófica goleada 5-0 de Colombia que la obligó a jugar una eliminatoria ante Australia para ir al Mundial de Estados Unidos 94.

Ni siquiera sirvió el empate de cuatro minutos después. Ángel Di María era el mejor, pero otra vez había salido lesionado. La prensa lo señala como símbolo del “bloqueo psicológico” del equipo pues las lesiones ya habían dejado a Di María afuera de las tres finales seguidas que Argentina perdió en el Mundial 2014 y en las Copas América 2015 y 2016. Con alargues incluídos, fueron finales de 360 minutos. Y también de cero gol.

El martes en el Monumental el empate tampoco fue argentino. Marcos Acuña (reemplazante de Di María), tiró centro y Rolf Feltscher la metió en contra. La maldición siguió sin romperse, pero todavía quedaban cerca de cuarenta minutos. Fue peor. Messi dejó de desequilibrar y el resto cayó en la confusión. Tampoco sirvió el ingreso de Marcelo Benedetto, goleador mortífero del Boca último campeón argentino y reclamado por la tribuna. La primera pelota que tocó dentro del área le rebotó como un resorte. Argentina era puro nervio y Venezuela casi termina ganando.

Después de Brasil (37 puntos), en los tres puestos siguientes con boleto directo al Mundial están Uruguay (27), Colombia (26) y Perú, que tiene 24, como Argentina, aunque más goles a favor. Es el próximo rival el 5 de octubre en el Monumental. En 1969, en Buenos Aires, dejó a la Argentina sin boleto al Mundial de México 70. La selección VIP de Messi, Dybala, Icardi, Agüero e Higuaín deberá ganarle para llegar con chances a la última fecha ante Ecuador en la altura de Quito. Pero ya nada da garantías. Ni los nombres ni el estilo. Ni el contragolpe ni el ataque masivo.

A un equipo, se sabe, no lo forman los mejores, sino los que mejor juegan juntos. Es una máxima que aplican los All Blacks, la mejor selección de todos los tiempos en la historia del deporte, con un 75 por ciento de eficacia en un siglo de historia. Argentina la enfrentará justamente este sábado. Jamás le pudo ganar. Pero será al rugby. En fútbol, la selección de Nueva Zelanda se llama All Whites. Está 111 en el ranking de la FIFA, jugó apenas dos Mundiales y se clasificó primera de Oceanía tras empatar 2-2 con Islas Salomón en una cancha con colinas que servían como tribuna. Es el rival de playoff, si Argentina cierra la eliminatoria en su quinto puesto actual. Tampoco eso parece dar hoy garantías. “¿A quién le rezamos?”, se pregunta en tapa el diario Olé. Y aparece Messi, también él mirando al cielo. Buscando una respuesta divina.

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