Ricardo Bada: 500 años no es nada. Conversaciones con Martín Lutero
Han pasado 500 años de la Reforma, el movimiento que cambió para siempre la historia de Occidente, y que hoy sigue dando de qué hablar. A través de una recolección de columnas de prensa y entrevistas, Ricardo Bada reconstruye un diálogo imperdible. Gracias a distintas personalidades —políticos e intelectuales alemanes— realiza el mejor ejercicio de actualización y perspectiva: discutir las ideas de Lutero bajo la luz del presente.
Colonia, a la que Heine apostrofó como “la santa”, es una ciudad más católica que mandada a hacer. Sus doce espléndidas iglesias románicas y su catedral (la que “tiene tanto a la vez de piedra y nube”, según dijo en un soneto pluscuamperfecto el poeta tolimense Juan Lozano) son testimonios indesarraigables de esa catolicidad. Pese a ello Colonia se permite el lujo de tener un diario liberal independiente y laico, respetuoso con el cardenal–arzobispo y su entorno casi pretridentino; sí, pero poniendo el mismo peso en el otro platillo de la balanza: ese 15.5% de protestantes colonienses cuyo corazón palpita hospitalario en la Antoniterkirche —la recoleta iglesia de los antonianos—, en el mero mero centro de la ciudad.
Así, nada tiene de extraño que ese diario, el Kölner Stadt Anzeiger, iniciase hace un año, el 30 de octubre, una serie de columnas dedicadas a los dichos de Lutero, de cara a la celebración del quinto centenario de la Reforma, el movimiento iniciado por el monje agustino que puso fin a la unidad de la Iglesia cristiana. Según el testimonio de su amigo Melanchton, Lutero clavó el documento con sus 95 tesis contra el tráfico de las indulgencias, en la puerta de la iglesia del palacio de Wittenberg, el 31 de octubre de 1517. Y esa fecha de hace ahora 500 años es la que cuenta tradicionalmente como el inicio de la Reforma, una que dividiría al pueblo cristiano de manera definitiva —hasta hoy— en dos bandos en el fondo irreconciliables, pese a la retórica ecumenizante: apenas se la raspa con la uña, implosiona como una pompa de jabón.
Pacientemente fui coleccionando a lo largo de un año esa serie de columnas, todas ellas encargadas a personalidades de la vida pública alemana, y lo hice con la idea de armar al final una especie de “conversaciones con Martín Lutero”, a través del túnel del tiempo, y a la manera como Hans Magnus Enzensberger compaginó su monumental Conversaciones con Marx y Engels, solo que Enzensberger se concentró en los contemporáneos de ambos pensadores.
Guardé asimismo una larga entrevista con la filósofa agnóstica Thea Dorn, donde ella se muestra bastante crítica con la poco menos que opereta armada por la EKD (siglas vernáculas de la Iglesia Evangélica de Alemania) en torno al así llamado Día de la Reforma, que este año, además, por mor del quinto centenario, será festivo en todo el país. Dice Thea Dorn:
No quiero ser aguafiestas, pero me molesta que la EKD, en su ardor fiestero, eche mano del suavizante para la colada. Si se leen las declaraciones oficiales se podría opinar sin dificultad que Lutero fue un humanista y un filántropo como, por ejemplo, Erasmo de Rotterdam. Quizás un poquito más tosco al expresarse, pero en los hechos un precursor en materia lectiva y en derechos cívicos individuales. Aquí solo puedo decir: “¡Alto! ¡Eso no es así! No conviertan su Lutero en alguien más simpático y más agradable de lo que fue”.
Curioso es que, a renglón seguido, Thea Dorn se refiera a “los bordes oscuros” de la obra de Lutero, empero afirme que entre ellos no se encuentra la misoginia, porque la imagen que él tenía de la mujer era, para su tiempo, más bien mesurada, si no es que progresista. Y aquí tuve que volver a una de las columnas de mi colección, donde se postulaba como tema el siguiente dicho de Lutero: “Una mujer tiene que ser sedentaria, su constitución misma lo muestra: las mujeres tienen un trasero ancho y unas caderas amplias para poder sentarse sosegadas”. A lo cual Gregor Gysi (jurista eminente en la ex RDA, ex jefe de la fracción del partido La Izquierda en el Parlamento federal) comentó: “Honestamente hablando, esa fundamentación me parece aventurada. El trabajo casero no es compatible con estar sentado tranquilamente, Lutero tiene una idea por completo falsa del asunto. En el trabajo casero las mujeres se la pasan corriendo de aquí para allá y se gastan los zancajos en ese ajetreo”.
