Los titubeos de Sánchez
Casi tres días ha tardado el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en comparecer ante la opinión pública para hablar sobre el pronunciamiento del opositor Juan Guaidó en Venezuela. Y, aunque hay algunos detalles interesantes en su declaración institucional, el Ejecutivo español sigue titubeando. En vez de aclarar a qué presidente confiere la legitimidad, insiste en pedir elecciones a Nicolás Maduro cuando, tras sus palabras del viernes en Caracas, no parece que el líder chavista tenga muchas ganas de hacerlo.
El resumen de la comparecencia de Sánchez es muy sencillo. Ahora mismo para el Gobierno español el presidente de Venezuela sigue siendo Chávez, a quien da un plazo de ocho días para convocar los comicios. En caso de que no lo haga, reconocerá como presidente a Guaidó. Como estrategia para ganar tiempo no está mal, pero dista mucho de ser una posición clara y demuestra que en el Ejecutivo español sigue habiendo cierta confusión intelectual respecto a lo que está pasando en Venezuela.
Minutos antes de que Sánchez hablara, varios medios afines soltaron la información de que el presidente reconocería en su comparecencia a Guaidó. Eso provocó una cascada de noticias que extendieron la idea de que el Gobierno tomaba al fin partido por la oposición venezolana. Nada más lejos de la realidad. El titular de la comparecencia del presidente no es «Sánchez reconoce a Guaidó», sino «Sánchez da un ultimátum a Maduro», que es muy diferente. La filtración previa le ha salido muy bien al Ejecutivo, pero no debe hacernos caer en el error. Casi nada ha cambiado respecto a los últimos días.
Las únicas novedades son dos: por fin hemos oído al presidente Sánchez hablar de Venezuela, que ya era hora, y el Gobierno español ha fijado su posición al margen de lo que la Unión Europea pueda acordar en los próximos días. Hasta ahora, el Ejecutivo se escondía detrás de la UE para justificar su ambigüedad. Ahora el Gobierno, quizás ante las críticas por su actuación, ha decidido dar un paso adelante e ir en vanguardia de lo que puedan decidir el resto de países. Eso es mucho más coherente con el tradicional peso que España siempre ha tenido en la UE en cuestiones latinoamericanas.
Ante las declaraciones que están haciendo otros líderes europeos como el francés Macron, es evidente que Sánchez se ha concertado con ellos antes de hablar. Eso está muy bien y es lo correcto, pero ha tardado tres días en darse cuenta de que tenía que ser él quien liderase todo esto en vez de escudarse en que antes de hacer nada había que conseguir la unanimidad de los 28 países de la UE. Europa nunca ha funcionado así. La pauta siempre la marcan las principales potencias, y luego ya se negocian los detalles con el resto de socios. Así lo suelen hacer Francia y Alemania ante cualquier cuestión fundamental, y así lo tiene que hacer España en un tema como el de Venezuela, de especial sensibilidad dados los enormes vínculos entre los dos países.
¿Elecciones libres?
Dicho lo cual, pedirle a estas alturas a Maduro que convoque elecciones es una broma. La última vez que lo hizo salió elegido en unos comicios marcados por innumerables irregularidades, y que han provocado que casi nadie en la comunidad internacional haya reconocido los resultados. Si por algún casual el líder chavista sucumbiese a las presiones de Sánchez, ¿alguien se cree que las elecciones van a ser muy diferentes? Mientras Maduro controle todos los resortes del poder, la celebración de unos comicios libres es una utopía.
En cualquier caso, tras su alocución del viernes en Caracas, donde arremetió duramente contra España por haberle pedido la convocatoria de elecciones, no parece que Maduro vaya a ceder al ultimátum de Sánchez. Insistir en esa estrategia después de que el líder chavista acusara al ministro Josep Borrell de racista, entre otras lindezas, es algo bastante ingenuo.
En definitiva, Sánchez ha reaccionado tarde y regular. Pero al menos sí parece que está empezando a darse cuenta de que con tipos como Maduro sólo se puede estar a favor o en contra. Cualquier intento de ponerse de perfil siempre acaba mal.