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La resurrección de Franco

Agentes de la Guardia Civil entran en la imprenta Artyplan de Sant Feliu de Llobregat. QUIQUE GARCÍA

Dicen que hay que esperar al 2-O. ¿Nadie despertará antes, sea dentro del Gobierno o sea del PP? ¿No despertará C’s y PSOE? ¿No despertará la sociedad civil española?

Nos metimos en el túnel del tiempo y ahora estamos llegando ya al franquismo, a la ley Fraga, la censura previa y el Estado de Excepción de 1969. Lo dice el presidente rebelde y lo aplauden incluso algunos intelectuales de los que lo vivieron. El hispanismo romántico, sobre todo periodístico, también se apunta. ¿Qué más fácil de entender para un lector despistado que aquella famosa España eterna, la de la guerra civil y de Franco, nunca se fue y que la transición, la democracia y el éxito de paz, prosperidad y apertura al mundo eran cuentos de hadas o meras anécdotas volátiles?

Finalmente, tenían razón las casandras de dentro y de fuera que decían que la democracia no podía echar raíces en España de ninguna manera, quienes se extrañaban de ver a Carrillo, Pasionaria y Alberti sentados en los escaños del Congreso de los Diputados y a Tarradellas en el Palau de la Generalitat. La tenían también todos los perdedores de aquella transición, quienes nunca quisieron aceptar la Constitución ni después la autonomía. Y la tienen, faltaría más, los jóvenes de hoy todavía indignados con el mundo que han recibido, sin Unión Soviética, sin ideologías y con el reto de inventarse un horizonte revolucionario sin la clase proletaria que tenía que hacer las revoluciones, según el manual marxista al uso.

He aquí, pues, que todo era todo mentira. Que la verdad de España era el 23F, recreado ahora en los guardias civiles de paisano que registran imprentas y oficinas de periódicos y digitales buscando papeletas y urnas. Podemos respirar tranquilos, porque de nuevo todo está en orden. Las esencias de todo tipo vuelven a su sitio: la España reaccionaria, la Cataluña democrática y republicana, la derecha infame, la izquierda mitificada.

Lo dicen los informativos de televisión y los periódicos, lo escriben los columnistas y lo predican los políticos secesionistas: Franco ha resucitado. Ahora no censura artículos, sino que impide la publicación de la publicidad del plebiscito secesionista del 1-O. No disuelve manifestaciones y asambleas, sino que cierra servidores de internet y entrega citaciones y conminaciones dentro de las oficinas de imprentas y periódicos digitales para que no difundan los anuncios de la convocatoria. No detiene, incomunica y tortura estudiantes y obreros, sino que convoca a alcaldes y cargos políticos a declarar ante el juez. Pero no importa, todo el mundo se estremece horrorizado: Franco ha resucitado.

Hay que decir que todos estos esfuerzos, tan convenientes para la internacionalización del conflicto, encuentran una buena confirmación en las amenazas del fiscal general del Estado, José Manuel Maza; de la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría; y sobre todo del presidente Mariano Rajoy. El dirigente del PP catalán, Xavier García Albiol, ya no cuenta en esta fase pero fue el auténtico precursor. Los cuatro tienen asegurada la Cruz de Sant Jordi como mínimo por los servicios prestados a la independencia de Cataluña con su prodigiosa capacidad para hacer exactamente lo que sus adversarios habían calculado como la jugada óptima que esperaban. Todo lo que perdieron en el desastre de la pitada al Rey y Rajoy en la manifestación contra el terrorismo o aún más en las dos sesiones vergonzosas del parlamento, lo han recuperado en una semana gracias a la prodigiosa inhabilidad del Gobierno de Rajoy.

No hay sorpresa alguna. Todo esto mucha gente lo ha dicho y hace tiempo, años, desde 2012 como mínimo. Este es un problema político que debe resolverse haciendo política. Está muy bien que el Estado de derecho funcione y que los jueces hagan su trabajo, pero no es suficiente. De hecho, no sirve de nada si no se hace política. Y la primera fase de la política y la fundamental es la palabra.

No se trata tan solo de dialogar, que también, sino de algo más elemental. Rajoy todavía no nos ha dicho que quiere hacer con Cataluña, además de boicotear el Estatuto, impugnarlo y recortarlo, y hacer que todo el peso de la ley caiga sobre quienes la transgredan. Y ya han pasado diez años así, con este vacío ideológico absoluto sobre Cataluña.

Ahora, en la fase donde estamos, ya no es tiempo para reproches. Pero es que además, advertido desde hace cinco años de la necesaria respuesta política a medida que subía la apuesta catalana, nada ha hecho tampoco desde entonces y nada parece que quiera hacer aun cuando el partido está ya avanzado y, francamente, todo hace temer una derrota y por goleada; la de todos, claro. Ahora nos dicen que hay que esperar al 2-O. ¿Nadie despertará antes, sea dentro del Gobierno o sea del PP? ¿No despertará ninguno de los que dicen apoyarlo, como son C’s y PSOE? ¿No despertará la sociedad civil española?

Si nadie despierta, esta es mi quiniela para dentro de quince días: sota, caballo, rey.

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