La estrategia ganadora de Uribe
Marta Lucía Ramírez e Iván Duque
El triunfo que obtuvo Iván Duque el domingo lo deja en una posición privilegiada para convertirse en el próximo presidente de Colombia y ratifica la estrategia ganadora de Álvaro Uribe.
Duque obtuvo 7’558.382 votos, 600 mil votos más de lo que sacó Óscar Iván Zuluaga en la segunda vuelta del 2014 cuando se enfrentó a Juan Manuel Santos.
Casi duplicó su votación en la consulta del 11 de marzo, triplicó la votación de Álvaro Uribe al Senado y del Centro Democrático y le sacó más de un millón de votos al resultado del No en el plebiscito.
Fue un resultado impresionante para un candidato de 41 años, que hace menos de un año era conocido por menos del 25 por ciento de los colombianos, según la encuesta Gallup de junio de 2017, y cuya única trayectoria en Colombia es haber sido un buen senador del Centro Democrático durante el pasado período después de que Uribe lo metiera en su lista cerrada.
Una parte del triunfo de Duque se lo merece él solo
Tuvo un desempeño impecable durante la primera vuelta. Demostró gran disciplina en el mensaje, no cometió errores, sabía de todos los temas y logró transmitir la idea de que era 100 por ciento uribista en lo esencial de la doctrina de Uribe -como su rechazo a la participación política de las Farc y a la JEP y su apuesta por la confianza inversionista- pero mucho más moderado y de centro en su talante.
De esa manera, aseguró toda la derecha detrás suyo (algo que ahora parece obvio pero que al principio no lo era, pues todo el sector más radical que oye a Fernando Londoño todos los días lo veía como el caballo de Troya de Santos) y alcanzó a morderle al centro.
Pero más allá del buen candidato que demostró ser Duque, o incluso por eso mismo, su triunfo lo que ratifica es lo ganadora que fue la estrategia de Álvaro Uribe.
La estrategia ganadora
Después de ocho años de estar en la oposición a un presidente que tuvo durante casi todo su mandato todos los factores de poder de su lado y sin una cuota burocrática en su haber, Uribe volvió a demostrar su fortaleza como líder político.
Hizo muchas cosas que hoy se demuestra que fueron las correctas.
Primero, su selección de Iván Duque como candidato. Un candidato sin pasado que le pudiera abrir un flanco a sus rivales; con cero vínculos con sus dos gobiernos, lo que dificultó que le achacaran los falsos positivos, las capturas masivas y las chuzadas; y encima, joven, lo que le permitía proyectar el uribismo hacia adelante.
Segundo, su estrategia de apostarle a una coalición del No y de sostenerla hasta el último minuto pese a la reticencia inicial de Marta Lucía Ramírez y de la presión de Andrés Pastrana para dejar por fuera a Alejandro Ordóñez demostró haber sido acertada porque Duque fue capaz de crecer por fuera del uribismo.
Además, con su idea de que el segundo en la consulta fuera la fórmula vicepresidencial aseguró los votos de Marta Lucía Ramírez, que en las elecciones del 2014 fueron casi 2 millones de votos y en la consulta de la derecha un millón cuatrocientos mil.
“Los resultados demuestran que el uribismo 2.0 de Iván Duque existe”, dijo a La Silla el columnista Francisco Miranda, que acuñó el término hace ya más de un año.
Duque duplicó la votación al Senado del Centro Democrático en 31 de los 31 departamentos, lo que demuestra que asume la representación de los del No, los cristianos y los cuatrocientos mil votos de la consulta que obtuvo Martha Lucía Ramírez.
El tercer cabezazo de Uribe fue haber ‘reconvertido’ el enemigo interno que representaban las Farc en el más gaseoso del ‘castrochavismo’, como una amenaza incluso más peligrosa que la guerrilla en armas.
Desde que en octubre de 2013 se empezó a preparar para las elecciones de 2014, creando un partido propio, el Expresidente ya estaba machacando la idea de que Colombia podría seguir el camino del vecino país.
Pese a las inmensas diferencias entre Colombia y Venezuela, comenzando por el hecho de que allá toda la economía depende de un solo producto como el petróleo (que puede ser controlado a través de una sola empresa, Pdvsa) y de su tradición militarista, ese discurso caló hasta el punto que en la más reciente Gallup Poll, de abril, el 44 por ciento de los encuestados dijo que creía que Colombia podría ser como Venezuela.
