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Abdón Vivas Terán – Maduro se lanzó (y nos lanzó) en barrena

Una de las palabras con las que se identificará la gestión presidencial de Nicolás Maduro es “caos”. En Venezuela, luego de las más recientes medidas económicas, se avecina un caos mayor del ya existente.

Sin embargo, merece destacarse de entrada que este “caos” no es el resultado de la improvisación y de la ignorancia en materia de política económica, aun cuando con seguridad tendrán éstas también una sobresaliente cuota en su elaboración. Es un caos provocado por la manifiesta intención de asesores –algunos extranjeros- y burócratas gubernamentales de desconocer cualquier ley que rija la actividad económica en sociedades modernas, y que tratan de sustituir dichas leyes por experimentos ideologizados y arbitrarios, alimentados por sus lecturas marxistas leninistas que recuerdan casos emblemáticos como el de Iurii Larin, quien ideó toda una serie de locuras económicas aplicadas por Lenin en los primeros años de la Revolución bolchevique.

Iurii Larin

Es cierto que en los últimos 20 años han sido pocos los anuncios en política económica que pudieran calificarse de positivos, pero lo señalado el viernes 17 de agosto de 2018 debe pasar a la historia por su increíble desprecio ante las consecuencias que generará.

De un breve análisis del conjunto inorgánico y contradictorio de medidas que el régimen ha anunciado es evidente que ninguna de ellas se dirige a modificar, siquiera ligeramente, los terribles padecimientos que se han infligido sobre la nación y que han sido producidos directamente por las desacertadas decisiones que se han tomado desde el palacio de Miraflores sobre la conducción de la economía. Dentro de las más relevantes de dichas decisiones mencionemos: Auspiciar e incentivar la hiperinflación; acelerar una emisión inorgánica de dinero que se mide en cifras astronómicas aterradoras -el gobierno ha creado la insólita cantidad de dos mil cuatrocientos sesenta y ocho billones de BsF desde el primero de octubre del año 2017 hasta el 31 de mayo pasado bajo la forma de préstamos a las empresas no financieras del estado-; la política de controles, intervenciones en funciones administrativas, precios, costos y salarios del sector privado; la destrucción del salario real de los trabajadores; el desprecio ante la inexistencia de equilibrios macroeconómicos; la multiplicación de tipos de cambio diferentes; la indiferencia por estimular oportunidades de inversión; la pulverización de la moneda, que fuera llamada en el momento de su creación “Bolívar Fuerte”; la continuación de las expropiaciones de bienes privados; la quiebra de PDVSA con endeudamiento masivo, disminución constante de la producción petrolera, absoluta falta de inversión y renovación, sobrecarga de tareas y deficiencias técnicas y gerenciales; la constante caída del PIB, aproximadamente un sesenta por ciento menos en los últimos cuatro años; la reducción alarmante de la productividad; la proliferación de la pobreza, omnipresente en toda la sociedad venezolana.

Nos referiremos de inmediato solo a algunos aspectos puntuales y relevantes del Plan Económico que acaba de ser presentado.

Observamos con estupefacción que, de manera más bien sarcástica, el régimen coloca como piedra inicial de su desastrosa oferta de medidas económicas el reconocimiento del precio que el dólar ha tomado en el -hasta el viernes 17- criticado, criminalizado y detestado mercado paralelo. Es decir, Maduro decidió asumir como base para fijar el nuevo tipo de cambio el monto de Bs.F 6.000.000 por US$, que se alcanzó en dicho mercado el mismo viernes en que se dirigía a la nación en una de sus largas y tediosas cadenas. Ello causa curiosidad y desconcierto. ¿No eran para el régimen los agentes que actúan allí los jefes de la llamada “guerra económica”?, ¿El gobierno no había jurado destruir, sepultar, enterrar a este mercado paralelo en decenas de declaraciones? ¿Qué ocurrió para que Maduro se dirigiera al mismo en busca de un criterio orientador para fijar el tipo de cambio único BsS/US$ del país?

Recuérdese que solo en la semana que acaba de concluir –lunes 13 a domingo 19 de agosto- el valor del dólar paralelo casi se duplicó: de poco más de 3 millones de Bs. por dólar, el viernes llegó a los seis millones.

El dólar oficial cuesta ahora 6 millones de bolívares de los actuales, de los llamados fuertes. En toda la historia de Venezuela no había ocurrido una devaluación tan grande del bolívar.

