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Pedro Medrano: Asistencia alimentaria para los niños de Venezuela

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Pedro Medrano Ex embajador de Chile, ex secretario general adjunto de Naciones Unidas

El Mercurio

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«…ha llegado el momento de solicitarle al secretario general de Naciones Unidas que organice en forma urgente un programa de emergencia de asistencia alimentaria, nutricional y sanitaria para proteger la vida y la salud de los niños de Venezuela…». 

En los desastres naturales o en los conflictos causados por el hombre, los niños son siempre las primeras víctimas. El enfrentamiento político que sacude a Venezuela no es una excepción y, según diversas fuentes, la desnutrición aguda bordea el 20% y la vida de más de 300 mil niños está en riesgo si no se los atiende en forma urgente. Un reciente reportaje del New York Times denunció que la cantidad de niños que están muriendo de hambre ha alcanzado niveles alarmantes.

Cabe mencionar que los niños con déficit crónico de calorías y nutrientes sufren un desarrollo limitado de sus capacidades cognitivas y un menor rendimiento de sus capacidades intelectuales. Estos daños pueden ser permanentes en los sobrevivientes y con consecuencias transgeneracionales.

El gobierno de Venezuela no tiene los medios ni los recursos para enfrentar esta dramática realidad. Prueba de ello es que la disponibilidad de alimentos en el país -de calorías, proteínas y vegetales- es menos de la mitad de lo que necesita una persona para llevar una vida sana y por ello actualmente más de 10 millones de personas sufren de desnutrición severa o moderada.

A esto se agregan brotes de enfermedades y epidemias como el paludismo, sarampión y difteria, que registran ya decenas de miles de casos. Se multiplican igualmente otras enfermedades asociadas al debilitamiento del sistema inmunológico de las personas desnutridas, cuyos tratamientos se ven agravados por la escasez de medicamentos y el colapso del sistema sanitario.

Además, se prevé que este año el PIB disminuirá un 15%, la inflación superará el 13.000% y el desempleo aumentará por sobre el 33%. En cuanto a la producción de petróleo, la Agencia Internacional de Energía informó recientemente que «el ritmo de la caída de la producción de crudo -que se ha reducido a la mitad en los últimos 20 años- se está acelerando y puede llevar a una contracción de varios cientos de miles de barriles al día». Por último, se estima que para este año un 15% de la población venezolana habrá dejado el país.

Se trata sin duda de la catástrofe humanitaria más grave que sufre actualmente un país de América Latina y el Caribe y representa una seria amenaza a la estabilidad política y social, y a la paz de nuestra región.

Por el futuro de Venezuela, encarnado en su infancia, ha llegado el momento de sacar el tema humanitario de la negociación entre el gobierno y la oposición y solicitarle al secretario general de Naciones Unidas, sobre la base del Derecho Internacional y de los principios humanitarios, que organice en forma urgente un programa de emergencia de asistencia alimentaria, nutricional y sanitaria para proteger la vida y la salud de los niños de Venezuela.

Bajo la supervisión y monitoreo de las agencias especializadas de la ONU, esta asistencia debe dar prioridad a los casos más urgentes, sin distinción de ningún tipo y autónoma de las posiciones políticas del gobierno y la oposición.

Esto permitiría salvar a cientos de miles de niños de la desnutrición o que están a punto de morir de hambre. Es lo que ha hecho la ONU en otras partes del mundo, incluyendo Corea del Norte, Cuba y China.

El gobierno de Chile, junto a todos los países que quieren que Venezuela viva días mejores, podría promover resueltamente este programa de emergencia en el seno de la Asamblea General y ante el secretario general de la ONU.

Las negociaciones para resolver la crisis política, social y económica de Venezuela serán difíciles y tomarán tiempo, ¡pero los niños no pueden esperar!

Es más, para los niños venezolanos la solución que se logre finalmente alcanzar podría ser irrelevante: miles habrán muerto y millones estarán condenados de por vida a sufrir las secuelas de la desnutrición crónica.

La muerte de un niño por hambre es el fracaso absoluto de todo. Las campanas que doblan hoy por los niños que mueren de hambre en Venezuela doblarán también por los que pudiendo ayudar a evitarlo no fueron capaces de hacerlo.

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