Democracia y Política

Por una política humanista en Cuba

2300-2016La dirigencia histórica de Cuba deberá, en los muy pocos años que por razones biológicas le quedan, tomar urgentes medidas para evitar que su despedida sea un tsunami social de incalculables consecuencias.

El proceso de acercamiento entre Cuba y los Estados Unidos, amplía la brecha entre quienes reciben sostén económico de familiares residentes en el exterior del país, en su mayoría de raza blanca, y los que carecen de esas ayudas, gran parte de ellos, de raza negra. Un reciente artículo del New York Times pone de relieve lo que ya economistas de la Isla han señalado: que los blancos tienen 2.5 veces más posibilidades que los negros de recibir remesas. Ahora que Obama ha aumentado la cantidad de dinero que cada persona puede enviar anualmente a sus familiares en Cuba: de $2,000 a $8,000 por año, se profundizarán esas diferencias. Un amplio sector que no tiene acceso a dólares o pesos convertibles, con un valor 20 veces más que el peso cubano que recibe por su trabajo, no sólo no puede crear su propio negocio sino que ni siquiera puede consumir en las tiendas de dólar ni en los restaurantes domésticos (paladares), pues su salario medio es un equivalente de $15 a $20 al mes. No puede viajar al extranjero ni participar en compra-ventas de bienes raíces por vivir agregados o en casas muy pequeñas o destartaladas, o sin derecho alguno porque muchos son refugiados en su propio país por haberse mudado sin permiso desde otras provincias.

Todos ellos disfrutaron de los servicios supuestamente gratuitos de la educación y la atención médica que el Partido-Estado proclamaba para apuntalar su imagen de Estado socialista a favor de los trabajadores y del pueblo, pero siguieron siendo pobres, con una alimentación muy deficiente y hacinados en pequeños espacios en solares, barrios marginales o edificios derruidos. Hoy, con aquellos servicios sociales cada vez más deficientes, las ventajas del acercamiento con los Estados Unidos no son para ellos si no para una clase media que ha ido surgiendo poco a poco de las remesas y del mercado negro.

La retórica oficial es que las utilidades que se obtengan de las inversiones y negocios con corporaciones norteamericanas serán para apuntalar esos servicios sociales en bancarrota y para aliviar la miseria del sector menos favorecido. Pero si en más de 50 años, habiendo disfrutado de los altos precios del azúcar y en especial de los precios preferenciales del CAME mientras se derrochaba dinero a manos llena en guerras en otros continentes, esa dirigencia no resolvió los problemas de la alimentación y la vivienda, ¿cómo esperar que esta vez sí atienda estos reclamos?

La frustración, la desesperación y la ira, son malos consejeros y de esta mala siembra lo mismo pueden cosecharse revueltas que crímenes. Y por otro lado, el acceso de los más favorecidos con la telecomunicación, la información, las relaciones con visitantes estadounidenses o cubanoamericanos, y los viajes al exterior, irán generando una expectativa de cambios políticos y sociales mucho más allá de lo que esa dirigencia está hoy dispuesta a aceptar. Se trata, así, de una combinación explosiva. Sin embargo, esa dirigencia sólo tiene que cumplir con los ideales de justicia social que proclamó desde un inicio, retrasada supuestamente por la amenaza imperialista que imponía un clima de plaza sitiada.

Pero olviden las ideologías. De lo que se trata ahora es de la urgencia de una política humanista a favor de los más necesitados, de legalizar la residencia de los “palestinos” (refugiados de otras provincias), de dar participación a los empleados de empresas estatales en las utilidades y dirección de sus respectivos centros; de permitir ayuda humanitaria y financiera de los programas de microcréditos de organismos internacionales; de cooperativizar los pequeños centros estatales sin exigir pagos de arriendos que nunca debieron pagar porque las propiedades, constitucionalmente, no eran del Estado sino del pueblo; de conceder incentivos fiscales a las microempresas que de estas concesiones surjan; y consagrar, en todas las instancias, el derecho de los ciudadanos a las postulaciones para cargos públicos sin interferencias partidistas o burocráticas.

Si Obama tuvo la gloria de empezar el desmantelamiento del bloqueo externo en su último período presidencial, tenga ahora Raúl, en sus años finales de gobierno, la gloria de eliminar el bloqueo interno.

 

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