Ricardo Bada: Greguerías virtuales
«Los pájaros son las estrellas fugaces del día». Uno lee esto y piensa de manera espontánea: “Ramón”. Y no, no es una greguería, es un trino de @Guashabita, una tuitera venezolana.
Mal que les pese a los puristas, a los exquisitos y a los aristarcos, «la tuiteratura es literatura, porque los problemas de validez y legitimación que genera son los mismos que los de la literatura tradicional»: así lo cree y así lo formula Vicente Luis Mora (=@MoraVicenteLuis). Y así lo creo yo también, que he dedicado, y dedico, horas y horas a buscar las agujas del ingenio y el buen decir en el pajar de Twitter.
Se me ocurre empezar con un “quod erat demonstrandum” este que es, en el fondo, un homenaje a Ramón, el creador de la greguería («gregues, como yo las llamo en la intimidad», según confesó en el prólogo a su propia selección en la Colección Austral, Buenos Aires 1940), y ese euclidiano “como había que demostrar” van a ser diez de ellas que tienen dos características en común, de las que luego les hablaré.
Helas aquí: «El primer Papa que trinó fue Pío I».
«Ser negativo se cura con papel fotosensible y una ampliadora».
«Las luciérnagas son insectos que se pusieron las pilas».
«Voy a contar tazas de café para combatir el insomnio».
«A los que estudian cine sin terminar la carrera les dan un subtítulo».
«Algunos hombres definitivamente descienden del monosílabo».
«Los mejores sueños eróticos se pierden en el pubis de las Bermudas».
«El género literario creado por Bryce Echenique se llama Copy Bryce».
«Calderón de la Barca, picado por la mosca tsé-tsé, escribió La vida es sueño».
«Los pezones son los ojos del corazón».
Ahora bien, las dos características comunes de estas diez greguerías son, 1ª, que todas podrían ser de Ramón, y 2ª, que ninguna de ellas lo es: la dedicada al plagiario BE tendría que haberles alertado. Se trata de 10 tuits extraídos de otras tantas cuentas de la red Twitter, y con ello damos en la diana del tema de esta nota: Ramón y la greguería como los más ilustres ancestros de dicha red, al menos en lo que tiene de creatividad verbal, que no es poca.
En el citado prólogo a su propia antología en Austral, es Ramón quien nos pone en la pista de otros ilustres ancestros, los de la propia greguería. Así por ejemplo Quevedo («Los ojos pequeños tienen niñas, y los grandes, mozas»), Góngora («Erizo es el zurrón de la castaña»), Zorrilla («El gallo con su paso orgulloso va sembrando estrellas en el suelo»), Santayana («Eran unas mujeres francas, como las patatas cocidas con piel y sin sal»), Rubén Darío («El peludo cangrejo tiene espinas de rosa»), Huidobro («Los ascensores suben como el mercurio de los termómetros»), etc.
Y también cita algunas de los aventajados epígonos que le salieron desde que comenzó a publicarlas. Entre ellos Eugenio D’Ors («El piropo es un madrigal de urgencia»), Fernández Moreno («Morir es penetrar en un cuarto oscuro donde no hay un solo mueble con que tropezar»), Ortega Munilla («La mujer coquetea en la luz con los ojos y en la sombra con la voz»), Noel Clarasó («El golf es muy divertido con tal de no proponerse meter la pelota en el agujero»), Jacinto Miquelarena («La escalera de caracol es el sacacorchos de las torres»), Jardiel Poncela («En la batalla de Sedán, les dieron»), etc.
Como acerca de ellas casi todo ha sido dicho, pues no hay tratadista de la literatura en lengua castellana que no le haya dedicado su atención, centremos la nuestra, para terminar, en aquellas de Ramón que devinieron obsoletas debido al progreso de la técnica y aquellas que jamás hubieran encontrado hoy un redactor dispuesto a publicarlas en su periódico o revista, por ser políticamente incorrectas:
Comencemos con una obsoleta: «Las últimas lágrimas de despedida al tren que parte, chorrean de la manga del depósito de agua para llenar locomotoras».
Hay otras, en cambio, que hoy en día, en plena crisis, son más actuales que nunca: «La pregunta más inquietante de los Bancos: “¿Llegó ya el cajero?”»
Una que otra greguería recuerda el mejor Chesterton:«Hay un momento en que el astrónomo debajo del gran telescopio se convierte en microbio del microscopio de la luna que se asoma a observarle». Y la preferida de Joyce, Ramón dixit!, era esta: «Los únicos paraguas que tapan son los de los niños».
Entre mis favoritas reseño dos en las que intervienen Eva y el jardín del Edén: «La mujer que baja por una escalera de caracol parece haber sido despedida del Paraíso». Y «Cuando una mujer pide ensalada de fruta para dos, perfecciona el pecado original».