El núcleo fundamental de las medidas económicas anunciadas es el anclaje del nuevo bolívar, sustituto del “fuerte”, ahora llamado “Soberano” (BsS), a una criptomoneda, el Petro, y de éste al precio del barril de petróleo. Este tema es, paralela y radicalmente además, el talón de Aquiles de todo este proyecto. El BsS no puede anclarse a algo que, en realidad, no existe. El Petro carece de presencia y de identidad financiera concretas. No puede ser usado para anclar la moneda nacional ya que no tiene relevancia alguna en las finanzas internacionales, no se cotiza en las bolsas de valores, ninguno de los más importantes agentes de las finanzas internacionales ha decidido invertir en él, no ofrece seguridad y estabilidad, palabras clave en las relaciones económicas de todo tipo.

Decidir anclar la moneda supone que se escoja para ello desde el inicio una moneda diferente a la nacional, o un activo más fuerte, más estable, más seguro; el oro cumplió muy bien este propósito hasta fecha tan reciente como 1972. Tal ancla debe estar respaldada por políticas económicas y sociales claras que abonen la confianza de los agentes económicos.

Otra objeción tan significativa como la anterior es que no se conoce cuál va a ser la política del gobierno en relación con la capacidad de emisión de Petros y con el efecto desquiciador que un manejo irresponsable puede ocasionar sobre la masa monetaria, el nivel de precios o el salario real de los venezolanos. La sospecha se nutre del hecho ya ocurrido de que Maduro produjo dinero inorgánico a niveles astronómicos sin oír ni tomar en cuenta ninguna opinión sino la suya propia y la de sus asesores y esto, más la manipulación de otras variables, produjo la presente y desmesurada hiperinflación que ha arruinado y empobrecido a la población y en especial a sus sectores más vulnerables. Entonces ¿por qué no se puede esperar que haga lo mismo ahora con el Petro?

Sin duda alguna que el régimen ya debe haber previsto esta posibilidad desde el momento mismo en que ha procedido a entregar como respaldo real para la eventual emisión de un torrente inacabable de Petros el Bloque Ayacucho de la Faja Petrolífera del Orinoco con reservas certificadas de 5.342 millones de barriles.

Simultáneamente, se afirma que se alcanzarán una “total disciplina fiscal y un déficit cero”, mientras se hace un aumento descomunal de los sueldos y salarios (3500%), para unas empresas –las que sobrevivan; miles no podrán- con una estructura de costos gravemente afectada de forma negativa, que para poder cumplir tendrán que subir aún más los precios de sus productos. ¿Qué consumidor podrá pagarlos? (Aunque el gobierno anuncia que cubrirá el diferencial de salarios durante los primeros tres meses, todos sabemos cuán incumplidos son en materia de promesas de pago y, de todos modos, del mes cuatro en adelante, las empresas vivirían un panorama mucho más oscuro); si fuera poco lo anterior, para ese supuesto pago ¿existe un registro claro de dichas organizaciones?.

Encima, se anuncia un aumento del impuesto sobre la renta de 12 a 16%. Ante el quiebre generalizado de empresas debido a las medidas ¿quién pagará impuestos? ¿La economía informal ¿cómo sobrevivirá? Y los que en ella lo hagan ¿a cuánto venderán sus productos? ¿Cómo será el ya desquiciado proceso de formación de precios? Lo que se ha hecho es aumentar aún más el déficit fiscal al disparar la brecha entre ingresos y gastos. ¿Levantará acaso el gobierno los controles de precios? Al contrario, Maduro anunció que próximamente dará a conocer un nuevo plan para regular los precios de ciertos productos.

Asimismo, el aumento salarial, absolutamente inédito en términos porcentuales y absolutos, impactará las prestaciones sociales retroactivas de tal manera que vuelve polvo el patrimonio de la mayoría de empresas del sector privado.

No se puede dejar de mencionar un impuesto especial de 2% a las transacciones financieras y a las operaciones bancarias en general que afecta a las 133.000 empresas más grandes del país.

Por cierto, no se anunció el nuevo precio de la gasolina; Maduro solo dijo que va a aumentar y que tal aumento será gradual a partir del 10 de septiembre. 

¿Y el impago de la deuda externa? El pasado día 15, por primera vez, se dejó de pagar el principal de un bono soberano; ¿cambiarán las medidas el aislamiento frente los mercados mundiales? ¿o el retraso tecnológico que se incrementa diariamente? ¿se resolverán los graves problemas del servicio de electricidad, o de agua? ¿cómo recuperarán a una PDVSA técnica y financieramente quebrada?

El gobierno pagará un “bono de reconversión” de 600 bolívares soberanos (60 millones de los actuales) a 10 millones de familias. Solo este bono supone seis millardos de bolívares soberanos inyectados a la masa monetaria,  estimulando más la hiperinflación. 