Bien es verdad que Lutero dijo: “Una mujer es la mejor compañía para la vida”.
Pero el gran Dominique Horowitz, actor y cantante, soberbio recreador de las canciones de Jacques Brel, no se dejó engañar por semejante mini–himno feministoide: “Si yo fuese homosexual, ¿también suscribiría esta frase? Creo que no. En ese caso diría que un hombre es la mejor compañía para la vida. Eso además de que hay, por desgracia las hay, muchas, muchas malas mujeres. En cuyo caso lo que yo diría es que es el perro la mejor compañía para el hombre”.
Confieso a calzón quitado que la figura de Lutero no me resulta nada simpática, sin que por eso le niegue su mérito al poner el dedo en las llagas de la Iglesia de Roma. Al hacerlo no solo se arriesgaba a que le excomulgase el Papa, sino que además arriesgó su propia vida creándose el más encarnizado de los enemigos: el emperador Carlos V (Carlos I de España), cuyo poder omnímodo quedaba en entredicho. Ahí Lutero demostró un valor personal y una consecuencia con sus ideas que son en verdad admirables. Pero me basta no perder de vista su antisemitismo, su creencia en las brujas y el Diablo, su animosidad contra los campesinos en la guerra de los 30 años, y su actitud hacia los discapacitados (que cuatro siglos después fundamentaría el criminal programa de la eutanasia nazi), para que agarre con pinzas cuanto a él se refiere. Y eso incluso reconociendo que algunas de tales aberraciones son producto de la época en que vivió.
—Lutero: “Si bautizo a un judío, lo quiero llevar al puente sobre el Elba, atarle una piedra al cuello, empujarlo para que se caiga al agua y decirle: te bautizo en el nombre de Abraham”.
La respuesta la da Dieter Kosslick, director del festival de cine de Berlín: “Aquí no tiene razón Martín Lutero, punto uno, y punto dos, hay que poder decirlo con todos los respetos a las demás cosas que se le deben, entre ellas traducir la Biblia de tal manera que se puede leer”. Nada más cierto; lo que tampoco se le puede regatear al rebelde monje agustino es ese otro mérito de haber sido la piedra fundamental del idioma alemán, traduciendo la Biblia de tal manera que la puso al alcance del entendimiento de todos sus lectores.
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Dijo Lutero: “Un cristiano tiene que ser una persona alegre. Si no lo es, es porque le tentó el Diablo”.
Y le replica Gesine Schwan, politóloga: “‘¡Alegraos en el Señor!’ es una cita muy conocida de la Biblia. Por lo que se refiere a la tentación del Diablo, ahí tengo mis dudas. Lutero parece haber tenido una relación especial con el Diablo. Para mí no está tan presente como para Lutero”.
Hay una anécdota famosa suya según la cual, al descubrir que estaba el mismísimo Lucifer contemplándole desde la pared enfrente de donde él escribía, le arrojó el tintero en que mojaba su pluma. A esto, con lenguaje del siglo XXI, se lo podría llamar “manía persecutoria”… para no calificarlo, lisa y llanamente, como “alucinaciones”. Habría sido cuestión de preguntarle a Lutero aquello que el ex primer ministro sueco Bildt dijo en su cuenta de Twitter cuando las “revelaciones” de the fake president acerca de Suecia y los actos terroristas allá: “¿Suecia? ¿Actos terroristas? ¿Qué fue lo que fumó?”.
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Y siguen las conversaciones con Lutero: “Solo existe quien se decide”.
Winfried Kretschmann (del partido Los Verdes, presidente del Estado federado de Baden–Württemberg) responde: “La escasez de bienes, medios, posibilidades y en último término de tiempo de vida, nos reta a decidirnos entre las alternativas. Tenemos que elegir y decidir, esforzarnos y pensar; eso es la libertad. Es por eso que tiene razón Lutero en lo que dice”.
—Lutero: “El poder tienes que soportarlo, pero no debes renunciar al derecho. El poder es una cosa, pero el derecho es algo distinto”.
