Ada Lovelace, la matemática que allanó el camino para la programación
Retrato de Ada King, condesa de Lovelace (1840), de Alfred Edward Chalon
Este obituario forma parte de Overlooked, un proyecto de The New York Times que busca destacar las vidas de aquellas personas que dejaron marcas indelebles en la historia pero fueron desatendidas en nuestras páginas al fallecer.
Un siglo antes que empezara la era de las computadoras, Ada Lovelace se imaginó cómo sería esa máquina que en la actualidad es de uso general. En 1843, Lovelace escribió que el aparato podría programarse para seguir instrucciones. No solo podría realizar cálculos, sino que también tendría la capacidad de crear, ya que “teje patrones algebraicos justo como el telar de Jacquard teje flores y hojas”.
La computadora sobre la que escribía, la máquina analítica o máquina diferencial del inventor británico Charles Babbage, nunca se construyó, pero sus escritos sobre computación han provocado que Lovelace —quien murió de cáncer de útero en 1852, a los 36 años— se haya ganado el reconocimiento de ser la primera persona en programar computadoras.
El programa que escribió para la máquina analítica servía para calcular el séptimo número de Bernoulli. Sin embargo, su mayor influencia fue concebir el potencial de la computación. Mencionó que las máquinas serían capaces de hacer más que solo realizar cálculos: podrían entender símbolos y se podrían utilizar para crear música o arte.
“Esta información se convertiría en el concepto clave de la era digital”, escribió Walter Isaacson en su libro The Innovators. “Cualquier tipo de contenido, dato o información se podría expresar de forma digital, y las máquinas lo podrían manipular: música, texto, fotos, números, símbolos, sonidos, video”.
Lovelace también exploró las consecuencias que podría acarrear una computadora, pues escribió sobre la responsabilidad que tendría el programador; se le ocurrió —y luego desechó— la idea de que algún día las computadoras podrían pensar y crear por sí mismas: lo que ahora llamamos inteligencia artificial.
“La máquina analítica no pretende originar nada”, escribió Lovelace. “Puede hacer cualquier cosa que sepamos cómo ordenarle que lleve a cabo”.
Lovelace, una mujer de la alta sociedad británica que era hija de Lord Byron, el poeta romántico, tenía un don para combinar el arte y la ciencia, según una de sus biógrafas, Betty Alexandra Toole. Lovelace pensaba que las matemáticas y la lógica eran creativas e imaginativas, y las llamaba “ciencia poética”.
Las matemáticas “constituyen el único lenguaje por medio del cual podemos expresar de forma adecuada los grandes hechos del mundo natural”, escribió Lovelace.
Su trabajo, redescubierto a mediados del siglo XX, inspiró al Departamento de Defensa de Estados Unidos a nombrar un lenguaje de programación en su honor y, cada octubre, el Día de Ada Lovelace es una celebración de las mujeres en la tecnología.
Lovelace vivió en una época en que las mujeres no eran consideradas pensadoras científicas prominentes y en la que las habilidades que poseía solían ser descritas como masculinas.
“Con una comprensión absolutamente masculina en cuanto a solidez, captación y firmeza, lady Lovelace hacía gala de todas las delicadezas del carácter femenino más refinado”, dice un obituario escrito en la época en que murió.
Babbage, quien la llamó la “encantadora de los números”, alguna vez escribió que Lovelace “ha lanzado su hechizo mágico alrededor de la más abstracta de las ciencias y la ha comprendido y manipulado con una fuerza que pocos intelectos masculinos (por lo menos en nuestra tierra) podrían haber ejercido sobre ella”.
Augusta Ada Byron nació el 10 de diciembre de 1815 en Londres, hija de Lord Byron y Annabella Milbanke. Sus padres se separaron cuando era bebé, y su padre murió cuando tenía ocho años. Su madre —a quien Lord Byron llamaba la “princesa de los paralelogramos” y, después de la separación, una “Medea matemática”— fue una reformadora social perteneciente a una familia acaudalada que tenía un interés profundo por las matemáticas.
Lovelace mostró una pasión por las matemáticas y la mecánica desde una edad temprana, alentada por su madre. Su clase social le brindó acceso a tutores privados y a intelectuales de la sociedad literaria y científica del Reino Unido. Tenía una curiosidad insaciable y se rodeó de los grandes pensadores de la época, entre ellos la científica y escritora Mary Somerville.
Cuando Lovelace tenía 17 años, al poco tiempo de que hiciera su debut en sociedad, fue Somerville quien le presentó a Babbage en una exhibición. Babbage le mostró una calculadora mecánica de latón de sesenta centímetros de alto que había fabricado; la imaginación de Lovelace fue apoderada por el aparato. Ella y Babbage comenzaron a intercambiar correspondencia sobre matemáticas y ciencias durante casi dos décadas.
Lovelace también conoció a su marido, William King, por medio de Somerville. Se casaron en 1835, cuando ella tenía 19 años. King pronto se convirtió en conde y ella así en la condesa de Lovelace. Para 1839 era madre de dos niños y una niña.
Sin embargo, estaba decidida a no dejar que su familia ralentizara su trabajo. El año en que se casó, le escribió a Somerville: “Estoy leyendo textos matemáticos todos los días, y estoy ocupada con la trigonometría y en los conceptos preliminares de las ecuaciones cúbicas y bicuadradas. Así que, como verás, este matrimonio no me ha quitado en lo más mínimo el gusto por estas actividades ni la determinación para continuar trabajando en ellas”.
En 1840, Lovelace pidió a Augustus De Morgan, un profesor de matemáticas radicado en Londres, que fuera su tutor. Por medio de un intercambio de cartas, De Morgan le enseñó matemáticas de nivel universitario. Posteriormente, él escribió a la madre de Lovelace que, si algún joven estudiante hubiera mostrado tener sus habilidades, “lo más seguro es que habrían hecho de él un investigador original de matemáticas, tal vez de un renombre de primera categoría”.
Fue en el año de 1843, cuando tenía 27 años, que Lovelace escribió su contribución más duradera para las ciencias de la computación.
Publicó su traducción de un artículo académico sobre la máquina analítica de Babbage y añadió una sección, de casi tres veces la extensión del trabajo, titulada “Notas”. En esta parte, Lovelace describió cómo iba a funcionar la computadora, imaginó su potencial y escribió el primer programa.
Los investigadores han llegado a considerarlo “un documento extraordinario”, de acuerdo con Ursula Martin, una computóloga de la Universidad de Oxford que ha estudiado la vida y obra de Lovelace. “Ella habla de los principios abstractos de la computación, de cómo programar la computadora y de grandes ideas, como de que tal vez podría componer música, quizá pensar”.
Lovelace murió menos de una década después, el 27 de noviembre de 1852.
En sus “Notas”, Lovelace se imaginó un futuro en el que las computadoras podrían realizar análisis más poderosos y a mayor velocidad que los humanos.
“Un lenguaje nuevo, vasto y poderoso se está desarrollando para el uso futuro del análisis, en el cual se pueden introducir sus principios con el fin de que tengan una aplicación práctica más veloz y precisa al servicio de la humanidad”, pronosticó Lovelace.