Armando Durán / Laberintos: Venezuela después del 20 de mayo
¿Más diálogo y más votos? ¿Será esa la consecuencia real del simulacro electoral del domingo pasado?
Comencemos por señalar que en esa jornada electoral pasó lo que estaba previsto que pasara. Nadie sabe, sin embargo, cuál será el rumbo que finalmente emprenda Venezuela después de haberse consumado el mayor fraude electoral del régimen chavista. Un vacío causado por el doble desafío que le presentaba al régimen, por un lado, la indignación de los venezolanos y, por el otro, el creciente hartazgo de una comunidad internacional burlada una y otra vez por Maduro y compañía, mientras que la dirigencia de la oposición dialogante se hundía en la desesperación del no saber qué hacer y el silencio que produce quedar, tal como están las cosas, fuera del juego electoral.
El resultado combinado de la maniobra del régimen y del desconcierto opositor es el caos. Recordemos que en esta ocasión, al tiempo que representantes del régimen y de la oposición negociaban en República Dominicana condiciones aceptables para participar en las elecciones hasta entonces convocadas para diciembre, el ramplón quehacer tramposo del Consejo Nacional Electoral informó que esos comicios se adelantaban para abril o mayo, inhabilitó a la MUD y al partido Primero Justicia, y añadió ingredientes inadmisibles incluso para la dialogante alianza opositora de la Mesa de la Unidad Democrática, a la que no le quedó más remedio que asumir la contradicción de negarse a participar en esta elección presidencial, cuando su razón de ser como alianza era precisamente unir a la oposición con fines exclusivamente electorales. Una ausencia que a su vez obligó al régimen a buscar un candidato “opositor” de última hora, un telonero que por débil y poco opositor que fuera, sirviera para que Maduro no fuera el único candidato presidencial, típico de los regímenes dictatoriales.
Esta nueva situación obligó a su vez a las autoridades electorales, no a manipular las cifras de la votación para quitarle votos a unos y ponérselos a otro, simple traducción aritmética de las pretensiones políticas de los jefes del proceso, sino para ocultar de la mejor manera posible la muy palpable ausencia de votantes en los colegios electorales de todo el país, que de pronto se había convertido en la sólida respuesta de los ciudadanos a las grotescas intenciones de un régimen acostumbrado a vender sus mentiras por verdades con absoluta impunidad.
Esta nueva circunstancia política demostraba que ni el régimen ni la oposición organizada contaban ya con suficiente base social para seguir manipulando la realidad a su antojo. Ambos, sin embargo, no habían calculado la hondura del rechazo popular a la gestión de la crisis y a las fraudulentas maniobra del régimen y la oposición para repetir la acrobacia de tener elecciones sólo para perpetuarse unos en un poder cada día más totalitario sin romper el tenue hilo de las irrelevantes formalidades del juego electoral en democracia y de conquistar los otros algunos espacios burocráticos de origen electoral. Esas eran las reglas del juego que venían aplicando Hugo Chávez y sus sucesores para proporcionarle al régimen una relativa legitimidad democrática de origen. Un escenario trucado en el que el régimen, gracias a la complicidad de una oposición siempre oportunista, había podido avanzar sin excesivos contratiempos, sin que esos sucesivos saltos en el vacío dejaran al descubierto la verdadera naturaleza del proyecto chavista. De ahí la estrategia de repetir rondas de falsas negociaciones con la oposición oficial y la continua convocatoria a elecciones amañadas cada dos por tres y para cualquier cosa. Mientras tanto, Venezuela se hundía, paulatinamente y sin muchos sobresaltos, en las aguas de lo que alguna vez Chávez definió como el mar de la felicidad cubana.
Y así ha seguido siendo hasta ahora, cuando Maduro ha terminado por sucumbir irremediablemente bajo el peso de su incompetencia para enfrentar la crisis general que devasta a Venezuela desde hace algunos años. En el marco de esta nueva y penosa realidad, hasta el amable diálogo del régimen con el adversario hizo crisis y las trampas del CNE tuvieron que desviarse del acostumbrado camino de los amaños consentidos por la oposición para emprender una ruta muy distinta. El objetivo no consistía ahora en quitar votos de aquí para ponerlos allá. El objetivo del CNE este domingo 20 de mayo era disimular el infierno de aterradora soledad a la que más de 70 por ciento de los electores condenaron ese día a Maduro y tratar de desmentir, con sumas aritméticas imaginarias, lo que las fotos y los videos de ese día catastrófico mostraban con claridad. Al final de la jornada, ya de noche cerrada, cuando todas las sumas y restas mostraban una participación ciudadana que apenas llegaba a 30 por ciento del registro electoral, el CNE infló la inexistente participación ciudadana en los colegios electorales hasta elevarlos a 46 por ciento. Todavía eran demasiado pocos electores, pero añadirle cifras a esos números hubiera resultado excesivo. No obstante este empeño del régimen por eludir el testimonio del escollo, el tramposo 68 por ciento de los votos por Maduro de ese igualmente 46 por ciento de votos anunciados en informe oficial del CNE, pone de manifiesto, y ese es el primer dato a tener en cuenta, de que al jefe del Estado no le quedó ese día más remedio que pensar en el poquísimo apoyo con que contaba.
