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Samuel Whelpley: La historia como herramienta de resentimiento

Ya lo he dicho en el pasado, que el resentimiento se ha vuelto la emoción política mas fuerte e importante en estos tiempos que corren. Si el resentimiento es útil para excusarnos, para la ideología y los ideologizados, es perfecta: Puede persuadirlos de que nada de lo que ocurre en el mundo de importancia es culpa suya, incluso si ha participado en ello, como no ha hecho nada para mejorarlo. Al final, es cuestión de convicción:  El mundo esta mal, porque es injusto con nosotros, que no nos ha dado la oportunidad de gobernar. Casos se han dado: El discurso de la izquierda latinoamericana, ha explotado el resentimiento por los males e injusticias de nuestra sociedad; por el otro lado, la derecha alternativa en Europa o Trump en USA, han explotado el resentimiento “por lo mal que están las cosas” (¿?) para justificar muchas de sus políticas.

Eso no es una forma constructiva de acercarse al mundo, porque lo único que trae el resentimiento es la venganza o la crueldad. Esto no significa que el resentimiento sea justificado o al menos entendible: La opresión, el daño y el insulto son parte de la existencia humana, y nadie, al final, esta exento de sentirlo.

Ahora, en los últimos tiempos, con los estudios sociales, postcoloniales, feministas, de género, la nueva historia, el deconstructivismo francés, generaron,  como señaló  Harold Bloom con lucidez en los años 80 del siglo pasado, una “Escuela del resentimiento”. Sostiene Bloom que estas perspectivas son sesgadas y nos impiden apreciar las enseñanzas profundamente humanas y lo intrínsecamente valioso de los grandes escritores. Estos estudios deformarían según él la historia de la literatura y sería en gran medida responsable del creciente desprecio hacia las humanidades en la cultura contemporánea.

Cuestionable o no (De hecho, en mi opinión lo es, porque en el fondo, hay mucho de resentimiento en las críticas de Bloom) estas escuelas parecen haber tomado las ciencias sociales, y generado un debate interminable. De la que nos interesa hablar en este texto es la Historia, y su uso como herramienta política: Los ideólogos y avivatos del resentimiento han distorsionado la historia mediante una simplificación amoldada a sus intereses. Para poner ejemplos recientes: El peronismo en Argentina ha borrado los orígenes fascistas del movimiento y recalcado el culto a los pobres y los descamisados, como en Venezuela, Chávez ha llamado a Bolívar socialista y defensor de los oprimidos, traicionado por unas élites corruptas, borrando lo que le conviene.  En Europa, los yihadistas tienen una visión deformada de su historia: Son víctimas de un legado postcolonial que los condeno a una existencia miserable.  Al final son los aristócratas del sufrimiento, resultado de un legado de crueldad contra sus antepasados.

Así como hablamos de yihadistas, podemos cambiarlo por minorías. Los negros dirán que la razón de su atraso son resultado de siglos de esclavitud, el discurso feminista resultado de una opresión de milenios de una sociedad patriarcal, los indígenas americanos le echaran la culpa a la conquista europea, etc. Explicaciones que justifican conductas y comportamientos, en ocasiones absurdos. El inconveniente básico es que existe un legado de sufrimiento común a toda la humanidad. Campesinos, mineros, judíos; prácticamente todos podemos encontrar razones y circunstancias externas que causaron el sufrimiento de nuestros antepasados.  Incluso el resentimiento, como emoción, no impide en principio, un compromiso constructivo con el mundo.  Pero en el terreno de la política, lo que se necesita para hacer el resentimiento políticamente rentable es la creencia que la persona que entiende la historia y sabe que debe hacer para corregir las razones de este resentimiento. El inconveniente, como lo vemos todos los días, es que le resentimiento como instrumento político, aparte de más resentimiento, solo genera venganza y crueldad. Todo esto puede parecer abstracto, oscuro e incluso irreal, pero es necesario decirlo.

A veces la historia parece el registro no de hazañas o gestas, sino de los crímenes y las locuras de la humanidad, y, por tanto, un llamado al resentimiento. Los políticos que hacen uso del resentimiento lo saben, y la falsean a su acomodo: Hablan de invasiones para ocultar sus crímenes, hablan de neutralidad invocando el derecho sacrosanto de los ciudadanos de un país a resolver sus asuntos.  Al final, la decepción: “Cambiar para que las cosas sigan igual” o como el título de una novela del periodista alemán Theodor Plievier : “El Kaiser se fue, quedaron los generales”  (Der Kaiser ging, die Generäle bleiben).  Es bueno tener un poco de cuidado, y al final, no tragar entero.

Imágenes tomadas de Internet, del Dios Google.

 

 

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