EleccionesPolítica

El pasado acecha a la alianza europea de Salvini, pro Putin y aliado de los independentistas catalanes

Como ya buscó el exasesor de Trump Steve Bannon y pese a su fobia común a la inmigración y Bruselas, el frente común nacional-populista para las elecciones europeas se enfrenta a grandes contradicciones antes incluso de configurarse

Con el 42,6% de la participación, las elecciones europeas de 2014 registraron la mayor abstención de la historia de la Unión Europea: en Reino Unido ganó el partido que prometía salir de la UE, en Grecia se estaba cociendo la gran confrontación de Atenas con Bruselas de los meses siguientes y en Francia solo Marine Le Pen supo movilizar a los suyos. En España se votó una vez más en clave nacional: las europeas acabaron con la carrera política de Rubalcaba, en el decadente PSOE, ante la victoria del PP de Rajoy. Aparentemente anodinas y en una campaña marcada por la polémica machista del debate televisivo entre Arias Cañete y Valenciano, las elecciones al Parlamento Europeo adelantaron el fin de la hegemonía del bipartidismo en nuestro país: Podemos, entonces hermanados con la formación griega Syriza, apareció de la nada con 5 eurodiputados y 1 millón de votos; su antítesis entonces, Vox, se quedó a las puertas en un sistema de circunscripción única. Aún no había llegado su momento.

Pese a que cerca del 80% de los españoles desconoce la fecha de las europeas, según el CIS, la movilización de partidos emergentes como Vox parece garantizada. Así como la de partidos como la Liga de las elecciones europeas, donde su líder Matteo Salvini diseña desde hace meses una alianza con otros partidos obcecados con la lucha anti-inmigración y contra el dictado de Bruselas para dar el golpe en los comicios. Desde el lado europeísta, liberales, verdes y socialdemócratas, principalmente, apelan al europeísmo como dique ante el avance del populismo. A falta de poco más de cuatro meses, la estrategia parece clara: polarizar para movilizar.

Esta semana, Salvini le ha tendido la mano, para su «Primavera europea», a la formación conservadora Ley y Justicia (PiS) -encabezada por Jaroslaw Kaczynski-, que gobierna con una estimación de voto del 40%. En las elecciones de 2014, los nacionalistas-conservadores polacos lideraron junto a los «tories» británicos el Grupo de Conservadores y Reformistas Europeos (GCRE), que cosechó hasta 74 eurodiputados, solo por detrás de populares y socialdemócratas. Pese a su euroescepticismo, el GCRE ha mostrado un menor rechazo a los valores de la UE que el grupo parlamentario «Europa de las Naciones y de las Libertades», de los Le Pen, la Liga o el belga Vlaams Belang,

En política ficción, si se unieran otros partidos como el antiguo Frente Nacional o el español Vox (que todavía no ha decidido bajo qué paraguas concurrirá), la colaboración de las dos formaciones que ahora mismo lideran las encuestas en Italia y Polonia colocaría a esa alianza en una posición privilegiada para influir en las políticas de la próxima legislatura europea. «Polonia e Italia serán los héroes de la nueva Primavera europea», clamó Salvini en su invitación a formar parte de a de «resurgimiento de una nueva Europa con más valores y menos burocracia». En entrevista con ABC, el viceministro de exteriores polaco, Marek Magierowski, rechazaba en 2017 el apelativo de euroescéptico para defender lo que ahora busca Salvini: «Queremos reformarla (la UE) desde dentro, no queremos ser observadores».

Si bien les une las políticas anti-inmigración y sus choques con Bruselas, Salvini admira al presidente ruso Vladimir Putin, mientras que Kaczysnki, como la gran mayoría de la clase política polaca, desconfía del Kremlin por razones históricas. «¡Ninguna camiseta de Putin hoy para el Sr. Salvini! Un traje de policía en su lugar. Pero el señor Salvini tiene un pacto con el partido de la Rusia Unida de Putin y el pueblo polaco no puede confiar en él», advirtió vía Twitter el líder de los liberales europeos en la Eurocámara (ALDE), Guy Verhofstadt. Muy activo en redes sociales, el exprimer ministro belga advirtió hace unas semanas a Ciudadanos de no pactar con la extrema derecha. Ayer, en cambio, alabó (en español) el pacto a tres bandas que da la llave de San Telmo al PP: «Contento de ver a @CiudadanosCs en el gobierno de #Andalucia con un programa centrista y reformista y sin concesiones ni acuerdos con @vox_es. Se abre una oportunidad histórica para la regeneración y modernización de esa gran tierra, ¡Ganan los andaluces y todos los españoles!».

Desde crisis como la del 1 de octubre en Cataluña, ALDE y otras formaciones han fiscalizado aún más las políticas de sus integrantes a nivel nacional. De esta forma, aunque todavía se resisten a expulsar al PDeCat del grupo europarlamentario pese a las reclamaciones del eurodiputado español Enrique Calvet, como partido, ALDE sí que se desprendió de la formación catalana, lo que se interpretó como una victoria interna de Ciudadanos.

Pese a que Vox y Liga comparten su retórica nacionalista y antiinmigración, la hemeroteca les convierte en extraños e incómodos compañeros de cama dado el apoyo manifiesto de Salvini -que recientemente celebró el resultado del partido verde en Andalucía- al separatismo catalán y el centralismo de línea dura de la formación liderada por Santiago Abascal.

Para Ignacio Molina, del Real Instituto Elcano y editor del libro «El futuro de Europa – visiones desde las capitales», no va a ser tan sencillo poner en común a todos los partidos anti-inmigración. «No existe un solo partido euroescéptico, existen veintitantos, cada uno con su sensibilidad; el partido más euroescéptico extremista húngaro es antieslovaco y el eslovaco, antihúngaro», subraya.

El pasado miércoles, el cabeza de lista del Partido Popular Europeo (PPE) para las elecciones de mayo, el socialcristiano bávaro Manfred Weber, abría la puerta de su alianza a todas las formaciones proeuropeas. Primera fuerza en la eurocámara y grandes favoritos de cara a los comicios, el PPE mantiene no sin críticas internas a los conservadores de Fidesz, del primer ministro de Hungría, Viktor Orban, quien también ha tentado al PiS a sumarse. Sin embargo, como apunta Efe, la principal fuerza opositora polaca, los conservadores europeístas de Plataforma Ciudadana, también forma parte de los populares europeos suponiendo un obvio obstáculo a las intenciones del líder húngaro.

Botón volver arriba