Democracia y Política

Cinco tesis de Ayaan Hirsi Ali sobre el Islam

1428699981_762750_1428700152_noticia_normal

Ayaan Hirsi Alii, retratada durante una visita a Barcelona. / Consuelo Bautista

La agitación que vemos en el mundo musulmán hoy en día no es tan sólo una consecuencia de los sistemas políticos despóticos, de una economía ruinosa y la pobreza que genera. Sino que se trata de una consecuencia del islam en sí y de la incompatibilidad de ciertos aspectos clave de la fe musulmana con la modernidad. Por eso el conflicto más importante al que debe hacer frente hoy en día el mundo es el que existe entre aquellos que están dispuestos a defender hasta la muerte esas incompatibilidades y aquellos que están preparados para desafiarlos, no a acabar con el islam, sino a reformarlo.

El proceso inicial de desafío de la autoridad ya ha empezado, un ejemplo trágico del cual es la nota escrita por el hijo del presidente iraní recién elegido en las urnas, poco antes de su suicidio en 1992: “Odio tu gobierno, tus mentiras, tu corrupción, tu religión, tu doble rasero y tu hipocresía”. Sin embargo, no puede llevarse a cabo una Reforma mediante notas de suicidio. Al igual que la Reforma de Lutero, necesita tesis: llamamientos a la acción.

¿Qué se puede hacer con una casa desvencijada, pero que posee un gran valor desde el punto de vista histórico? Una posibilidad es simplemente derribarla y construir una casa nueva en su lugar. Esto no va a suceder con el islam ni con ninguna otra religión consolidada. Una segunda posibilidad consiste en conservar el lugar tal y como se construyó, por muy inestable y por muy grande que sea el peligro de derrumbe. Esto es lo que une a grupos como los Hermanos Musulmanes, Al Qaeda y el Estado Islámico: un regreso al estado original del siglo VII.

La tercera opción consiste en mantener el mayor número posible de detalles históricos, lograr que la fachada se parezca lo máximo posible a la original, pero llevar a cabo una reforma radical del interior de la casa y equiparla con las últimas comodidades. Ése es el tipo de Reforma que propugno. Ampliando la metáfora, otro término que se ajustaría a la idea que tengo en mente podría ser Renovación islámica.

No soy ningún Lutero. Tampoco he concebido noventa y cinco tesis para clavarlas en una puerta. De hecho, sólo tengo cinco. Hacen referencia a los cinco principios básicos de la fe islámica que aquellos que llaman a la yihad y la destrucción emplean con un éxito tan letal. Soy consciente de que enmendarlas será sumamente difícil. Pero para que el islam coexista con la modernidad, para que los Estados islámicos coexistan con otras naciones en este planeta cada vez más pequeño, y sobre todo para que decenas de millones de musulmanes creyentes prosperen en sociedades occidentales, hay que enmendar estos cinco conceptos. La razón y la conciencia así lo exigen. Creo que estos cambios pueden ser la base de una auténtica Reforma islámica, una que permita avanzar hacia el siglo XXI en lugar de regresar al VII.

Tal vez haya quien considere que estos cambios del sistema de creencias islámico son demasiado radicales para ser viables. Sin embargo, al igual que los tabiques o las escaleras innecesarias que eliminan unas obras de reforma realizadas con éxito, se pueden modificar sin provocar el derrumbe de todo el edificio. De hecho, creo que estas modificaciones reforzarán el islam ya que permitirán que los musulmanes puedan vivir en armonía con el mundo moderno. Son los que están empeñados en hacerlo retroceder a su estado original los que tienen más probabilidades de conducirlo a la destrucción. Éstas son mis cinco tesis, clavadas en una puerta virtual:

1. Garantizar que Mahoma y el Corán se prestan a la interpretación y a las críticas.

2. Dar prioridad a esta vida, no a la vida después de la muerte.

3. Limitar la sharía y poner fin a su preponderancia con respecto a la ley seglar.

4. Poner fin a la práctica “ordenar lo que está bien, prohibir lo que está mal”.

5. Abandonar el llamamiento a la yihad.

Es obvio que el principal problema para nosotros es el fomento de la yihad. Sin embargo, el llamamiento a la guerra santa no se puede comprender cabalmente sin tener en cuenta el prestigio del Profeta como modelo de comportamiento musulmán, la primacía de la vida después de la muerte en la teología musulmana, la insistencia en una lectura literal del Corán y el consiguiente rechazo del pensamiento crítico, el poder de la ley religiosa y el permiso otorgado a ciertos musulmanes para que hagan respetar sus códigos y disciplinas. Estos temas se solapan de tal modo que en ocasiones resulta difícil separarlos.

Pero aun así hay que enfrentarse a ellos. Cuando escribí mi último libro, Nómada, creía que era imposible reformar el islam, que acaso lo mejor para los creyentes musulmanes era elegir otro dios. Estaba convencida de ello, de manera similar al escritor italiano y superviviente del holocausto, Primo Levi, que en 1987 escribió que estaba plenamente convencido de que el muro de Berlín perduraría. Al cabo de dos años, cayó el Muro. Siete meses después de publicar Nómada se produjo el inicio de la primavera árabe. Fui testigo de la caída de cuatro gobiernos nacionales, del egipcio en dos ocasiones, y de protestas o alzamientos en otras 14 naciones, y entonces me di cuenta de que me había equivocado.

Los musulmanes de a pie están listos para el cambio. El camino que queda por delante será duro, e incluso puede que esté manchado de sangre. Pero a diferencia de anteriores oleadas de reformas que zozobraron al impactar contra el monolito del poder político y religioso, en la actualidad es posible encontrar una hermandad de gente que desea la separación de religión y política en el mundo musulmán.

No soy un clérigo. No atiendo a una congregación semanal. Simplemente doy clase, leo, escribo, pienso e imparto un pequeño seminario en Harvard. Los que objetan que no soy una teóloga titulada o una historiadora del islam tienen razón. Pero mi objetivo no es involucrar yo sola a todo el mundo islámico en un debate teológico. Lo que pretendo es animar a los reformistas y disidentes musulmanes a salvar los obstáculos de la Reforma, y animar a los demás a apoyarlos de todos los modos posibles.

En mi caso no hay vuelta atrás posible. Ya es demasiado tarde para regresar a la fe de mis padres y abuelos. Pero no es demasiado tarde para que millones de musulmanes concilien su fe islámica con el siglo XXI.

Mi sueño de una reforma musulmana no es una cuestión que afecte únicamente a los musulmanes. La gente de todas las fes, o la que no profesa ninguna, tiene un gran interés en los cambios del islam: una fe que sea más respetuosa con las doctrinas básicas de los derechos humanos, que defienda universalmente menos violencia y más tolerancia, que fomente gobiernos menos corruptos y caóticos, que permita más duda y más discrepancias, que fomente más educación, más libertad y más igualdad en un sistema legislativo moderno.

No concibo ninguna otra forma de avanzar, al menos ninguna otra forma que no esté sembrada de cadáveres. El islam y la modernidad deben reconciliarse. Y eso sólo puede suceder si el propio islam se moderniza. Podemos llamarlo Renovación musulmana, si se prefiere así. Pero sea cual sea la etiqueta que elijamos, conviene tomar estas cinco enmiendas como el punto de partida para entablar un debate sincero sobre el islam. Se trata de un debate que debe empezar con una reevaluación del Profeta y su libro.

 

Botón volver arriba