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Cinco sellos de la primera semana

La política está hecha de señales. Se habla con palabras, con gestos, con silencios; porque sea planificado o inconsciente, finalmente todo comunica. Aquí un recorrido de un gobierno que partió marcando estilo.

El segundo gobierno de Sebastián Piñera se inició con un cambio de mando republicano. En la ceremonia había respeto y una mirada país que embargó de cierto orgullo patrio. La Presidenta Bachelet entró sonriente al Congreso Nacional. No sabemos si porque se sentía liberada de sus responsabilidades o por la sensación de haber cumplido obsecuentemente con el venerado programa de gobierno.

El Presidente Piñera también se veía contento. Sus canas, además de sus nietos que fueron protagonistas el 11 de marzo, han sido ingredientes fundamentales para un Presidente igual de exigente, pero más prudente y más empático que en 2010. Se intuye que su intención es pasar a la historia no como un buen gerente del país, sino como un estadista 3.0. Aunque se habla de una segunda transición, se trata de conducir a una nación de grandes acuerdos nacionales, que supere los problemas de país subdesarrollado, pero que al mismo tiempo se inserte plenamente en el siglo XXI. Sus discursos del domingo hablaban de la infancia vulnerable, de hacerle cirugía a la salud, de seguridad, de la paz social en La Araucanía, de volver a crecer para un desarrollo humano integral, pero al mismo tiempo de modernización del Estado. Cada palabra se trasmitía por plataformas digitales, estilo de comunicación que partió con el nombramiento de autoridades.

El día lunes vino la renuncia del general Villalobos, en Carabineros. No hubo titubeos. Desde el primer día se mostró que las malas prácticas no eran bienvenidas. Primera señal.

Del martes hacia adelante comenzaron las visitas del ministro Gonzalo Blumel a los parlamentarios en Valparaíso. Había que ser consistente con la apertura al diálogo y a los acuerdos políticos, como lo había pedido el Presidente en el balcón de La Moneda. La resistencia de Pamela Jiles ante los llamados Blumel lovers sólo recordó que la apertura a la diversidad de estilos y opiniones será un músculo a desarrollar cada día, pero el ministro fue enfático en señalar que la palabra acuerdo es una buena palabra. Segunda señal.

Y al parecer su énfasis hizo sentido no sólo con una ciudadanía que votó por una lógica más de entendimiento que de conflicto, sino en algunos políticos como Ximena Rincón, que en Icare habló de “ciertos mínimos éticos comunes”.

Por eso, la convicción en las ideas y principios regentes del nuevo gobierno es otro de los elementos que se vislumbraron esta semana. Se vio también en Icare, con ministros como Chadwick, que sin rodeos dijo que el proyecto de Constitución de Bachelet no sería tramitado.  Tercera señal.

En ese mismo escenario, la presentación del ministro Moreno fue estratégica para marcar el sello de una administración que busca posicionarse esta vez con un desarrollo social integral y no sólo con buenas cifras. Cuarta señal. Pero las cifras también fueron importantes, no sólo para dar cuenta del déficit fiscal, sino para mostrar intención de unidad en el gobierno y Chile Vamos, otro elemento característico de estos primeros días. Quinta señal.

El ministro Felipe Larraín se cuadró con el ministro Valente cuando dijo que el gobierno anterior mintió con los índices macroeconómicos entregados. Otras acciones —como las fotos en redes sociales de ministros, con subsecretarios y equipos ministeriales, así como el Presidente Piñera con todo el equipo de Chile Vamos en Cerro Castillo— dan cuenta de un cierto estilo con el cual se empieza a gobernar.

 

María Paz Lagos V., periodista y magíster en Ciencia Política

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