Lugares comunes
La diversidad empobrece si se usa como pretexto para la segregación
La diversidad es riqueza. Pero solo cuando las diferencias se dan cita en la persona, como en un crisol se funden los metales o distintas hebras hacen un tapiz; la diversidad empobrece si se usa como pretexto para la segregación. Hay que construir puentes. Pero no en el mismo lugar y con los mismos defectos de construcción que propiciaron su derrumbe. No se puede judicializar la política. En una democracia madura la política debe poder judicializarse: significa que vivimos en un Estado de derecho y no sujetos al arbitrio de nadie. El origen del conflicto es la sentencia del Estatut. El error fue querer encajar a martillazos un estatuto confederal en la Constitución. La sentencia no es causa, es pretexto. Podemos rescatar los artículos anulados. Bien anulados están: nada bueno había en ellos. Hay que dialogar. Pero respetando la ley, que es lo previamente dialogado (Savater). Bueno, pero dialoguemos. Y tanto, pero teniendo en cuenta también las preferencias de los catalanes no nacionalistas. ¿O ellos no son catalanes? Hay que hacer política. La política de la cesión es la que ha fracasado. Existen otras políticas: la desconcentración de sedes (distinta de la descentralización) o la gestión federal de las lenguas. Hay que blindar las competencias identitarias. El federalismo no «blinda» competencias y, menos aún, identitarias: si habla usted de convalidar políticas de signo excluyente —como el monolingüismo— no cuente conmigo. El federalismo es la solución. Pero federalismo racional, no confederalismo identitario. La lengua española no está perseguida. No lo está. Está excluida, con el propósito antifederal de adelgazar esa parte de su acervo identitario que los catalanes tienen en común con el resto de españoles. Hay que proteger las lenguas. No a costa de los derechos: cuidando a los hablantes, las lenguas se cuidan solas. El Estado autonómico ya es asimétrico. Exacto: a la vista está que esa asimetría no ha arreglado el problema. Pero hay singularidades. Una constitución pluralista no está para fijar singularidades, sino para permitir que las singularidades, donde existan, afloren en libertad. España es un Estado plurinacional. La plurinacionalidad supone ser español de varias formas, pero vasco, catalán o gallego solo de una: nacionalista (De Miguel). En España hay personas con distinto sentimiento nacional. No cabe dudarlo y es respetable. Pero son personas, no territorios. Es mejor idea una nación plurilingüe que un Estado que por ser plurinacional —una mera yuxtaposición de uniformidades— no será pluralista. No debemos levantar muros. Cuidado con levantar verjas. Un nacionalismo no se combate con otro. Así es, pero una idea de nación, la etnolingüística o la cívica, ha de prevalecer. El problema solo se puede conllevar. Tonterías de Ortega. El problema tiene solución, si probamos ideas nuevas. No se estima lo suficiente a Catalunya. Precisamente porque se estima a Cataluña, y mucho, todo esto es tan doloroso.