Democracia y PolíticaViolencia

Sospechosos

Echarle un vistazo al mundo y sentir ganas de salir corriendo. ¿Pero para dónde? En cualquier parte te puede alcanzar algo terrible, como esa vieja leyenda que dice que no importa qué tan lejos huyas para esconderte de la muerte, la muerte siempre te alcanzará. Así que con este mundo, como está, lo mejor es hacer el ejercicio complejo pero importante de irnos entendiendo poco a poco como seres humanos. Yo sé lo difícil que es esto, pero vale la pena, peor resignarnos siempre a la barbaridad.

Matar, tremendo verbo. Se aprende fácil, es una palabra corta y por lo visto tampoco es muy complejo de ejecutar. Mirar un objetivo, apuntarle, respirar profundo, concentrarse, ver la bala en el lugar deseado. ¡Pum! El olor a pólvora, el cuerpo enardecido. Después del primer disparo el segundo viene fácil pum, pum, pum, ya no se puede parar.

Un día antes de enterarme de la masacre de Las Vegas, yo había visto “Tower” (2016), un documental maravilloso sobre la primera masacre registrada en la era moderna. Ocurrió en un lugar público, de forma aleatoria y fue impredecible. Ocurrió el 1 de agosto de 1966 en la Universidad de Texas. Charles J. Whitman se escondió en la emblemática plataforma de observación de la torre de esta institución norteamericana y sembró el terror durante 90 minutos. Mató a 16 personas e hirió a 33. “Hay monstruos que caminan entre nosotros. Hay gente que piensa cosas impensables y luego hace cosas impensables”, dice uno de los jóvenes que sobrevivió al tiroteo. De esta masacre casi nadie se acuerda, muchos piensan que la primera fue Colombine en 1999.

Yo no sé con cuántos potenciales asesinos nos cruzamos a diario cuando nos desplazamos. Yo podría ser uno de ellos. Todos nos vemos tan normales cuando caminamos, incluso cuando conversamos con alguien. Pero de repente algo cambia; por eso me parece muy elocuente lo que dice un presentador al final de este documental: “El horror de los enfermos con los que convivimos debe buscarse en el horror de la hipercivilización. Un consentimiento extraño a la violencia, una falta de respeto a la vida fomentada en parte por los gobiernos que, en la búsqueda de la doctrina de la defensa propia, les enseñan a los jóvenes a asesinar y a mutilar. Una sociedad en la cual las historietas más populares de los periódicos, los programas de televisión y las películas crean nuevas maneras de perpetrar el daño corporal. Un pueblo que calla mientras su civilización se derrumba por la fuerza de la filosofía cavernícola. La ley del más fuerte. Parece que los crímenes de Charles J. Whitman fueron los crímenes de la sociedad”. Más que elocuente, a pesar de que esto fue dicho hace más de 50 años. Este mundo, lastimosamente, ha hecho que todos seamos sospechosos.

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