La crisis de los ‘chalecos amarillos’ refuerza a la ultra Le Pen ante Macron
El partido que lidera, Reagrupamiento Nacional, presenta a su cabeza de lista, de 23 años, para las elecciones europeas
Marine Le Pen, debilitada tras perder las elecciones presidenciales de 2017 ante Emmanuel Macron, ha encontrado un impulso renovado gracias a los chalecos amarillos. La revuelta de las clases medias empobrecidas ha reforzado las opciones electorales de Le Pen y el partido que preside, el rebautizado Reagrupamiento Nacional (RN), heredero del viejo partido ultra, el Frente Nacional. Le Pen es, según los sondeos, la única líder que en Francia saca réditos de una movimiento como el de los chalecos amarillos, apoyado por la extrema izquierda y la extrema derecha. En un momento de avances de nacionalismo y el populismo en la Unión Europea, el RN es favorito en las europeas de mayo.
«¡Macron, dimisión!», corearon este domingo centenares de miembros de Reagrupamiento Nacional en la sala de la Mutualité en París, lugar tradicional de reunión de la izquierda francesa desde los años treinta. El eslogan es idéntico al que se escucha desde mediados de noviembre en las manifestaciones de los chalecos amarillos, la revuelta contra el presidente de la República y contra las élites francesas.
El mitin sirvió para presentar la candidatura de Jordan Bardella, un militante de 23 años, como cabeza de lista para las elecciones europeas de mayo. También sirvió para evidenciar la muy medida reacción del RN y su líder, Le Pen, al descontento que ha colocado el país al borde de la crisis política.
Le Pen combina una distancia prudente con las muestras de simpatía. Evita parecer que instrumentaliza a los chalecos amarillos, pero sabe que su partido es el que más apoyo tiene entre ellos: un 40%, según algunos sondeos, frente al 20% de La Francia Insumisa, la izquierda populista del exsocialista Jean-Luc Mélenchon.
«Muchos líderes de los chalecos amarillos no desean estar en una lista electoral. Desean mantener la autonomía y la independencia. Lo respeto. Pero está claro que los puntos comunes con mi proyecto son abundantes», dijo Le Pen a un grupo de corresponsales al término del mitin. «En realidad, esta Francia de los olvidados de la que tanto hablé en la campaña de las elecciones presidenciales es la que se expresa hoy».
La actitud de la jefa de RN contrasta con la de Mélenchon, que han intentado implicarse ostensiblemente en el movimiento y han mostrado comprensión con su deriva insurreccional. Al inicio de la crisis, tras una reunión de todos los líderes parlamentarios con el primer ministro, Édouard Philippe, Macron llegó a elogiar a Le Pen, según el semanario Le Point. «Ha sido la que ha estado mejor y esto debe interpelarnos», dijo.
Su condición de favorita en las europeas se ha reforzado en las últimas semanas. Hoy obtendría en torno a un 24% y el partido de Macron, La República en marcha (LREM), un 19%, según un sondeo publicado antes de la Navidad. Otro sondeo, publicado esta semana por Le Figaro, revela que ella es el líder francés que más confianza suscita entre sus compatriotas, con un 25%.
La fortaleza de Le Pen es frágil. Por mucho que los sondeos le beneficien, nunca sobrepasa un techo del 25%. El sistema electoral francés, con dos vueltas, le cierra el paso a las principales instituciones: en la segunda vuelta el resto de los partidos suelen unirse contra ellos. Los intentos de romper el cerco de la demonización son limitados.
En el mitin del domingo, Le Pen presentó a Thierry Mariani, exministro del presidente Nicolas Sarkozy, como gran trofeo en un intento de pescar votos en la derecha moderada. Pero no ha logrado más adhesiones de peso. El apellido Le Pen sigue asociado al de su padre, el líder ultraderechista Jean-Marie Le Pen, fundador del Frente Nacional. Y una victoria en las europeas tampoco sería tan anómala: el Frente Nacional ya las ganó en 2014. Es más, si se presentase una lista de chalecos amarillos, es probable que el RN fuese el principal perjudicado y que esto diese la victoria a Macron.
Hace un año, sin embargo, Le Pen se encontraba en una situación crítica. No levantaba cabeza tras perder ante Macron en las presidenciales y su nefasta actuación en el debate televisado ante el futuro presidente. Su mano derecha en la campaña la abandonó. La experiencia electoral y postelectoral le dejó secuelas psíquicas y físicas.
Salió del bache en varias etapas. Rebautizó el partido. Ensayó una ampliación de su base con la idea de que existe un espacio no ocupado entre Los Republicanos, partido hegemónico en la derecha, y el Frente Nacional, demonizado durante décadas por su ideología ultra. La llegada al poder en Italia de la Liga de Matteo Salvini, principal aliado internacional del RN, ha dado aire a la extrema derecha francesa, hasta hace poco una excepción europea. Y, con los chalecos amarillos, Le Pen retoma la iniciativa.
«Muchos compatriotas no pueden más con las políticas del presidente Macron, esperan hoy una verdadera democracia que no existe», dice Nicolas Bay, eurodiputado del RN. «Los franceses y francesas esperan que por fin el poder político defienda los intereses de los franceses y no el de las multinacionales».
La peculiaridad de este movimiento es que, en muchos aspectos, presenta un programa en el que pueden identificarse tanto los votantes de Le Pen como de Mélenchon. La diferencia clave —y lo que hace muy inverosímil una confluencia entre Le Pen y Mélenchon— es la posición ante la inmigración. En el mitin de la Mutualité, además de «¡Macron, dimisión!», el otro cántico más repetido fue «¡Estamos en nuestra casa!» El rechazo al inmigrante sigue siendo la seña de identidad del Reagrupamiento Nacional.
CARTA DEL PRESIDENTE ANTE EL ‘GRAN DEBATE’
El presidente francés, Emmanuel Macron, abrió este domingo con una carta de cinco páginas a los franceses la discusión de ámbito nacional en la que podrán presentar sus quejas y propuestas en foros organizados en pueblos y ciudades.
Macron lanzó el gran debate para apaciguar la ira de los chalecos amarillos. La carta incluye un abanico muy amplio de temas, entre ellos la migración, y algunos podrían implicar cambios constitucionales, como un mayor recurso a los referéndums. También plantea hacer obligatorio el voto. El debate incluirá la inmigración. Macron se pregunta en la carta si los franceses desean que, una vez acogidos las personas con derecho al asilo, el Parlamento fije cada año objetivos para la llegada de extranjeros a Francia. El gran debate podría desembocar en un referéndum sobre las reformas adoptadas.