Klaus Staeck, artista gráfico, presidente honorario de la Academia de las Artes, en Berlín: “Es algo que he tratado de aclararle, sobre todo en los últimos tiempos, a quienes por ejemplo asaltaron a los colegas de Charlie Hebdo. La democracia tiene como fundamento el Estado de Derecho, qué otra cosa podría ser. Se puede, si uno se siente lesionado o insultado, apelar a los tribunales. Pero nadie tiene derecho a practicar la violencia”.
—Lutero: “Por muy grande que sea el poder no es él quien dominará, sino la sabiduría”.
Sahra Wagenknecht (jefa de la fracción del partido La Izquierda en el Parlamento federal): “Lutero se muestra aquí como un incorregible idealista. Yo desearía verdaderamente que la sabiduría gobernase siempre. Pero es justo por eso que tenemos democracia y necesitamos más democracia”.
—Lutero: “Si Dios fuese más parsimonioso con sus dones, le estaríamos más agradecidos”.
Ingo Schulze (escritor, autor de Historias simples): “A primera vista se está por completo en contra porque uno se dice que a los seres humanos nunca les va lo bastante bien, no se les pueden regatear las cosas que les hacen bien. Pero si retrocedemos un paso vemos que más bien se trata de saber cuán conscientemente tratamos nuestras cosas”.
—Lutero: “El ser humano está loco como una cabra hasta los cuarenta años. Cuando empieza a reconocer su locura, ya se le acaba la vida”.
Daniel Kehlmann (escritor, autor de La medición del mundo): “No tiene ya más toda la razón porque actualmente la esperanza de vida es un poquito mayor. Yo tengo ahora 41 años, así es que esta sentencia me afecta bastante. Creo que es cierta una mitad de ella, y ojalá que la otra mitad no. La vida no ha acabado todavía”. (Dicho sea de paso, Lutero tuvo una larga vida —62 años, tres meses y ocho días— si tomamos en cuenta el promedio de su época).
—Lutero: “No se sirve a Dios tan sólo con el trabajo, también festejando y descansando”.
Matthias Habich (actor, El hundimiento): “Cuando me confían un nuevo papel, en los días laborales que me preparo para él busco el meollo del papel y el personaje. Trato de descubrir lo que piensa, lo que se propone, con qué sueña, cómo se mueve. Y todo eso es mucho trabajo. Pero la musa es casta y caprichosa, y solo se muestra cuando descanso. Así es que el domingo, cuando no pienso en el trabajo, de repente aparece el personaje. Dicho de otro modo: el espíritu recompensa el trabajo en el día del descanso”.
—Lutero: “Tratar con la muerte es la escuela de la fe”.
Aiman Mazyek, presidente del consejo central de los musulmanes en Alemania: “Cuando leí este dicho, y al pensar en él, me dije que es la escuela de la vida. La muerte es el recuerdo de que la vida es finita, pero al mismo tiempo me recuerda que la vida tiene lugar aquí, no en algún lugar más allá, en otro sitio. Y eso me enseña a vivir aquí”.
—Lutero: “Dios nuestro Señor le ha dado con frecuencia sus mejores y más hermosos dones al animal más vulgar. Solo los seres humanos no lo buscan allí”.
Charlotte Link (escritora, En la guarida del zorro): “Yo creo incluso que las personas niegan conscientemente que los animales posean tales atributos: afecto, fidelidad, absoluta lealtad y abnegación. Porque en el momento en que les reconozcan cualidades positivas, cada vez serán más lo que realmente son, o sea, también criaturas de Dios. Y eso nos crea un gran problema”.
—Lutero: “Nuestra vida no debe ser otra cosa que el continuo deseo y la espera de una vida futura”.
Bettina Gaus, periodista, corresponsal política del diario berlinés Taz: “Bien, es especialmente irónico que sea Lutero quien lo diga, puesto que era dado a los placeres, metido en carnes, y gozaba con pasión de la comida y la bebida. Y no solo predicaba la ascesis, sino que también dijo una frase tan maravillosa como esta: ‘Si nuestro Señor puede crear la merluza y el buen vino del Rhin, también puedo yo comerla y beberlo’”.
—Lutero: “La mayor locura es no decir nada con muchas palabras”.
