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Armando Durán-Laberintos: ¿Nueva plataforma unitaria de la oposición venezolana?

   El martes 6 de marzo, en el espectacular escenario del Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, muy diversos e importantes sectores del país, académicos, iglesias, gremios empresariales y profesionales, organizaciones no gubernamentales, familiares de presos políticos, la sociedad civil en pleno pero sin la presencia de representantes del mundo político, instalaron lo que ellos han llamado Frente Amplio Venezuela Libre, como plataforma unitaria para exigir la restitución del orden democrático, la activación de la ayuda humanitaria internacional y la puesta en marcha de una política económica competente para enfrentar y superar la crisis global que devasta a Venezuela. En pocas palabras, el reclamo de los ciudadanos para que se produzca el cambio urgente de régimen, que en definitiva ha sido el objetivo central de la lucha democrática en Venezuela desde la gran victoria popular conquistada en las urnas de las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015 hasta las inmensas concentraciones de protesta que estremecieron al país durante cuatro meses el año pasado. Y vaya, porque como quiera que se mire, ese Frente es la muy legítima respuesta del pueblo opositor, harto de la demostrada incompetencia y complicidad de los partidos políticos en la tardea de devolverle a Venezuela su futuro.

Henry Ramos Allup, Henrique Capriles, Lilian Tintori y Ramón Guillermo Aveledo

   Por esta simple y penosa razón, al encuentro del martes no fue convocada la MUD. Razón también por la cual lo que queda de esa alianza supuestamente opositora reaccionó de inmediato convocando a toda prisa otro encuentro, suerte de contra Frente Amplio paralelo o yuxtapuesto al original, con la evidente pretensión de confundir aún más a los ciudadanos. Para eso invitaron a participar en el acto a algunos representantes de la sociedad civil, pero sólo como adorno. El protagonismo del acto le correspondió a los cuatro partidos políticos que dirigen y controlan la falsa alianza unitaria que es la MUD, que a su parte designó a Ramón Guillermo Aveledo, ex secretario ejecutivo fracasado de la alianza obligado a renunciar hace algún tiempo, quien de este modo imprevisto recuperó de pronto su papel como única voz autorizada de la alianza opositora. Y fue precisamente en ese papel, al terminar el acto y resumir brevemente para los medios de comunicación su finalidad, cuando repitió la eterna consigna electoralista de la MUD. Nada de insinuar siquiera la necesidad de un cambio político que permita la restauración del muy roto hilo constitucional sino todo lo contrario. “Queremos”, fueron sus palabras exactas al finalizar el acto, “una elección sin trucos, sin trampas ni emboscadas.” Nada más. Como si el núcleo del gran drama nacional se limitara a ser de carácter electoral. Es decir, el mismo inútil y absurdo argumento de estos 19 años de chavismo, como si fuera posible que las buenas intenciones de los dirigentes políticos de la oposición bastaran para ablandar el duro corazón del régimen y de sus socios cubanos, y como si en definitiva, para celebrar esas elecciones libres y transparentes anhelados por el país y la comunidad internacional, no fuera imprescindible cambiar primero de régimen. De ahí que Héctor Schamis, destacado profesor de la Universidad de Georgetown y uno de los más calificados observadores de la realidad política latinoamericana, dictara una sentencia irrefutable: “La MUD vuelve a estar donde Maduro la quiere.”

   No se trata de algo nuevo. En mi libro Venezuela en llamas, publicado en 2004 por Random House-Mondarori, ya señalaba yo que los trágicos sucesos del 11 de abril habían colocado al país de cara a la maldad absoluta y, que debido a ello, “la mayoría de los venezolanos, más allá de sus innumerables dudas y suspicacias, se sentían dispuestos a morir envueltos en las banderas de la rectificación y el diálogo. Aunque sólo fuera para que bajo ninguna circunstancia se repitiera aquella experiencia. De modo que cuando tras 47 horas de desalojo y cautiverio Hugo Chávez regresó en la madrugada del 14 de abril al Palacio de Miraflores, crucifijo de buen cristiano en la mano, tono sosegado y conmovedor de pecador arrepentido en la grave inflexión de la voz, y prometió corregir errores, pidió público perdón a muchos agraviados y propuso buscar entre todos la reconciliación nacional, hubo un colectivo respiro de alivio… Desde entonces, las formas que asumiría la confrontación entre el gobierno y la oposición serían, por un lado, seguir creyendo (o seguir queriendo creer) en la mentira oficial, unos por su confianza en la alternativa de la conciliación frente al indeseable camino de la violencia; otros con el turbio propósito de obtener ventajas políticas ocasionales. De otro lado quedaban quienes denunciaban aquella trampa caza bobos que le tendía Chávez al país y proseguían en el empeño de oponerse al régimen con mucha mayor contundencia.”

