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La lógica de la famiglia

Cristina Cifuentes en la Convención Nacional del PP en Sevilla. AITOR ALCALDE (GETTY).

Cifuentes confió hasta el final en sobrevivir al escándalo del máster. Pero estaba sentenciada, no por el PP sino por la aritmética parlamentaria

El vídeo de Cifuentes equivale, en el lenguaje de la famiglia política, a la cabeza de caballo de El Padrino. Un aviso para que no fantaseara con desobedecer la sentencia de Rajoy: dimitir antes del debate de presupuestos. En la película de Coppola, un productor de Hollywood se niega a dar un papel a Johnny Fontane (“ese cerdo de Johnny Fontane nunca trabajará conmigo; yo no me bajo los pantalones por muchos italianos que vengan a hacerme la puñeta”), y al despertar entre sábanas de satén color champagne siente un calor pastoso y se ve las manos manchadas de sangre, después el cuerpo embadurnado; al tirar de la sábana, descubre la cabeza de un caballo decapitado. Por supuesto, Johnny consigue el papel. Y por supuesto, después del vídeo, Cifuentes convocó a los medios para cumplir la instrucción de Rajoy: recoger el despacho de la Puerta del Sol antes del mediodía.

 

Cifuentes, va de suyo, no ha dimitido por el vídeo del mangoneo de unas cremas en Eroski. A un vídeo así se sobrevive en España. Puede resultar asombroso, pero la hemeroteca muestra supervivientes mucho más impensables. Aquí se sobrevive a poner en tu currículum Medicina y Cirugía, y que después solo aparezca soltero. O se sobrevive a tener un empleado doméstico sin papeles siendo campeón de ética. O se sobrevive a recomendar para un cargo a la que tenga mejores tetas. De hecho, Cifuentes confió hasta el final en sobrevivir al escándalo del máster. Pero estaba sentenciada, no por el PP sino por la aritmética parlamentaria. De contar el PP con mayoría absoluta, ni el alma más cándida hubiera contado con su caída. Pero la cuenta atrás para la moción de Gabilondo, cuya credibilidad ganaba enteros día a día, acabó con ella; y la pieza se la cobra Ciudadanos.

Ante el vídeo con efecto cabeza de caballo de El Padrino, Cifuentes asumió el final. No ha sido una operación ejemplar, pero en los códigos de la famiglia hay cosas que no se dejan a la libre interpretación. El gélido certificado de Rajoy es demoledor: “Ha hecho lo que tenía que hacer”. Su orden era antes de mediodía, y ella convocó a los medios a las 11.45.

Cifuentes se ha quedado sin la metáfora de los fusilamientos del 3 de mayo. Ahora, una vez abandonada la política activa para retirarse a su particular Aventino, donde tal vez disfrutará de ese espectáculo tan español de ver cómo la compadecen tras pedir su cabeza, toca poner el foco en el partido. Se da por hecho que el vídeo es fuego amigo, pero, más allá de esa puntilla, el PP ha vuelto a acreditar en este escándalo que su rasero ético es insoportable. Desde la larga ovación de Sevilla a los avales entusiastas de Cospedal, ellos han sido sus cómplices. Rajoy le ofreció su manto protector, como padrino, hasta que le giró el pulgar abajo. El partido supera así ese match-point y toma un respiro, pero cada vez se le ve más hundido en esa ciénaga donde ya se han ahogado Aguirre, Ignacio González y Granados. Y ahora hay temblor de rodillas calibrando que corra la lista. 

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