Democracia y Política

Cuba sin marcha atrás

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Turistas estadounidenses en La Habana en abril. / YAMIL LAGE (AFP)

Los expertos prevén un cambio económico acelerado y otro sociopolítico más pausado

«El camino puede ser largo y empedrado», dijo Dagoberto Rodríguez, el embajador cubano en México, en la inauguración de un seminario sobre Cuba. El común de las consideraciones de los expertos en la primera jornada de conferencias organizada por el Colegio de México coincidió en lo complicado del camino y también en que no tiene marcha atrás.

El profesor de Harvard Jorge Domínguez opinó que ni siquiera una victoria del Partido Republicano en las elecciones de 2016 a la presidencia de EE UU descarrilaría o trabaría demasiado el proceso. Cree que en ese caso el presidente cubano Raúl Castro amarraría más las bridas del cambio social y político pero no dejaría de acelerar la transformación de la economía.

Soraya Castro, del Instituto Superior de Relaciones Internacionales de La Habana, recordó que los sondeos recientes de las nueve principales encuestadoras de EE UU ratifican que la mayoría de los estadounidenses está a favor de levantar el embargo a Cuba. Y que entre los grandes capitales de EE UU se están formando grupos de interés (de sectores como el agrícola, el farmacéutico, el portuario y el de viajes, puso como ejemplos) que presionarán para que cristalice la reconciliación con la isla. Peter Hakim, presidente emérito de Diálogo Interamericano, dijo que el proceso le parece irreversible: «Cuba no es una amenaza para la seguridad nacional de EE UU. Sería ridículo volver al punto en el que estábamos».

El embajador cubano afirmó que «la normalidad» llegará cuando EE UU cumpla con tres condiciones que La Habana considera «innegociables»: levantar el embargo, devolver Guantánamo y no promover la oposición interna al régimen. Rodríguez añadió que independientemente de lo que haga EE UU su gobierno aspira a poner a Cuba en cotas de crecimiento superiores al 5% del PIB gracias a los cambios económicos que ha puesto en marcha.

Omar Everleny Pérez Villanueva, economista de la Universidad de La Habana y asesor de la comisión de reforma económica del gobierno cubano, expuso que «para resolver los problemas acumulados durante tanto tiempo» Cuba necesita una inyección de inversión extranjera: según sus datos, para crecer al 6% tendrían que llegar entre 2.000 y 2.500 millones de dólares al año. Pérez Villanueva previó un crecimiento sustancial en 2015; subrayó que desde el anunció del deshielo entre EE UU y Cuba del 17 de diciembre la llegada de turistas no ha dejado de aumentar, y puso un ejemplo del proceso de apertura económica: entre 2015 y 2016 el sector de la gastronomía pasará de gestión estatal a cooperativa, lo que implica que unos 3.000 establecimientos como restaurantes y cafeterías serán dirigidos por particulares sin dejar de ser bienes públicos.

El cambio estructural en Cuba no ha ocurrido de un día para otro por la reconexión diplomática de la isla con EE UU. Cecilia Bobes, de la Facultad Latinoamericana de Ciencia Sociales, explicó que el giro arrancó en los noventa por la caída del bloque soviético, que motivó «medidas de excepción para superar la crisis», y se consolidó como una reconfiguración socioeconómica de hecho desde 2006, año en que Fidel Castro enfermó y cedió el poder a su hermano Raúl. El desarrollo gradual en las últimas dos décadas de una franja de la economía «desconectada de la lógica estatal» y la correspondiente aparición de un «microempresariado» ha llevado según Bobes a «una nueva ética de racionalidad económica que codifica el éxito como consumo». 

El auge de lo privado, la llegada de remesas (a unas familias sí y a otras no) y la merma de la calidad de los servicios de salud y educación han ido alimentando la desigualdad, según Bobes. Pérez Villanueva ofrece datos que indican el ascenso de un sector de la población: en 2008 pasaron 80.000 cubanos por los hoteles de la isla y en 2014 fueron 878.000. En vista de eso opina que el Estado podría tener que sustituir su sistema universal de servicios por uno «focalizado»: «No puede ser que reciba seis libras de arroz el dueño de un paladar [una casa de comidas] que va de vacaciones a Europa y no darle siete libras a un viejito porque no alcanza para más».

El historiador cubano Rafael Rojas, radicado en México e investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas, estimó que no se trata de un cambio parcial «sino integral»; de una «reforma» o una «transición» en el sentido pleno de estas palabras. «Si bien el sistema político no ha sido reformado, el funcionamiento de sus instituciones se está teniendo que modificar como consecuencia de los cambios». El estadounidense Geoff Thale, de la ONG de derechos humanos WOLA, juzgó que el cambio está cuajando pero sin un norte doctrinal demasiado específico: «No hay una visión fija entre los líderes cubanos. No creo que hayan elegido un modelo chino o vietnamita. Es un work in progress [un trabajo sobre la marcha]».

Thale apuntó que tres eventos de los próximos tres años serán claves para la redefinición del rumbo cubano: el congreso del Partido Comunista de 2016, la concreción de una nueva ley electoral en 2018, y ese mismo año la retirada de Raúl Castro de la presidencia. Se especula que su sustituto será el vicepresidente Miguel Díaz-Canel, nacido en 1960, lo que representaría «el traspaso del liderazgo histórico a los que nacieron después de la Revolución de 1959″.

Después de seis décadas de antagonismo entre Cuba y Estados Unidos el futuro se presenta esperanzador aunque con cautela. Peter Kornbluh, coautor de Back Channel to Cuba (El canal oculto hacia Cuba), ilustró la delicada relación entre estos dos países con una anécdota. En 1963, el abogado James Donovan, enviado a La Habana por Kennedy para dialogar con Fidel Castro, le dio al jefe revolucionario su idea de cómo deberían tratarse. «¿Sabe cómo hacen el amor los puercoespines?». Castro le dijo que no. «Con mucho cuidado», le respondió Donovan.

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