Karina Sainz Borgo: El gobierno de Pedro Estornudo
Entre sus años en el Tribunal Superior y los otros en la Audiencia Nacional, la fiscala sumaba ya más de veinte de carrera judicial. Y no parece, pues, que Dolores Delgado sepa defender como ministra las muchas tablas que le atribuían quienes glosaban su currículo. Una fiscal valiente, de versada trayectoria en la lucha contra terroristas y narcotraficantes. Así llegó Delgado al gabinete de Pedro Sánchez. Pero quiso el destino, o los audios del comisario Villarejo, que fuera esta recia dama a parar al pie de los caballos. Y eso que ya estuvo cerca de resbalar cuando mandó al juez Llarena a defenderse él solito de Puigdemont y compañía.
El asunto empezó hace ya más de una semana. Ya sabrá usted, lector. Ante la noticia de su supuesta relación de amistad con el comisario Villarejo, con quien se habría reunido en sus años de fiscala, Delgado negó la mayor y aseguró que si se había encontrado con él era por razones profesionales. Pero el asunto fue a más. Salió primero la grabación de una comida distendida a la que habían acudido Villarejo, Dolores Delgado y el juez Baltasar Garzón, amigo de la fiscala y muy cercano también al policía. Los amigos de mis amigos…
Delgado aplaudió el mecanismo vaginal de obtención de información montado por Villarejo. ‘Éxito seguro’, exclamó, hundiendo del todo, sin saberlo, el clavo del ataúd en el que se ha metido
Que la entonces fiscala hubiese llamado maricón a Grande-Marlaska en aquella reunión no es lo sustantivo. Pongamos que un resbalón lo tiene cualquiera y que la homofobia apunta más a la falta de tolerancia que de virtud. Lo malo vino en los audios siguientes, con la ministra afirmando cómo “tíos del Supremo y Fiscalía General” departían en Cartagena de Indias con un grupo de menores de edad. Pero una guinda mayor cayó, para más INRI, en la tarta de la ministra: ésa, la de la información vaginal, que es como se refirió el comisario Villarejo a los datos sonsacados, a través de prostitutas, a los poderosos a los que espiaba. «Eso tiene éxito garantizado», dijo Delgado dando una puntada más a su mortaja política.
Para ser progresista y feminista, como se empeñan los socialistas en vender su gobierno, a la fiscala le tocaría tragar grueso al escuchar aquello -algo de pacharán tendría a mano-. Aunque eso es lo de menos, cuando una mujer de justicia calla ante quien se jacta de lucrarse con una práctica delictiva. En La elección de los alcaldes de Daganzo, Miguel de Cervantes coloca a un bachiller, un escribano y dos regidores a elegir cuatro posibles alcaldes. Llegan de uno en uno los cuatro candidatos, el primero de ellos Humillos, un hombre que no sabe leer y que a pesar de eso se cree más listo y virtuoso para ocupar la responsbilidad de gobierno.
Si Humillos se jacta ante Pedro Estornudo de no saber leer, la ministra pasa por alto la más evidente materia de su competencia: la observancia de la ley
El interrogatorio que hacen el escribano Pedro Estornudo y el bachiller Pesuña a Humillos reproduce, en buena medida, las obcecaciones con las que la ministra Delgado se defendió en el Senado y el Congreso de los Diputados. Si el del entremés cervantino no sabía leer, ella pasa por alto la más evidente materia de su competencia: la observancia de la ley. Pedro Sánchez de gira por la ONU, salió a comentar el asunto dejando de lado lo más importante: el hecho de que su ministra de Justicia estuviera salpicada, por omisión incluso, con las aguas fecales de las cuitas de Villarejo. Dejad trabajar al gobierno socialista y progresista, que tan empeñado anda arrancando la mugre del Estado con un cepillo de dientes.
De saber, el aspirante Humillos no sabía ni leer, pero él iba de chulo, erre que erre, ante el escribano Pedro Estornudo, que asiente y copia a pie juntilla lo que dice el examinado. Que una mujer de leyes haga la vista gorda ante el delito, que compadree entre pacharanes y comilonas, encierra esa extraña manía del gobierno de Sánchez de presumir de lo que no tiene. Vendrán más audios, pesadas cerezas para reventar el pastel de la Fiscala Lola, que ahora, ministra sin dimitir, supera con creces el fraude fiscal de Máxim Huerta y el plagio de la ex ministra Montón. A eso se suma la sospecha sobre las sociedades con las que el ministro de Ciencia, Pedro Duque, justificó sus casas. No aguanta una cereza más esta tarta. El problema, lector, es que esto no es un entremés, aunque lo parezca.