La oposición, o más bien las diversas oposiciones que tratan de conservar la vida en medio del desastre, disponen ahora, aunque solo sea en teoría, de una fuerza ciudadana que al fin parece que ha abierto los ojos. Por otra parte, como tantas voces independientes de la oposición han señalado nada más conocerse el tamaño de esta farsa, a luz de lo ocurrido queda claro que los votos no son el camino para salir de la crisis y restablecer el estado de Derecho y la racionalidad económica. De acuerdo con esta realidad incuestionable, toma cuerpo en la conciencia ciudadana la certeza de que ese objetivo de la lucha política que forzosamente se avecina ahora, es decir, la lucha por restaurar la democracia, no se librará en las urnas electorales. Que en este caso, el orden de los factores sí condiciona nuestros pasos y que no se trata de “solicitar” que el régimen convoque nuevas elecciones que por fin sean limpias y transparentes para cambiar de presidente, gobierno y régimen, sino todo lo contrario. Es decir, que para tener esas elecciones auténticamente democráticas, primero habrá que salir del presidente, del gobierno y del régimen. Sólo entonces tendrán los electores venezolanos la posibilidad de participar en elecciones como las que se celebran en todo el mundo democrático.
Lamentablemente, la posición de esta presunta oposición que participó en la ilegal, convocatoria electoral del domingo, y la que aun en contra de su historia y de su sensibilidad decidieron abstenerse de participar en estos comicios, vuelve a ser la de colaborar con el régimen, al anunciar, a los cuatro vientos, que a pesar de todos los pesares sus consignas siguen siendo las mismas de siempre, “diálogo y voto”, con el mismo impulso, o sea, sin ninguna voluntad real de cambio político, que ha recorrido estos años la ruta diseñada por el régimen para continuar en el poder hasta el final de los siglos. Esta es, por ahora, la única indicación que ha hecho el estamento político venezolano sobre lo que pueden esperar los ciudadanos en los convulsos tiempos por venir.
El Sr. Armando Durán siempre ha sido crítico de los grupos opositores que se han podido articular alrededor primero de la Coordinadora Democrática y finalmente en la MUD, que es una coalición de partidos, con fines meramente electorales. Ellos manejan ideas, hacen propuestas y su propósito fundamental ha sido participar en comicios para de alguna forma cambiar el estado de cosas por la tradicional vía democrática. Si como el concluye esta asociación se ha mostrado incapaz de lograr ese objetivo, por las razones que hayan sido y se encuentra agotada, además de desprestigiada ¿Cual podría ser el lazo de unión entre esa masa opositora que se afirma está cerca del 80% de los habitantes? Preocupa en este contexto que el descontento con el actual establecimiento tiene diversas causas y está muy estratificado. En los extremos hay quienes expresan su disconformidad por la carencia de servicios públicos y necesidades de supervivencia básica, pero mantienen su lealtad hacia los que se conoce normalmente como Chavismo, pero sin Maduro y otros que reconocen que el sistema hasta ahora aplicado dogmáticamente es un fracaso y quieren transitar hacia un régimen más liberal, de garantías plenas, como receta para el bienestar y el desarrollo. Para provocar un cambio se necesita la conformación de una masa crítica, adecuadamente dirigida que tenga objetivos claros y los medios para crear un vector sólido capaz de lograr una transformación. Lamentablemente veo que estamos muy lejos de ello y por lo menos a corto plazo el estado de cosas se encuentra bien cimentado con el apoyo de la fuerza pública organizada, una capacidad comunicacional no vista en mucho tiempo y una población en situación de dependencia crítica de las dádivas gubernamentales, sin que se vea la forma y manera de enfrentar de manera práctica y realista esta angustiante situación.