   Salvando diferencias, esta confrontación en el seno del universo no chavista, ha conservado su incómoda vigencia a lo largo de los años. La conformación de estos dos “frentes amplios” paralelos con tan pocas horas de diferencia es la última demostración de ese disparate que desde 2002 le ha permitido al régimen eludir sin mayores contratiempos el efecto de sus muy categóricas derrotas electorales (la abstención opositora en las elecciones parlamentarias de 2005, el fracaso de Chávez en diciembre de 2007 con el fracaso de su referéndum para reformar la Constitución y la victoria opositora en las parlamentarias de diciembre de 2015) y le ha dado a Chávez primero y ahora a Maduro la oportunidad de conservar el poder a pesar de una progresiva y notable pérdida de apoyo popular.

   En este punto desalentador del proceso político venezolano, el régimen se apresta a propinarle a los venezolanos lo que puede resultar siendo el tiro de gracia a sus esperanzas de cambio político, mediante la convocatoria de la próxima y muy trucada elección presidencial. Ese evento fue, precisamente, el motivo que impulsó al régimen y a la MUD a sentarse a una mesa de diálogo en Santo Domingo. No porque una de las partes estuviera a merced de la otra y buscara una salida negociada del compromiso, sino porque ambas partes, debilitadas hasta extremos escalofriantes por sus propios fracasos y por la indignación irremediable que esos fracasos han generado en el ánimo de los venezolanos, trataban de usarlo para salvarse gracias a la mediación interesada de José Luis Rodríguez Zapatero y del presidente Danilo Medina.  

   En esa maniobra, el régimen volvió a jugar sus cartas con mayor destreza que sus contrincantes. Mientras la MUD fue a Santo Domingo en busca de esos pocos espacios que siempre le ha asignado el régimen en estas ocasiones electorales, el régimen comprendió que quizá este era el mejor momento para quitarse de encima para siempre a una oposición, que si bien no constituía un peligro, molestaba, cada día más, gracias a la presión creciente de una comunidad internacional harta de los desmanes e insuficiencias del régimen. El resultado de este deterioro indetenible del régimen fue su doble atropello a la MUD, primero con el adelanto ilegal de la fecha electoral para el 22 de abril (fecha pospuesta ahora hasta el 20 de mayo) y en seguida con la también ilegal inhabilitación política de la MUD como alianza electoral y del partido Primero Justicia, principal partido de la alianza, como elector en la contienda por venir. Estas decisiones obligaron a la MUD a levantarse de la mesa y anunciar que así la oposición no participaría en la elección presidencial. Un gesto demasiado tardío, porque si bien esa amenaza de dejar a Maduro como único candidato hubiera constituido en cualquier otro momento un golpe mortal al habitual recurso chavista de contar con un candidato opositor para conservar la ficción de que el origen del régimen nunca ha dejado de ser democrático, Maduro y compañía tenían prevista una alternativa adicional para eludir el problema, la que representa el ex gobernador del estado Lara, un sargento ex chavista llamado Henri Falcón, para más señas miembro de la MUD, quien para estupor de algunos espíritus inocentes se le adelantó a sus socios de la alianza inscribiendo por su cuenta y riesgo su candidatura presidencial en el Consejo Nacional Electoral.

   La desesperación de los venezolanos de bien desembocó entonces en la instalación del Frente Amplio Venezuela Libre, para que la sociedad civil no tuviera que seguir dependiendo de una conducción política tóxica, con objetivos muy distintos a los del ciudadano común y corriente. La de los jefes de MUD, porque a la derrota estruendosa de su gestión en Santo Domingo debían añadir de pronto la ingrata sorpresa que les daba Falcón con su no consensuada candidatura. De paso los dejaba sin argumentos de peso para continuar negociando con el régimen con la intención de que Maduro, acorralado por la soledad de su candidatura, se sintiera inclinado a hacer alguna concesión que justificara a la MUD de cometer la traición de servirle al régimen de telonero, y los indujo al error de convocar la triste instalación de su propio Frente. Con esta decisión mudista de sabotear la iniciativa de la sociedad civil, han tratado los partidos que todavía aspiran a cohabitar provechosamente con el régimen, de restarle significación a la iniciativa de la sociedad civil lanzando esta espuria propuesta. Aunque ninguna de las dos tenga futuro dentro de un espacio estratégico en el que otros y mucho más poderosos factores, las fuerzas armadas venezolanas en primer lugar, pero también la comunidad internacional y, por qué no, también Cuba, que tiene muchísimo que perder en caso de que el régimen sufra un descalabro definitivo, crean que ha llegado el momento de dar un paso al frente y pronunciar lo que en definitiva puede resultar la última palabra de esta historia. Al menos, por ahora.  

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