Desaparecida de la contienda la Farc tras el retiro de la candidatura presidencial de ‘Timochenko’, fue fácil para el candidato del No utilizar el concepto frente a su principal rival, Gustavo Petro.
El discurso del “castrochavismo” cayó muy bien sobre todo en las zonas de frontera con Venezuela, donde Duque se llevó más del 40 por ciento de la votación. Su triunfo en Norte de Santander es particularmente significativo porque es la zona a la que más venezolanos han llegado y, aunque ganó el No en el plebiscito, Santos había ganado allí en primera y segunda vuelta cuando se enfrentó a Óscar Iván Zuluaga.
Es una idea tan acendrada, que cuando habló de Gustavo Petro en su discurso de triunfo, el público lo interrumpió para cantar: “y no, y no, y no nos da la gana una dictadura como la cubana”.
Tuvo el mismo olfato para identificar mucho antes de que arrancara en firme la contienda que el tema económico jugaría un papel en la campaña, y que al oponerse a la reforma tributaria de Santos se alineaba no solo con el sentir de muchos colombianos sino con las preocupaciones de la clase empresarial, cuyo apoyo se dividió entre Duque y Vargas.
El cuarto mérito de Uribe fue haberse puesto ciento por ciento en función de la campaña de Duque, algo que, por ejemplo, no hizo el expresidente César Gaviria con la de Humberto de la Calle.
Uribe recorrió todo el país haciéndole campaña a Duque para la consulta con Marta Lucía y luego nuevamente para presentarlo. Pero ya cuando Duque estaba arriba, impulsado por su triunfo en la campaña del No, y se volvió evidente que para romper el techo del antiuribismo su presencia era un obstáculo, comenzó a minimizar su presencia en los grandes medios.
Uribe hizo una gira entre las bases, enfocada en poblaciones más pequeñas, espacios que domina como las emisoras comunitarias y, en general, dirigirse a sus bases. Duque, mientras tanto, se dedicó en buena medida a los debates y a hacer gira por ciudades y grandes medios, sin Uribe.
El Expresidente ayer ni siquiera apareció en la tarima con Duque, y se quedó en su finca en Rionegro.
Por último, la estrategia de los del No tuvo a su favor la consistencia. El mensaje de la campaña fue idéntico al que ha tenido Uribe desde hace ocho años y esa disciplina fue recompensada ayer.
A diferencia de Germán Vargas Lleras, que se movió del gobierno al No y luego de regreso al Sí, y del titubeo de De la Calle, Duque no se apartó del discurso de oposición que mantuvo Uribe durante ocho años.
Y no solo eso sino que aprovechó y capitalizó cada papayazo que les ofreció la realidad, desde la captura de ‘Jesús Santrich’ y la decisión de la JEP de ‘suspender’ su extradición hasta la imputación de cargos al exgerente de la campaña de Santos, Roberto Prieto, por Odebrecht, que a pocas semanas de la segunda vuelta encajaron perfecto con su narrativa de que el compromiso de las Farc con la paz no era real, de que la justicia transicional había sido creada para ofrecerle impunidad a los guerrilleros y de que Santos había comprado su triunfo en la segunda vuelta de 2014.
Lo que viene
Con casi el 40 por ciento de la votación, Duque está muy cerca de la Casa de Nariño, y varias tendencias lo favorecen.
En los 13 departamentos históricamente uribistas Duque ganó con por lo menos el 42 por ciento de la votación, y en los no uribistas logró llegar al 35 por ciento.
También ganó en dos de los tres departamentos “columpio”, en los que perdió Óscar Iván Zuluaga en segunda vuelta: Norte de Santander y Cesar. Perdió en el tercero, Bogotá, pero solo con 4 por ciento menos que Petro.
La tendencia más notoria es que, en los ocho departamentos ganó Petro sólo le sacó 450 mil votos, una diferencia pequeña frente a los más de 2,7 millones de ventaja de Duque en el total nacional. Y si ese antiuribismo se manifiesta en que todos los votos por Fajardo, De La Calle y Vargas en esos departamentos se van a donde Petro, solo tendría 750 mil votos más.
