Virginia Rivero: “Ante el problema social que hoy enfrenta Venezuela, las mujeres son las más afectadas”

rivero«Estamos viviendo un proceso de empobrecimiento de toda la sociedad. Sabemos que enfrentamos una cultura de muerte y disolución de la familia. Cuando un país tiene 25.000 muertes al año, y la mayoría son hombres y jóvenes, automáticamente tiene a 25.000 mujeres viudas e hijos huérfanos, expresa.»

Toda la vida ha estado involucrada en el trabajo por los Derechos Humanos de la Mujer. Le tocó desempeñarse como miembro del Comité Directivo de la Comisión Interamericana de Mujeres de la Organización de Estados Americanos (OEA) en un período en el que se trabajó mucho el tema de la violencia de género. Fue una etapa en la que se promovió, no solamente la Convención Interamericana para los Derechos de la Mujer, sino también leyes para prevenir, sancionar y erradicar la violencia. De hecho, participó activamente en Venezuela, colaborando con un equipo de legisladoras, para que esas leyes que velan por la protección de la familia fueran las primeras en sancionarse en América Latina. Gracias a ese trabajo, entre los 34 países de la OEA, Venezuela es ejemplo del impulso que tuvo esa Convención. Estas son sus reflexiones para los lectores de ABC de la Semana.

— Recuerdo que también representaste a Venezuela en la Primera Conferencia sobre la Mujer en Beijing…

— Así es. Hoy en día ya estamos en la evaluación del “Beijing + 25”, pues ya han transcurrido veinticinco años desde esa primera conferencia. Hemos visto muchos adelantos, pero también hay puntos donde nos hemos estancado. En la actualidad, trabajo todos esos objetivos desde la Fundación para los Derechos de la Mujer en Venezuela, de la cual formo parte. Además, me han propuesto para integrar la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOF), que en inglés se conoce con las siglas de WUCWO. Integramos el Comité Directivo dieciocho miembros, por América Latina estamos México, Argentina y Venezuela.

— ¿De qué se ocupa la UMOF?

— Es una asociación internacional pública que trabaja por la promoción de la mujer, en el marco del mensaje de la Iglesia, a nivel de cada país y a través de las organizaciones miembros. En este momento la UMOF cuenta con más de 90 países y unas 200 organizaciones, de manera tal que allí se encara el problema de la mujer en el mundo con una visión muy global, pero a la vez, nos enriquece la especificidad que aporta cada país sobre su realidad.

— ¿En este preciso momento, qué temas trabajan?

— Son varios, pero el que más nos ocupa es la Inmigración y la Trata de Personas, pues se ha convertido en un problema global sumamente grave. Igualmente, estamos trabajando en el tema de la familia, que el Papa ha priorizado de una manera muy marcada con vistas al Sínodo que tendrá lugar este año 2015. Es por ello que la UMOF está convocando en Roma, para mediados de mayo, una reunión internacional de expertas en el tema de la familia y para que ello se constituya en documentos que aporten un trabajo previo a ese Sínodo.

— ¿Cuáles se establecen como los grandes temas que se abordarán allí en relación a la familia y la mujer?

— Siempre se tiende al reduccionismo, a centrar todo en los temas de mayor proyección mediática. Pero la realidad es otra y muy punzante, especialmente en los países del mundo menos favorecidos. Hay que atender a la visión planetaria, pero también a las especificidades de países y regiones. En el caso de América Latina, que es nuestro punto focal, el concepto de familia cada vez está más aporreado, la institución familiar está destruida, en algunos casos ni existe. La familia es el vínculo de personas decididas a compartir una vida, a convivir en base a unos valores y en función de un proyecto común. El individualismo ha dado al traste con eso pues hace frágiles los lazos entre las personas, lo cual es destructivo para la familia pues en su seno hay que tolerar, hay que ceder, hay que ser generosos y solidarios, sufrir y alegrarse juntos. Lo segundo es fácil, lo primero es difícil. En nuestro continente se agrega el problema de la pobreza, lo cual afecta duramente la integridad de la familia.

Pérdida de valores

— Tenemos muchas familias disfuncionales…

— Exactamente, donde los niños crecen sin el padre, sin educación, sin formación en valores, sin las figuras de padre y madre que son los modelos que aportan identificación sexual a los hijos, y con ello una personalidad equilibrada y segura. La precariedad económica influye en la incomunicación pues tanto madre como padre deben trabajar y ello disminuye las posibilidades de espacios para el compartir en familia. Vivimos problemas sumamente graves, hasta se ha roto el vínculo con los abuelos, que eran quienes podían suplir esas carencias. Con la falta de afecto y de formación en el seno familiar, aparecen los problemas de violencia doméstica, de género, de maltrato a los hijos, de abandono y todo lo que conocemos como ruptura del hogar.

— En algunos países las legislaciones están cambiando para favorecer uniones “anti-familia” tal y como la conocemos, lo cual tampoco ayuda…

— Eso lesiona aún más a la familia pero también a la sociedad. El fortalecimiento de la familia como una estructura, núcleo o centro de formación de un ciudadano equilibrado y útil a la sociedad es fundamental, pues lo primero y básico que un ser humano adquiere y aprende viene del testimonio de ambos padres. Por ejemplo, está el caso de las familias monoparentales, como es frecuente en América Latina, donde es la mujer la que asume la carga y ese es nuestro mayor drama por lo que debe ser nuestro mayor reto. En nuestras sociedades, las uniones entre personas del mismo sexo dista mucho de ser el principal problema, ni siquiera es algo que perturbe porque no es el problema de las grandes mayorías en nuestra parte del continente. Para nosotros el problema es la pobreza, el abandono de los hijos, la violencia, esos son los verdaderos problemas para nuestras sociedades.

