CorrupciónDemocracia y PolíticaEleccionesPolítica

Sánchez y el abismo catalán

Quim Torra durante la reunión semanal del Gobierno catalán. ANDREU DALMAU – EFE

Quizás estemos más ante una escena de ópera bufa que de tragedia griega

Dice el profesor de Ciencia Política Ignacio Molina que dentro de unos años veremos la crisis catalana como una prueba de la solidez del Estado constitucional español, porque la racionalidad se irá imponiendo ante la evidencia de que el independentismo no es en Cataluña mayoritario. La pregunta entonces es: ¿cuánta energía, recursos y jirones a la convivencia nos va a costar el trayecto? Hace un año, Puigdemont proclamó la independencia un viernes y se fugó de España el lunes; al tiempo se impuso la realidad de que ningún país reconocía su declaración unilateral, y poco después Ciudadanos se convirtió en el partido más votado en Cataluña. Desde entonces, la dirigencia independentista no ha tenido más argamasa para sostener su edificio que los presos preventivos y la esperanza de que la coyuntura o un accidente jueguen a su favor. Esperando a ese Godot van estirando el tiempo, de ocurrencia en ocurrencia, mientras la frustración y el hartazgo prenden no solo en Cataluña, sino en toda España.

Varias generaciones de españoles nos hemos hecho adultos esperando pacientemente que acabara la pesadilla de muerte y dolor que fue ETA. Una pesadilla que imponía su agenda sangrienta desplazando de forma permanente los debates de nuestro tiempo porque la violencia de aquel anacronismo lo ocupaba todo.

Y aquí estamos, siete años después de la derrota definitiva de la banda, enganchados a otro bucle sin fin, con origen ajeno a los problemas reales, aunque con la enorme diferencia de que, hasta ahora, este bucle ha sido mayoritariamente pacífico. No sabemos qué consecuencias puede tener la irresponsabilidad de alguien como Quim Torra que, desde la presidencia de la Generalitat, llama a la vía eslovena, desautoriza a los Mossos e incentiva a los CDR. Causa alarma, es verdad, pero teniendo en cuenta que el personaje se caracteriza por lanzar con toda solemnidad ultimátums que no siguen ni los suyos, quizás estemos más ante una escena de ópera bufa que de tragedia griega. Ya han matizado sus palabras quienes, sorprendentemente, le permiten ocupar y desprestigiar la presidencia vicaria de la Generalitat.

Hay un elemento más que ha cohesionado y alargado el bucle rupturista: los errores del Gobierno central. Ese es abismo al que se asoma Pedro Sánchez si la situación se sigue tensando. Acertar. ¿Lo hará solo? ¿De qué sirve entonces que Ciudadanos ganara las elecciones en Cataluña?

Botón volver arriba