Ramón Guillermo Aveledo: «Sobre la vida civil. ¿Por qué soy radical? y otros textos humanistas»

Sobre la vida civil. ¿Por qué soy radical? y otros textos humanistas, publicado por la editorial Dahbar, fue presentado en Caracas el pasado jueves 12 de abril, en el Centro Cultural Chacao. Intervinieron en el acto la historiadora Inés Quintero, directora de la Academia Nacional de la Historia, la Diputada Marialbert Barrios y el autor, Ramón Guillermo Aveledo.

Para América 2.1 es un verdadero placer recomendar un libro en el cual el autor una vez más da muestras de su buen saber en el terreno de las ideas políticas y sociales, procurando con ello dar un mensaje -desde los valores humanistas que conciben a la persona humana como el centro y la meta del orden social- que promueve la reflexión y una acción alejadas de todo extremismo, porque buscan siempre defender e impulsar el diálogo entre seres humanos que tienen como objetivo final la democracia, el pluralismo y la libertad. 

A continuación las palabras de Ramón Guillermo Aveledo en dicho acto: 

 

Lo primero es decirles de mi gratitud.

A Ramón José Medina y Carlos Mascareño, dos de mis más cercanos compañeros en este empeño, por su prólogo y su epílogo.

Al editor Sergio Dahbar por su trabajo.

A mis colaboradores permanentes y ocasionales en el Instituto Fermín Toro, por su ayuda.

Al alcalde de Chacao Gustavo Duque y al Centro Cultural Chacao por brindarnos su hospitalidad en esta instalación.

A mis queridas amigas Inés Quintero y Marialbert Barrios.

Y a todos ustedes por su amistosa compañía.

Lo segundo, unas breves respuestas a tres preguntas predecibles.

¿Por qué un libro ahora?

Porque en momentos de angustia es recomendable no dejarse dominar por las emociones y mucho menos por las secreciones.

A la serenidad, que no es evasión sino fortaleza del espíritu para afrontar las sacudidas más violentas, los retos más demandantes, debemos pedirle, y permitirle, que nos auxilie en estos trances. Que ya lo dijo Santa Teresa, “La paciencia todo lo alcanza”.

Veamos más lejos, miremos más allá. Sin dejar de atender la coyuntura, no olvidemos que existe el horizonte. Pensar en grande no es menospreciar el detalle sino no dejarse arrinconar en él porque es eso, un detalle. Verdadero, pero parte de un panorama muchísimo más amplio. Ojo de paisajista, para ver el árbol y el bosque. Pero con ellos al país y al planeta, y en ellos a la persona, protagonista.

¿Por qué este libro?

Parece contra intuitivo y quizás lo sea, así como los ciudadanos podemos y debemos reclamar nuestro voto negándonos a votar en un simulacro que tiene abolengo dictatorial en nuestra historia. En trances cómo el que vivimos los venezolanos, a la república no puede pasarle lo que al coronel de García Márquez que no tiene quien le escriba, aunque en estas páginas también le escribo al Coronel, porque la FAN es parte de la República.

Cuando más en crisis está nuestra vida civil, más comprometido me siento con ella. Cuando el griterío nos dificulta escuchar y los empujones nos dificultan caminar, más importante es tener presente que en el principio están los principios.

Este libro quiere ser testimonio de una preocupación por el presente venezolano y de una esperanza en el futuro venezolano.

Quiere ser testimonio de un esfuerzo terco, indomable que se cansa y recupera fuerzas, que se desanima y se reanima, por comprender el país y por hacerlo comprender afuera.

Y constancia de una convicción arraigada: La vida es mucho más que la política, por importante que esta sea y lo es. Y la política es mucho más que solo política. No tiene el ser humano cuerpo, mente y espíritu, individuo y ser sociable, una sola dimensión. Por eso son múltiples nuestros intereses, nuestras aficiones y nuestras querencias.

¿Por qué dice usted que es radical?

Radical viene de raíz. Si nos vamos al diccionario de la Academia, encontraremos que la primera acepción de la palabra es perteneciente o relativo a la raíz. La segunda es fundamental o esencial. La tercera, total o completo y explica, cambio radical. La cuarta es partidario de reformas extremas, y en la vigésima primera edición de 1992, se complementa este reformismo radical con “especialmente en sentido democrático”. Recién la quinta acepción sería extremoso, tajante, intransigente.

Soy radical en mi oposición al modelo que en la Venezuela de hoy se nos quiere imponer desde arriba, a su noción del poder y a su modo de ejercerlo, por ser partidario de un tipo de sociedad radicalmente distinta a la que éste impulsa y de un Estado que funcione sobre bases radicalmente diferentes.

Mi diferencia con el modelo en el poder no es topográfica, porque me encuentre ubicado a su derecha o a su izquierda, es radical porque parto de supuestos distintos y sostengo otra concepción de la política. Tampoco veo la lucha política venezolana como un choque entre intensidades que se disputan una supuesta superioridad moral.

Mi radicalismo no es de grito, ni de entonación, ni de desplantes. Es, y lo digo con serena firmeza, de fondo.

Porque lo contrario a la intolerancia “de ellos” no es la intolerancia “de nosotros”, sino la tolerancia.

Lo contrario a la imposición “de ellos” no es la imposición “de nosotros”, sino la libertad.

Lo contario a la arbitrariedad “de ellos” no es la arbitrariedad “de nosotros”, sino la legalidad.

Lo contrario a la uniformidad “de ellos” no es la uniformidad “de nosotros”, sino el pluralismo.

Lo contrario a la negación no es otra negación, sino la afirmación.

Lo contrario al irrespeto no es más irrespeto, sino el respeto.

Lo contario a la injusticia no es más injusticia, sino justicia.

Lo contrario al poder concentrado no es más poder concentrado, sino poder distribuido, equilibrado.

Lo contrario al poder personal no es el poder de otra persona, sino el poder institucional.

Lo contrario a la ira no es la ira vengadora, sino la serenidad.

Lo contrario a la antipolítica de izquierda no es otra antipolítica de derecha ni viceversa. Lo contrario de la antipolítica es la política.

Dicho esto, agrego, no porque sea indispensable hacerlo constar, sino porque es verdadero, y también soy radicalmente centrista. Tampoco creo en el dilema entre el estatismo, sea socialista o fascista, y el Estado mínimo o la ausencia de Estado. Creo en un Estado fuerte, no por grande e invasivo, sino por eficiente y por apegado a un Derecho que lo orienta y lo limita. Como es falso también el dilema entre colectivismo e individualismo, cuando existe la opción de la responsabilidad personal y social y la solidaridad.

¿Reformista? Sí, claro. Social demócrata o demócrata cristiano, cierto, aunque también los conservadores más sensatos y los liberales más modernos comparten el reformismo sin mayores inconvenientes. Porque lo contrario al dogma no es otro dogma, sino la apertura intelectual, el juicio, la sana crítica, la razón. Eso es lo radical.

En resumidas cuentas, lo verdaderamente contrario a la dictadura, por radicalmente distinto, no es otra dictadura, sino la democracia.

La raíz, el centro y la meta, está en la persona. Ahí está la raíz. Por eso soy radical. Y desde esa perspectiva radicalmente democrática, radicalmente humanista, es que digo y hago…

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