— Tan grave es que a veces el problema es al contrario, se da el caso de padres que sufren abandono y asumen la crianza de sus hijos…

— Está pasando mucho, a veces porque enviudan y se quedan solos, a veces por abandono por parte de la mujer, lo cual aún es raro, pero ocurre y más que antes. Incluso, hay casos en los que la mujer tiene un empleo mejor remunerado y entonces el hombre asume roles en el hogar, eso se ve con alguna frecuencia, pero lo más frecuente es que la mujer sea la abandonada y tenga que ocuparse de todo. La familia es producto de una unión heterosexual y si se disuelve, hay que encarar el problema y aportar soluciones.

— Tenemos un país en que, no sólo la desintegración y la inflación, sino la violencia exterior, están afectando severamente a la familia. ¿Cuántas madres no han perdido a sus hijos durante estos últimos años, bien sea por la delincuencia común o por la represión política?

— Es el centro de nuestro reto como mujeres cristianas, portadoras de esperanza. No estamos solo para hacer diagnósticos. Sabemos que enfrentamos una cultura de muerte y de disolución de la familia y, con ella, de la sociedad. Aún no estamos en posibilidad de medir la magnitud de este problema. Cuando una sociedad tiene 25.000 muertes al año, y la mayoría son hombres y jóvenes las víctimas de la violencia impune, automáticamente tienes 25.000 mujeres viudas y otras tantas familias con hijos huérfanos. Ello te engrosa las filas de la pobreza, del abandono, del desamparo, de la drogadicción y de la criminalidad y la violencia. El modelo, lejos de ser un modelo de solidaridad, respeto, convivencia y amor, es un modelo de destrucción, de disolución y de exclusión, que no puede generar sino pobreza.

Enormes desafíos

— ¿Cómo enfrentar eso?

— Es un enorme desafío, porque ya el problema no puede enfrentarse sino a través de decisiones políticas. No sólo debes afrontar el tema de la integridad familiar, sino también el de la seguridad pública. Hay que trabajar el tema de la educación, pero como decisión del Estado: los niños dejan de ir a la escuela porque se hacen pobres o porque hay un drama en su casa de abandono o violencia. La economía familiar, llegado este punto, es también un problema de Estado. ¿Cómo sustentas una familia que se ha visto lesionada por todos estos problemas? Y por si fuera poco, el salario se ha vuelto sal y agua.

— Y hay que contar los desempleados…

— Muchos no tienen salario o tienen un salario de hambre. El salario mínimo en este momento en Venezuela es menor de $1 al día. ¡Hay que verle la cara a eso! Al cambio oficial hoy, significa que el trabajador percibe 50 centavos de dólar, lo que no se había visto, no digo en este país, sino en América Latina en muchos años. Estamos viviendo un proceso de empobrecimiento general de toda la sociedad. ¿Y quiénes son los más vulnerables? Los más pobres. Nosotros, como cristianos, debemos escuchar pero también actuar. Eso obliga, con motivo de que el 8 de marzo se celebró el Día Internacional de la Mujer, al compromiso de aportar reflexión y propuestas para mejorar nuestras maltrechas sociedades.

— Donde siempre la mujer ha llevado la batuta, hoy hasta en el plano político, pero también ha sostenido este país…

— Y siempre debe ponerse las metas más arriba, “subirnos la parada” como se dice en criollo. Cuando pensemos que hemos dado mucho, pues debemos dar más. Ante el problema social que hoy enfrenta Venezuela, son las mujeres las que hacen las colas, las que procuran los medicamentos para llevar a los esposos o hijos en los hospitales porque falta de todo. Las más pobres entre los pobres, pues son las peor pagadas y las que deben soportar, no sólo la carga del trabajo en el hogar sino también fuera, para aportar a los gastos de la familia. Las más afectadas, les matan a hijos, esposos, padres y se quedan aún más solas ante la adversidad. ¿Quiénes esperan en la morgue reclamando los cadáveres de sus seres queridos, quiénes observas denunciando y exigiendo justicia para sus muertos? Las mujeres. Basta ver un noticiario de televisión: son las mujeres las que plantan cara a las tragedias. Esta es una sociedad bastante equilibrada en número de mujeres y hombres, pero son las mujeres las que aparecen dando el frente. Esa es la realidad.

— ¿Eso descarga de responsabilidades?

— Al contrario, somos las más llamadas a aportar soluciones pues nadie como nosotros conoce el problema en todo su dramatismo. Protestar, rebelarse ante una situación que nos afecta es ya la denuncia de una situación profundamente injusta que nos está afectando. Es impensable un silencio social como el que estamos viendo y menos por parte de las mujeres, de la mujer venezolana que jamás se ha hecho cómplice de injusticias, en ningún párrafo de nuestra historia. Siempre hemos estado en primera línea. No denunciar la crisis que nos agobia es hacerte cómplice de la situación.

— ¿Ello qué implica?

— Participar políticamente. Empujar las tomas de decisiones, bien sea a nivel local, municipal, regional o nacional. La mujer es la que sabe de dramas, de cotidianidad, de presupuestos que no alcanzan, de mercados inaccesibles, de colas, de enfermedad sin remedio ni asistencia y de estirar el tiempo para combinar trabajo en la calle y en el hogar. El hombre sale en la mañana y la mujer queda lidiando con el día a día cada vez más difícil en este país. Ella sabe de problemas y por ello también de soluciones. Y por esa razón debe aportarlas y buscar que se impongan, por el bien de la sociedad y la familia.

@virginiarl

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