La economía de las empresas privadas se ha hecho inviable. Se ha generado toda una espiral nefasta, una barrena hacia un hoyo negro social. En pocos días se perderán miles de empleos, de entrada en la pequeña y mediana empresa.

El gobierno lo que ha hecho es promover un paro nacional casi general. Diversos grupos de oposición hicieron una convocatoria para el martes 21 de agosto. El gobierno, en la práctica, la ha hecho casi permanente.

Del mismo modo, el gobierno con su decreto efectivamente destruye la cobertura de seguros –incluyendo los de salud- de todos los venezolanos. ¿A cuánto ascenderán los servicios de salud, por ejemplo, los privados?¿Cómo quedan las fianzas de fiel cumplimiento que avalan los contratos de negocios entre el Estado y los entes no gubernamentales?

Imaginemos la circunstancia que atravesarán miles de negocios como farmacias, supermercados, ventas de ropa y calzado, talleres mecánicos, restaurantes, tintorerías, estaciones de radio y TV, periódicos –los que quedan- etc.

Se ha decretado además la muerte de la educación privada a todos los niveles, un objetivo favorito de este gobierno desde los tiempos del anterior presidente, hoy fallecido. La matrícula escolar se tendría que elevar a niveles impagables por las familias.

Se disparará, por ejemplo, la emisión de dinero inorgánico para pagar las nóminas de los empleados públicos. ¿A cuánto alcanzará el que seguramente será un nuevo aumento salarial en pocos meses para los diversos componentes militares?

Nadie con seriedad podría afirmar que se ha hecho una propuesta sensata de estabilización macroeconómica. Lo que se ha hecho es ofrecer, como es costumbre en el régimen, una serie de medidas –algunas sin mínima sensatez económica- absolutamente incoherentes.

El economista Orlando Ochoa Pacheco pone los acentos donde deben ir: un ajuste económico no se hace así, pasando de la inacción total a medidas de shock mal concebidas que acelerarán la hiperinflación.

Destaca también Ochoa: para una sola tasa de cambio se requieren divisas, hoy inexistentes; Maduro reconoce que creó la crisis de hiperinflación con dinero “no orgánico” emitido por el Banco Central e intenta ahora un ajuste fiscal brutal sobre un sector privado débil y reducido por “políticas socialistas”; la tasa de cambio paralela hará el “ajuste” con alza y se disparará aún más la hiperinflación.

¿Qué podemos esperar? La inflación diaria más alta de la historia, seguiremos batiendo récords regionales e incluso mundiales.

Una propuesta económica seria debe proponer, con sumo cuidado, toda una serie de incentivos a los agentes sociales, partiendo de un clima de negocios y de intercambios socio-económicos basado en la confianza en las políticas públicas. Incentivos y confianza: anatemas para las políticas económicas venezolanas en las dos últimas décadas.

Pero para el régimen nada de eso importa: insisten en que “tenemos patria”, aunque del ya añejo saludo militar “patria, socialismo o muerte”, la primera está quebrada, y el segundo nos está llevando a la tercera.

¿Qué busca entonces el gobierno? Como decimos en criollo, “jugarse a Rosalinda”. Apostarlo todo a una huida hacia adelante a velocidades estratosféricas.

Ni “plan neoliberal” ni “desesperación demencial”. Estas medidas deben asumirse en el contexto político de la voluntad del gobierno de quedarse en el poder para siempre. Descartada por el régimen la vía electoral como forma de alternancia en el poder, las elecciones cumplen, luego de la catástrofe del 2015 y su derrota en las parlamentarias, el mismo efecto maquillador de las elecciones cubanas. Por ello, las medidas del 17 de agosto van acotadas a la decisión de que la ilegal Asamblea Constituyente produzca una nueva constitución donde se consagre el Estado socialista y comunal, de evidente corte totalitario, con el “carnet de la patria”, hoy rechazado abrumadoramente por los venezolanos, cumpliendo funciones similares a la libreta de racionamiento cubana.

Todo lo decidido el viernes 17 es provocado, orquestado y dirigido desde el régimen hacia la destrucción del aparato productivo nacional, privado y público, con la idea de construir sobre sus ruinas una nueva estructura productiva que el propio régimen califica como socialista.

Mientras, las naciones latinoamericanas que se preparen: estas medidas acelerarán aún más la partida del ya millonario número de venezolanos en búsqueda de una vida que ofrezca un mínimo de esperanza y de futuro.

 

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