En otras palabras, Duque podría no crecer donde Petro ganó e igual ganar.
En cambio, de avanzar en el voto fajardista y vargasllerista en los departamentos más uribistas, tendría la victoria: si se quedara en ellos con todos los votos por Fajardo, De La Calle y Vargas, tendría 1.250 mil votos más.
Durante su discurso de triunfo, Duque le dedicó un espacio a Sergio Fajardo. Dijo que se comprometía con con su discurso de educación y ética, en un claro guiño a los 4,5 millones que sacó el candidato paisa.
Con miras a ese electorado, que al final podría decidir la Presidencia, hay dos factores que favorecen a Duque.
El primero es que Fajardo ganó o fue la segunda votación más fuerte en los departamentos y ciudades más uribistas y en donde le fue muy mal a Petro por lo que allí Duque tiene mayor espacio para crecer.
Sobre todo en Antioquia y el Eje Cafetero, donde le jugará a su favor ser paisa.
En Medellín, Fajardo sacó 31 por ciento de los votos versus menos del 8 por ciento de Petro y un 53 por ciento de Duque; en Manizales, Fajardo sacó el 50 por ciento de los votos versus 29 por ciento de Duque y 8,5 por ciento de Petro. En Pereira, sacó el 41 por ciento y Duque el 37 por ciento. En Armenia el 42 por ciento, y Duque el 38 por ciento.
En otros bastiones uribistas se repite el mismo patrón. En Casanare, Duque sacó el 60 por ciento, Fajardo el 21 por ciento y Petro el 13 por ciento. En Meta, Duque el 49 por ciento, Fajardo el 24 por ciento y Petro el 18.
El segundo factor es que mucho fajardista probablemente se inclinará por el voto en blanco ya que parte de la fortaleza de Fajardo era ser un “ni-ní”, no estar con ninguno de los dos extremos que ahora se enfrentarán en la segunda vuelta. Y el voto en blanco, dada la ventaja que le sacó Duque a Petro termina favoreciendo a Duque.
Podrían hacerlo porque no comparten el discurso de ruptura de Petro (de ahí que les gustara la tibieza de Fajardo) y porque todos los escándalos del gobierno Uribe chocan con la idea de transparencia y de otra forma de hacer política que representan Fajardo, Mockus, Claudia López y Robledo, como lo muestra nuestra historia de las emociones que mueven el voto por Fajardo http://lasillavacia.com/las-emociones-que-mueven-el-voto-por-fajardo-66114.
Lo último que le ayudará a Duque es que ahora será él el que tenga la mayoría de los factores de poder de su lado.
Tendrá a los grandes medios detrás, a todo el empresariado (y su plata) y a la mayor parte de la clase política tradicional pues la parte del Partido Conservador que estaba con Vargas llegará donde él más temprano que tarde así como la mayoría de los políticos de Cambio Radical y de la U, a pesar de lo mucho que le dolerá a Santos que su partido termine apoyando a Uribe.
El desafío de Duque
Aún así, con tantas cosas jugando a su favor, Duque tiene por delante el desafío de romper el techo del antiuribismo sin poner el riesgo el apoyo de los uribistas que, después de la traición de Santos, son muy sensibles a cualquier señal de deslealtad.
En la última Gallup Poll, Uribe tiene una imagen negativa del 50 por ciento, que está en su pico más grande en la historia.
Este rechazo al Expresidente puede exacerbarse en las próximas semanas con cualquier noticia relacionada con los líos judiciales de su círculo de gobierno, y de él mismo, y con otra salida en falso como la del ‘buen muerto’ cuando asesinaron al testigo Areiza.
A sabiendas de ésto, la campaña de Duque seguramente ‘esconderá’ a Uribe en las próximas semanas y le dará más visibilidad a Marta Lucía Ramírez, que convoca más al centro.
Pero hacer esto no será tan fácil pues Duque también necesita mantener a la derecha energizada. De ahí que en su discurso de triunfo recordara que apoyará la cadena perpetua para violadores, que castigará la dosis personal y que Colombia volverá a tener un ‘comandante en jefe’.
En otras palabras, durante estas tres semanas Duque tendrá que emplearse a fondo para lograr sumar votos sin restar los que ya tiene. Pero dada la ventaja que le sacó a Petro con que no se equivoque llegará a la Casa de Nariño.