Margot Käßmann, teóloga, un tiempo atrás mascarón de proa del protestantismo alemán: “Creo que el arte mayor y también la más alta dificultad consiste en decir mucho con pocas palabras. En mi caso, las más de las veces es así que una glosa de 1’30” para la radio, o un sermón de 8’ para la TV, me significan mucho más trabajo que si dispongo de una hora para hablar”.
—Lutero, en su tesis 27: “Trápala y faramalla predican quienes aseveran que tan pronto suena la moneda que se echa en el cepillo de la iglesia, el alma sale volando del Purgatorio”.
Julia Franck, autora de La mujer del mediodía, que obtuvo el premio al mejor libro alemán del 2007: “Esa es una maravillosa artimaña, de la cual la Iglesia católica se puede haber valido hasta hoy en muchos lugares del mundo. Pienso en una iglesia en México. En esa iglesia había una representación panorámica de los doce Apóstoles, con una ranura en la pared debajo de cada uno de ellos. Y el pecador sabía dónde es que mejor debía pagar su bula de indulgencia —esto lo pienso yo por mi cuenta—, ya fuera que hubiese matado o robado a alguien, o copulado con la mujer de otro”.
(Nota bene: eso de las monedas tintineando como hilo musical a la redención del Purgatorio es casi digno de García Márquez, realismo mágico al cuadrado).
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Ya al final de la entrevista, Thea Dorn dice que Lutero no quería dividir la Iglesia sino nada más reformarla, pero lo cierto es que la iglesia papal, testaruda, se opuso y en último término se mantuvo: “En ese sentido, Lutero fracasó. También por eso resulta algo absurdo todo el júbilo acerca de los 500 años de la Reforma”.
Y el periodista, Joachim Frank, le pregunta: “¿Qué diría el propio Lutero?”
—Thea Dorn: En algunos de sus textos tardíos apunta la idea de que en vez de una cristiandad reformada y renovada, lo que iba a dejar era una pocilga llena de todas las posibles disidencias y sectas. (¡Cuantísma razón tendría si pensamos en Estados Unidos y el resto del continente!) Supongo que también el rabioso antisemitismo de Lutero tiene que ver con ese sentimiento del fracaso.
—Joachim Frank: ¿Cómo y de qué manera?
—TD: Lutero fracasó en dos frentes. Aún más dramática que la pérdida de la unidad eclesiástica fue para él la muerte de su hija Magdalena. Tres años y medio antes de morir él mismo, tuvo que sufrir en propia carne que su fe para nada le servía delante de aquel abismo. ¡Cuántas veces había predicado “Cuando el niño muere, déjalo ir, no disputes con Dios”! Pero ahí tuvo que vivir todo lo que se siente cuando muere un ser tan querido. Pienso que en los últimos metros de su vida, Lutero volvió a sufrir una profunda crisis de su fe.
—JF: Pero ¿por qué eso hizo de él un antisemita?
—TD: El Dios del Viejo Testamento, el juez severo, casi había vuelto loco al joven Lutero. En el presunto Dios indulgente del Nuevo Testamento creyó haber encontrado su salvación. Pero que a la vista de su hija predilecta muerta le hayan asaltado dudas acerca de la gracia de Dios, tiene que haberlo sacudido en lo más profundo. Por eso no podía soportar que hubiese un pueblo que parecía arreglárselas bien con un enemigo harto peor, el Dios del Viejo Testamento.
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Debo añadir que al estudiar la vida de Lutero y sus escritos, cada vez me fui convenciendo más de que la persona de a deveras interesante no es él, sino su esposa. Catalina von Bora, ¡esa sí que fue una reformadora cabal, y no el machista antisemita con quien se casó! En este quinto centenario de la Reforma, y en lo que a mí respecta, yo, que no llevo vela en el entierro, trataría de restarle todo el protagonismo posible a don Lutero, y dárselo a su esposa.
Pero para terminar, y este sí que es un rasgo simpático de su carácter, Lutero no tenía pelos en la lengua. Hay dichos suyos dignos de ser cincelados en mármol o bronce, como por ejemplo uno del que lamento que el diario de Colonia no se lo diese a comentar a alguno de los buenos kabarettistas del país. Es el que dice: “De un culo pusilánime no puede salir un pedo alegre”.
Ricardo Bada
Escritor y periodista, residente en Alemania desde 1963. Editor en ese país de la obra periodística de García Márquez y los libros de viaje de Cela, y autor de Don Enrique, la única antología integral en castellano de la obra de Heinrich Böll.