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La verdadera oportunidad de Falcón

 

 

Unas elecciones libres y limpias en Venezuela no son posibles mientras las siga organizando la dictadura chavista. En Venezuela hace tiempo que se usurparon todos los mecanismos legales y legítimos para poder hablar de libertad ante las urnas.

Aún así, y a pesar de todas las trapacerías de las maquinarias combinadas del Consejo Nacional Electoral (CNE) y el Tribunal Supremo, cada una haciendo su labor de destrucción institucional, y de lo que dicen las encuestas, Henri Falcón y su grupo insiste en participar en el simulacro electoral del domingo 20.

Es cierto que Nicolás Maduro es el dirigente que ha suscitado un rechazo más generalizado en la historia del país; pero la gente ha sabido leer mejor que el falconismo lo que ocurrió en las tres últimas elecciones convocadas por el CNE, todas en 2017: Asamblea Constituyente, Gobernadores y elecciones municipales. Un inmenso fraude –Luis Almagro, el Secretario General de la OEA, llamó la elección de la ANC el fraude electoral más grande de la historia de América Latina-.

El reflejo totalitario del chavismo pretende que el mero hecho de participar en estas elecciones presidenciales sirva para legitimar su dictadura. Maduro quería dejar a los ciudadanos indefensos ante el dilema de hacerles tragar las arbitrariedades del régimen, tanto si votan como si no. Pero lo cierto es que estas elecciones no se han convocado de acuerdo a la Constitución, se realizan con la mayor persecución a toda posibilidad de participación opositora (salvo los grupos que apoyan a Falcón, claro) y ya cuentan con el rechazo de toda la sociedad venezolana, de su política, de sus gremios, de sus academias, de los estudiantes; de la mayoría de los gobiernos democráticos del mundo, de organizaciones de derechos humanos, de instituciones regionales e internacionales.

Falcón afirma que puede ganar, a pesar del rechazo, del ventajismo, de no poseer un mínimo de control electoral garantizado –no lo tuvieron los partidos de la MUD en los últimos procesos, ¿cómo lo van a tener los muy débiles grupos que apoyan a Falcón? En su desespero, Falcón ha hecho caso omiso de la corrupción que significa el secuestro de la tarjeta verde, del socialcristianismo venezolano, violando estatutos y reglamentos internos, como ha sido señalado repetidamente por líderes históricos de esa organización. Falcón sabe que miente cuando afirma que COPEI lo apoya. Vaya ese mensaje para aquellos que con buena fe defienden a Falcón; no puede ser muy éticamente recomendable un candidato que acepta la desvergonzada violación de los derechos de la militancia copeyana como si nada.

Para la abrumadora voluntad de los venezolanos, bien conocida gracias a los sondeos de opinión independientes, no será posible dar por bueno ningún resultado que consolide, ni de lejos, el poder chavista. Los millones de votos que el domingo 20 el CNE le otorgará a Maduro y a sus comparsas serán muchos de ellos votantes fantasmas. Los venezolanos están hartos de Maduro, y eso nada lo puede ocultar. Como tampoco se puede ocultar el rechazo a Falcón, principal contribuyente a la estratagema del régimen de fragmentar a la oposición democrática. A Falcón le faltan miras y espíritu democráticos y le sobran oportunismo y ambición. ¿Es que acaso su candidatura no tiene límites éticos? ¿Es que estaría dispuesto acaso no solo de legitimar la farsa electoral, sino incluso ir a un gobierno junto con el chavismo, esa invasión masiva del delito en nuestra patria?

Por eso es pertinente preguntarnos: ¿Qué podemos esperar los ciudadanos luego de que se anuncie el resultado electoral? ¿Una farsa legitimadora llamada gobierno de unidad nacional? ¿Un gobierno de transición? ¿Transición hacia qué? ¿Hacia la “realidad política” –en palabras de Manuel Rosales- que representa la ilegal Asamblea Nacional Constituyente? Lo más probable es el camino de profundización, vía dicha ANC, de una variante del comunismo castrista.

Qué tiempos aquellos cuando los Falcón, Rosales o Timoteo Zambrano declaraban que «el valor más importante de la oposición es la unidad, sin eso no hay posibilidad de victorias en el futuro». Claro, nadie menciona hoy que dicha unidad fue en buena medida destruida por Rosales primero, en las elecciones a gobernadores, por Zambrano casi siempre, y por Falcón cuando se lanza por su cuenta a la presidencia.

Y sin embargo, Falcón tiene una solución al laberinto en que él mismo se ha metido: poco después de anunciar su candidatura señaló que si Maduro no aceptaba condiciones que garantizaran un acto electoral realmente competitivo, él se retiraría.

En una entrevista publicada por el diario español El País, comentó: “Si usted firma un contrato, con condiciones establecidas, y las cláusulas no se cumplen, no hay condiciones de darle cumplimiento al acuerdo. Nos retiraríamos”.

A la luz de lo sucedido en estos últimos meses, cuando la deriva totalitaria no solo no ha disminuido, sino que incluso ha aumentado, Falcón tiene la posibilidad de reflexionar, de que prive la razón, de hacer un gesto de respeto a las mayorías ciudadanas, al pueblo llano y su lucha democrática, renunciando a la candidatura y retornando a la postura mayoritaria de rechazo frontal al régimen tiránico. Ese es el auténtico dilema que le queda en los pocos días que faltan para el 20 M. Y sobre esa base muy probablemente lo juzgará la historia.

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